Tres décadas de comunicación en castellano han abierto a alandar las ganas de ampliar los lenguajes. El paso del papel al digital fue una experiencia satisfactoria, de modo que ¿por qué no ensanchar las posibilidades? ¿Por qué no comunicarse en su lengua con los lectores y lectoras que hablan, piensan y sienten en catalán? Desde enero, el deseo pasó a realidad y en la versión digital hay una selección de artículos en la lengua de Casaldáliga (www.alandar.org/catala). El paso estaba dado, pero tal vez no lo sabía toda la gente que debe saberlo. Se impone la presentación en sociedad.
El 7 de noviembre, los amigos de Cristianisme i Justícia acogieron la mesa redonda que sirvió para anunciar la buena nueva. El tema, tal como están los tiempos y siendo quienes somos, caía por su peso: “Libertad de expresión en la sociedad, libertad de expresión en la Iglesia”. El acto planteó una reflexión sobre cuáles son los límites de la libertad de expresión en el momento actual, para nuestra sociedad y también en el ámbito de la Iglesia católica. Como revista cristiana, alandar se propone cada mes ofrecer una voz libre y una mirada crítica, que plantee retos de forma constructiva a la Iglesia católica y a la ciudadanía. Se trataba de reflexionar y debatir sobre si esa libertad de expresión es posible en los medios de comunicación de información general y, muy especialmente, en los medios de información religiosa.
Moderados por la directora de la revista, Cristina Ruiz, cuatro participantes de lujo, que saben mucho de libertad y la practican con entusiasmo: José Ignacio González-Faus, teólogo; Eulàlia Tort, periodista; Josep Mª Bové, educador y laico marista; por último, la teóloga Neus Forcano. Entre el público, muchas caras amigas de la revista, algunas galardonadas en pasadas ediciones con el Premio alandar, pero también personas que se acercaban por primera vez y que quieren saber de qué va esta publicación.
Cristina fue desgranando preguntas que convirtieron el acto en un coloquio abierto, interesante y muy participado.
La libertad, ¿utopía en la sociedad y la Iglesia?
La primera sensación de la mesa fue que la libertad de expresión es una utopía con tradición eclesial, porque González-Faus sorprendió al auditorio iniciando su intervención con una cita nada menos que de Pío XII: una Iglesia sin libertad de expresión es una Iglesia enfermiza, lo que abre muchas preguntas acerca de las posibilidades reales de su ejercicio.
Neus Forcano subrayó que el derecho a expresarse con libertad, como tal, existe; el problema es que “cuando, siendo valiente, te atreves a ejercerlo, no se reconoce”. A menudo la respuesta es la censura y, a menudo, el menosprecio, como ocurre en tantos casos que conocemos: Pagola, Teresa Forcades…
Por el terreno de la brecha entre el derecho y el hecho continuó Eulàlia Tort, para quien es un tema habitual en su tarea periodística. “En la vida cotidiana –dijo-, vives situaciones de esquizofrenia entre lo que crees que hay que hacer y lo que puedes hacer”. Insistió en que es un derecho que, como tal, hay que conquistar, tanto en el plano personal como en el social. La Iglesia que tenemos es muy “carca”. Relató que este verano tuvo en Guatemala una experiencia, como poco, chocante: conocer el principal periódico, el de más tirada y difusión, Nuestro Diario (propiedad del Opus Dei) caracterizado por el amarillismo y entregado al sensacionalismo más sangriento. Eulàlia se pregunta si esa es la libertad que corresponde a un medio propiedad de un grupo que se dice cristiano. “El reto –afirmó- es conquistar la libertad de expresión”.
Josep Mª Bové puso la nota optimista: “Cuando una puerta se cierra, dijo, otra se abre”. Y citó como ejemplo que, cuando el arzobispado prohibió recientemente a Juan José Tamayo dar una conferencia en la parroquia de Sant Medir, Esquerra Republicana de Catalunya le ofreció su sede –como ocurre desde hace tantos años en Madrid con el congreso de teología de la asociación Juan XXIII, acogido a la hospitalidad de CC OO.
Señaló que para él es importante no la mera libertad de expresión, sino también la libertad de comunicación: no siempre hay un interlocutor que escuche, dialogue, debata. Eulàlia le respondió que la Iglesia no escucha, de modo que no hay libertad de diálogo, lo que suscitó un debate al respecto en la mesa. ¿Qué Iglesia no escucha?, se pregunta Josep Mª y deja entrevelado que a veces limitamos la Iglesia a la jerarquía y es algo mucho más amplio, todo el pueblo cristiano. Y recordó al respecto cómo cuando tenía 20 años escuchó a José Ignacio –“ahora que ya lo conozco puedo al fin llamarlo por su nombre”- que “lo que no salva no es Iglesia”.
Los obstáculos a la libertad
Si es un derecho, ¿qué impide que nos expresemos con libertad? La segunda pregunta que planteó Cristina hizo aterrizar a la mesa sobre qué nos limita la libertad de expresión. “No la limitan las normas, explicó José Ignacio, que son pocas –otra cosa es que hay gente que convierte en normas lo que no es–, sino el miedo”. La reforma que necesita la Iglesia afectaría a la jerarquía y la jerarquía tiene miedo y eso le impide preguntarse por su papel e impide reformas urgentes, como el sistema de nombramiento de los obispos. “Hace falta mucha experiencia de Dios para no tener miedo”. Junto a los miedos institucionales, están también nuestros miedos cotidianos, que tienen que ver en estos momentos con lo económico.
