La adoración a deidades femeninas es tan antigua como la presencia misma del ser humano sobre el planeta. “Diosa Tierra”, “Diosa Energía”, “Ruah”… ¿Qué más da el nombre que le demos a esa presencia divina en nuestra vida corriente? Es la seguridad máxima de pertenecer a algoo o Alguien más amplio y poderosa que trasciende a nuestro cuerpo mortal pero que, sin embargo, forma parte de nosotros/as, al igual que nosotros/as formamos parte de Ella, porque podemos ser capaces de reconocerla. Existen muchos intentos, infructuosos afortunadamente, de desvirtuar esta presencia divina, creadora, femenina, cuando la realidad misma de Dios va más allá de cualquier limitación impuesta, en sexo, cuerpo y materia.
Es necesaria una intuición femenina, de las mujeres, que los hombres pueden aprender a desarrollar, de toma de conciencia, audacia, para discernir esta presencia entre nosotras. Se suele hablar de ese “otro sentido que poseen las mujeres”, capaz de percibir lo no invisible. Es algo similar al reconocimiento de un vínculo que nos une entre nosotras, pero que también debe unirnos entre hombres y mujeres. “Todos y todas hemos nacido de mujer”, todos por tanto, llevamos en nuestro ser esa esencia de mujer. Otro tema diferente es cómo lo interpretemos, o cómo nos lo hayan hecho entender los intereses creados que dominan toda nuestra vida.
Acudamos a las raíces, una vez más, al descubrimiento de nuestro ser más íntimo, al reconocimiento de nuestra capacidad femenina (presente en hombres y en mujeres) de dar vida, de confirmar esperanza, de potenciar sentimientos partícipes de un proyecto común y universal. ¿Cambiaría en algo nuestra fe si Dios fuera mujer? ¿Por qué nos cuesta tanto, asumir esa parte femenina nuestra, presente en todos los seres humanos, como signos de debilidad? ¿Por qué no reconocemos, sin embargo, el potencial creador, poderoso, transformador del sentir femenino espiritual? La oración del Magnificat es un canto al poder femenino y al honor que Dios le hace a todas las mujeres de la Tierra. Quizá sea tiempo de reconocer tu grandeza especialmente en este mes en el que tristemente debemos conmemorar una y otra vez el día contra la violencia hacia las mujeres.