Aproximadamente el 70% de la humanidad no sabe lo que es Internet; sólo el 5% tiene acceso a la red; el 97% de las páginas web, el 95% de los servidores y el 88% de los usuarios se encuentran en los países industrializados, con los EEUU en posición dominante. La distancia tecnológica que separa a los países pobres de los ricos está aumentando cada año.
Se habla mucho de revolución digital y de sociedad de la información, pero de hecho este fenómeno se refiere a una minoría de la humanidad: qué sentido tiene hablar de nuevas tecnologías en lugares donde no llega ni siquiera la energía eléctrica o donde no es posible comprar un ordenador? Este es el llamado “digital divide”, el desequilibrio tecnológico, otra barrera que separa la parte rica de la humanidad, de la pobre.
Pero sigamos con los datos que sacamos de una página web dedicada en Italia a este tema (www.gandalf.it): “La globalidad de la difusión de las nuevas tecnologías es muy relativa. Una gran parte del mundo está aun hoy aislada de Internet. También en cada área geográfica se registran fuertes concentraciones. El 96% de la red en Norteamérica está en los Estados Unidos. El 98% de la red en Oceanía está en Nueva Zelanda y Australia. El 68% de Internet de Asia está en Japón. El 88% de África en Sudáfrica, el 86 % de América centro-meridional en Brasil y Argentina. Sólo en Europa ningún país tiene más del 14 % del total, pero también en nuestro continente se registran fuertes desequilibrios.”
Sí, porque el “digital divide” no afecta sólo a algunos países, sino que también dentro de cada realidad nacional existe este desequilibrio; está claro que la parte de la población no alfabetizada informáticamente no podrá tener acceso a este recurso por el simple hecho que no lo sabe usar. Muchos ancianos se encuentran en esta situación, muchos minusválidos, y partes de la población de reciente emigración; en nuestro país existe también una distancia entre el Norte y el Sur respecto al uso y consumo de nuevas tecnologías.
El problema es tan evidente que ninguna autoridad nacional o internacional puede ignorarlo, porque está claro que el desarrollo, o es para todos o el delicado equilibrio mundial está destinado a entrar continuamente en crisis.