Neus estuvo de acuerdo en el diagnóstico sobre el miedo, que hace que “igual que el poder civil tiene secuestrado el pensamiento, el magisterio tiene secuestrada la teología”. Josep Mª, por su parte, afirmó que, en su opinión, es la falta de fe lo que nos empuja a buscar seguridades, la falta de confianza en Dios. Más aún concretó Eulàlia, la periodista de la mesa: quien manda decide los temas. Y se lamentó de la esquizofrenia con la que se enfrenta a menudo, cuando las personas, en un estudio de radio o TV, dicen unas cosas en privado y otras en antena. “Y eso es miedo”.
José Ignacio, una vez más, echó mano de su desgranada bibliografía para argumentar la falta de conocimiento de la verdadera tradición cristiana. Pone dos ejemplos sabrosos: el Catecismo –considerado tan carca– dice que toda persona cristiana tiene derecho a criticar. Y, antes de eso, Santo Tomás de Aquino ya señalaba que no solo tenemos el derecho, sino el deber de criticar públicamente donde esté en peligro la fe. “Eso no es creerse más que la jerarquía”, dijo el Santo en la mesa por boca de Jóse Ignacio, añadiendo además que “en algo puede que sepan más”.
Neus advirtió de que, al no ejercer la libertad de expresión, nos acostumbramos a ello y perdemos capacidad de preguntarnos, de criticar, perdemos libertad de conciencia y así, ¿cómo nos concienciaremos? Quienes tienen puntos de vista diferentes no tienen poder, es necesario buscar voces alternativas. Y ahí reivindica el papel de la literatura citando al escritor y activista israelí Amós Oz, que dice que para vencer los fundamentalismos hacen falta tres cosas: ser una persona honesta, leer literatura y tener humor.
¿Qué podemos hacer?
Llegados al punto de qué podemos hacer para crear y ejercer la libertad de expresión en la sociedad y la Iglesia, el interesado público pasó a la práctica y fue tomando espontáneamente la palabra. La mesa redonda ya no fue solo de quienes la componían; durante un buen rato se convirtió en una mesa redonda de todas las personas presentes, en animada y participativa conversación.
Alguien del público defendió la vertiente utópica de la libertad de expresión porque, “mientras la libertad siga siendo utopía, seguiremos luchando”. Eso motivó a Josep Mª para citar a José Luis Cortés: “Lo contrario de la utopía es la miopía” y sugirió recomendar películas, libros, canciones que den vida. Recordó, además, que la mejor comunicación es la que se practica en torno a la mesa y recomendó invitar, sentarnos con las personas que piensan diferente –también en la Iglesia– y, por supuesto, no olvidar a las personas más débiles.
Como no podía ser de otro modo, Galeano y su visión de la utopía como horizonte que mueve a caminar también fue uno de los autores citados. Una de las asistentes señaló que la intolerancia es la angustia de no tener razón.
El colaborador de alandar Joan Zapatero, quien también se encontraba entre el público, expresó su pena por quienes no hablan con libertad en la Iglesia y no dicen todo lo que piensan, “y si por eso me echan, que me echen”. Lo que suscitó algunas protestas de quienes se preguntan por qué van a tener que irse de la Iglesia por este motivo, si la Iglesia somos todos y todas. Y ahí surgió un gran tema: el de la desigualdad de las posiciones en las relaciones intraeclesiales jerarquía-pueblo llano, que dio mucho de sí. A este respecto, José Ignacio afirmó claramente que hace falta un ecumenismo intraeclesial y concluyó con elogios a alandar, por tener, según él, entusiasmo, sentido común, humor y constancia, unos valores muy necesarios para permanecer en la libertad de expresión.
Además de esos valores, Cristina aclaró que alandar puede conservar esa libertad por las características que la definen: el hecho de no estar vinculada a ninguna congregación ni institución religiosa, el grupo de personas laicas –y algún sacerdote suelto– que colaboran con su esfuerzo y su compromiso, los suscriptores y suscriptoras que la apoyan fielmente, la publicidad de editoriales religiosas afines y, también, las donaciones que puntualmente se reciben, sobre todo de congregaciones religiosas femeninas. Una libertad en constante debate y autorreflexión que hace posible que alandar, al borde de cumplir las tres décadas, siga permanenciendo fiel al espíritu con el que se soñó al inicio pero, al mismo tiempo, luchando por actualizarse y renovarse.
En suma, la presentación de la revista en Barcelona fue una tarde rica en debate y en sueños compartidos, el inicio de una nueva etapa en alandar, desde las ganas de abrirse y crecer a pesar de los tiempos que corren. Una apuesta por seguir escribiendo, hablando y comunicando en plena libertad.
Si quieres ver la mesa redonda completa puedes encontrarla en el siguiente enlace gracias a la grabación de Lidia Pujol:
Alandar en Cataluña
El objetivo de la nueva edición digital de la revista es acercar los contenidos al público de habla catalana, una tierra donde, para el equipo de alandar, “hay un gran movimiento de Iglesia de base y de asociacionismo con el que sintonizamos completamente”, como afirma la directora de la revista. Por eso, la publicación –vinculada a los movimientos eclesiales de base– se ha lanzado a ello, “por intuición y por seguir caminando en la apertura y en la construcción de esa ‘comunidad de creyentes’ que, aunque sea muchas veces virtual, conforma alandar”.
A lo largo de casi 30 años la revista alandar se ha hecho eco de todos los movimientos y grupos sociales que no pierden la esperanza en la construcción de un mundo más justo. Sus páginas son una tribuna abierta para buscar espacios de diálogo en un mundo donde el discurso es cada vez más uniforme y está más controlado. Decir alandar es hablar de lo social y de la Iglesia. Es distinguir una determinada forma de vivir la fe, con autenticidad y con el deseo de renovar la Iglesia Católica. Decir alandar es decir esperanza y creer que la inercia y la apatía de la sociedad pueden cambiar, siempre mirando hacia delante y nunca hacia atrás, igual que la tortuga que es el símbolo de la revista.
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