El comercio de plátanos está más regulado que el de las armas convencionales. Así nos va. Cada minuto muere una persona en el mundo como consecuencia de la violencia armada. La proliferación de las armas convencionales, incluyendo las armas ligeras y sus municiones, provoca que cientos de miles de personas pierdan la vida cada año en conflictos armados o en la “violencia cotidiana” instalada en tantos lugares del mundo. Además, millones de personas son heridas, violadas o reprimidas. Mujeres que sufren violencia sexual, menores reclutados como soldados, personas obligadas a huir de sus hogares… parece que el control de las armas debería ser una prioridad. Sin embargo, han sido necesarios 20 años de intensa campaña, de constancia y determinación, para llegar a la votación del pasado 2 de abril en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.
155 votos a favor
Una aplastante mayoría de países votaron a favor del Tratado Internacional sobre Comercio de Armas (TCA). Tan sólo 22 abstenciones y tres votos en contra (los de Corea del Norte, Irán y Siria). Es el primer paso. ¿Los siguientes? El 3 de junio, el tratado se abrirá a la firma. Después comienza el proceso de ratificación en cada país. Entrará en vigor una vez que lo ratifiquen 50 Estados. No hay, por tanto, tiempo para dormirse en los laureles, el trabajo continúa… y continuará porque, cuando entre en vigor, será necesario que, desde la sociedad, se vigile muy de cerca su puesta en marcha y el cumplimiento de lo acordado.
¿Y qué es lo que se ha acordado? Amnistía Internacional, después de analizar minuciosamente el texto, considera que el tratado contiene normas sólidas que ayudarán a proteger los derechos humanos. En concreto, el artículo 6 incluye prohibiciones enérgicas sobre transferencias que alimenten el genocidio, los crímenes de guerra y los delitos de lesa humanidad. Y el artículo 7 obliga a los Estados a analizar el riesgo manifiesto de violaciones graves de derechos humanos, incluidas las ejecuciones extrajudiciales, la tortura y las desapariciones forzadas, antes de dar luz verde a una transferencia de armas. La organización de derechos humanos considera que, aunque el tratado no es perfecto, supone un gran avance.
Conseguir que el tratado sea eficaz
Este es el gran reto, lograr que el texto aprobado se traduzca en un control efectivo del comercio de armas, que salve vidas y reduzca la violencia armada. Conviene mirar atrás para comprender cómo se ha llegado hasta aquí y de ahí extraer las claves que permitan seguir avanzando.
Todo comenzó en 1993. Aquel año, Brian Wood, de Amnistía Internacional, impulsó la idea y con otros miembros de la organización empezó a trabajar en ella junto con otras ONG y varios abogados. En los años siguientes se fueron sumando apoyos importantes, entre los que cabe destacar el de Oscar Arias, Desmond Tutu y otros galardonados con el premio Nobel de la Paz.
En 2003 se dio un gran salto, ya no había marcha atrás. Amnistía Internacional, Oxfam Internacional (Intermón Oxfam en España) y la Red de Acción Internacional contra las Armas Ligeras (IANSA) lanzaron en más de un centenar de países la campaña Armas bajo Control en favor de un Tratado Internacional sobre el Comercio de Armas. Los apoyos crecieron de manera imparable y se empezaron a lograr posiciones favorables por parte de distintos países.
Una de las acciones más emblemáticas de la campaña fue la iniciativa “Un Millón de Rostros”, en la que personas de todo el mundo pusieron cara a la petición de un Tratado Internacional sobre Comercio de Armas. En junio de 2006 se hizo entrega al entonces secretario general de la ONU, Kofi Annan, de la petición. A finales de ese mismo año, 153 Estados votaron en la Asamblea General de la ONU a favor de una resolución que pedía al secretario general que recabara la opinión de los Estados miembros sobre la viabilidad y el alcance de un tratado vinculante. La campaña Armas bajo Control decidió poner en marcha su propia consulta a la ciudadanía con más de cien actos de consulta popular en todo el mundo. Las acciones que dieron visibilidad a la campaña fueron acompañadas de un intenso trabajo de presión política a nivel global y en los diferentes Estados.
Es en diciembre de 2009 cuando finalmente los Estados deciden iniciar el camino hacia el TCA. En la Asamblea General de aquel año, 153 Estados de la ONU votan a favor de poner en marcha un proceso que incluye cinco reuniones preparatorias previas a una conferencia de negociación del Tratado, que acuerdan celebrar en julio de 2012.
El proceso siguió su curso y las organizaciones de la sociedad civil continuaron influyendo en él para lograr un tratado que fuera eficaz, pero en la Conferencia de 2012 no se logró el acuerdo final. Fue necesaria una nueva conferencia, del 18 al 28 de marzo de 2013, en la que se llegó a un acuerdo pero el bloqueo de tres países (Siria, Irán y Corea del Norte) impidió que fuera adoptado por consenso. De ahí pasó a la Asamblea General de la ONU, aprobándose el 2 de abril con los votos de esos tres países en contra.
Lecciones de un largo proceso
A nadie se le ocultan los intereses que hay detrás del comercio de armas. Intereses políticos, económicos e industriales por un lado y, por el otro, los de quienes están acostumbrados a adquirir las armas con facilidad. A ello hay que sumar que el tratado no es perfecto, tiene lagunas y quienes compran y venden las armas ya estarán buscando los resquicios. Los 20 años necesarios para acordar y aprobar el TCA auguran un camino difícil para su puesta en práctica. Tampoco es una cuestión menor determinar qué mecanismos de vigilancia y control de su cumplimiento se llegan a poner en marcha.
En definitiva, ¿alegría por la aprobación del Tratado? Sí. Pero con la convicción de que sólo llegará a ser eficaz si la sociedad permanece vigilante y mantiene la presión y la exigencia del control del mortífero comercio de armas. Desde alandar estaremos pendientes de apoyar las iniciativas que con este fin pongan en marcha las organizaciones que seguirán trabajando en ello.