Hace unas semanas, con motivo de la serie documental sobre Rocío Carrasco y la presencia de una prestigiosa periodista y feminista como Ana Bernal Triviño, escribí el siguiente post en el blog de la Fundación Luz Casanova, en el que colaboro periódicamente.
Pescar en pecera o en alta mar
La primera vez que oí decir a una buena amiga, hablando del trabajo que hacíamos en la Fundación contra la violencia de género y la exclusión social, que muchas veces “pescábamos en pecera y que, si queríamos tener una verdadera incidencia en el trabajo que hacíamos, teníamos que salir a pescar a alta mar”, me hizo pensar y lo he tenido siempre presente en la comunicación que he ido realizando en distintas áreas sociales.
A veces podemos vivir el espejismo de que todo el mundo está en nuestra honda y sabe de qué hablamos. Sucede cuando nos movemos en círculos concéntricos con sectores más o menos amplios, pero que coinciden con nuestros planteamientos y manera de pensar.
Convocamos conferencias, realizamos estudios, escribimos artículos que normalmente tienen vocablos y tecnicismos difíciles de entender para aquellos que no están familiarizados con el sector de nuestro trabajo.
Todo esto recordé ayer al leer el artículo de Ana Bernal Triviño “Lorca, La Barraca y el caso de Rocío Carrasco” , y me sentí muy identificada con todo lo que decía.
No voy a entrar aquí a opinar sobre el caso mediático de Rocío Carrasco y los malos tratos que presuntamente sufrió a lo largo de los años de convivencia con quien fue su marido. Esto da para un artículo por sí solo, con muchos puntos para comentar. Aquí y ahora no lo voy a hacer.
De entrada, esta exposición de lo privado en un espacio público y por una transacción económica, provocó mi rechazo en principio. Los datos que nos daban días más tarde: “Las llamadas al 016, el teléfono de atención a las víctimas de violencia machista, suben un 42% tras la emisión del caso de Rocío Carrasco”, junto con el artículo de Ana Bernal Triviño, ha hecho que me replantee algunas cosas.
Una amiga me dijo que muchas veces “pescábamos en pecera» y que, si queríamos tener incidencia, teníamos que salir a alta mar
Ana Bernal Triviño es una joven periodista (al menos mirándola desde mi atalaya personal que ya peina canas). Su trayectoria, a pesar de ser joven, tiene unos cuantos reconocimientos a su trabajo: como periodista y como feminista. Uno de ellos en abril de 2018 por el Instituto de Derechos Humanos de Catalunya (IDHC) con la Mención Especial de Medios de Comunicación, como: “una de las voces más destacadas en el panorama mediático actual de la lucha feminista y de la denuncia de las graves desigualdades de género”.
A Ana le han llovido las críticas por participar en lo que muchas llaman “el circo mediático”, por aparecer junto a personajes que durante años están en los medios como aves carroñeras que destrozan y hacen espectáculo de la vida, a veces dramática, de los demás. Ana justifica su presencia en este programa, y yo con ella. Les invito a que lean el artículo “Lorca, La Barraca y el caso de Rocío Carrasco” . Termina diciendo “cuando vi las cifras del 016, mientras andaba por Gran Vía, tuve que pararme y respirar hondo. Al final, las valientes habéis sido todas las que habéis llamado. Y que sepáis que por reaccionar e informarse en Telecinco y no en una conferencia no sois menos que las demás. Que nadie os haga sentir así”.
A mí me hubiera gustado que mi trabajo de comunicación, el que realizo en la Fundación Luz Casanova, hubiera servido para que muchas mujeres tomaran conciencia de su condición de maltratadas y descolgasen el teléfono para denunciar el maltrato. ¿Lo habré conseguido o estaré pescando en pecera?
Comunicar en círculos concéntricos
Hasta aquí lo que escribí hace unas semanas. Ahora nos acercamos a las elecciones en la Comunidad de Madrid y las preguntas se me han ido multiplicando. Mi teléfono se ve desbordado de mensajes con los que casi siempre estoy de acuerdo y subrayo: me llaman a la participación activa, creo que es mi obligación y de hecho ya he votado.
Me animan y lo justifican a que no vote a ningún partido que vaya en contra de los valores evangélicos, ¡faltaría más! digo yo… Me desbordan los datos abrumadores de todo lo que ha ido pasando en la Comunidad en estos últimos años: el deterioro de la sanidad, la educación, los desahucios, la falta de atención a los habitantes de la Cañada Real, los recortes en los servicios sociales… Nada, o casi nada que ya no supiera antes. Ruido, mucho ruido…
Cada vez más preguntas y cada vez menos respuestas. ¿Y si hiciéramos un debate sobre nuestra comunicación?
Estos mensajes que recibo me piden que difunda y lo hago. ¿A quiénes? A mi sufrida agenda de contactos que en su inmensa mayoría piensan como yo; por eso están en mi agenda y son mis amigas y amigos. Y vuelve reiterativamente la pregunta: ¿Estamos comunicando en círculos concéntricos sin salir de nuestra zona de confort y lo único que hacemos es reafirmarnos en lo que ya pensamos? ¿Qué comunicación estamos difundiendo? ¿Dónde tendríamos que estar? ¿Cómo tendríamos que hacerlo? ¿Dónde exponernos a comunicar nuestro pensamiento, aunque sea diferente de los que también opinan? Exponernos a las críticas, al debate, a las ideas contrarias que interpelen las nuestras.
Cada vez más preguntas y cada vez menos respuestas. Al menos yo no las encuentro ¿Y si hiciéramos un debate sobre nuestra comunicación?
Gracias Charo, que buena labor.