Cuando a finales del 2011 comenzamos a sufrir los efectos de los famosos y temidos recortes, poca gente podría imaginar que, gracias a ellos, se abría una pequeña puerta a la esperanza e ilusión.
El tijeretazo afectó principalmente al ámbito social y, dentro de este, a la red de atención a drogodependientes. A causa de esos recortes, la Comunidad de Madrid decidió retirar la subvención a Proyecto Hombre y esta organización tuvo que cerrar uno de esos centros situado en la finca El Batán, cerca de la localidad madrileña de Chinchón. Abandonaron a su suerte el proyecto en el que tanta gente había creído. Lejos de hundirse, el personal de aquel centro subvencionado y algunas de las personas usuarias que formaban parte de dicho proyecto decidieron comenzar una serie de encierros para dar continuidad al proyecto común. Se fueron quedando en El Batán… hasta que se quedaron del todo.
Fruto de ese proceso y ese esfuerzo nace la Asociación Garaldea, cuyo trabajo está encaminado a la recuperación de personas que hayan tenido un consumo prolongado de drogas y que estén en riesgo de exclusión social. Como es de suponer, el camino no ha sido fácil. «Es un proyecto muy complejo, en el que la propia experiencia nos rehace continuamente, pues no nacemos de un proyecto redactado en una mesa, sino de un encierro y una lucha, configurándonos como un recurso de resistencia a la crisis y una alternativa de autoempleo y autogestión«.
Tal y como ellos nos cuentan, «Garaldea ayuda y acompaña procesos de transformación personal, mediante la convivencia en colectivo«. Todas las personas que llegan allí y que han superado procesos de dependencia pueden participar en un proyecto en el que, «a través del empoderamiento, el apoyo mutuo y la relación con el entorno y otros colectivos, consigan los mínimos imprescindibles para una vida sana«. Y es que, desde el principio, la asociación Garaldea instauró una metodología de trabajo y organización lejos de convencionalismos. Son conscientes de que el sistema no busca la inclusión social y han sabido romper la dicotomía entre los que ayudan y los que son ayudados. «Entre sus principios están la transformación personal y colectiva, acoger la diversidad, la horizontalidad, el consenso, el aprendizaje y la sostenibilidad de la vida«.
No hay diferencias en función de la realidad de la que vienes, de hecho, según nos explican, «la dificultad reside en deshacerse de esas diferencias que traemos de la sociedad de la que venimos y construir otro modelo en el que todas y todos participamos como iguales y de manera horizontal«. Para ello, «se rotan las tareas y se asume la responsabilidad sobre la gestión de las diferentes dimensiones del proyecto«.
Todo este trabajo lleva consigo otra peculiaridad. «Hasta el momento había una exceso de medicalización y una jerarquía entre trabajadores y usuarios muy clara. No dejaban de ser tratamientos alejados y ajenos a las necesidades particulares de cada persona«. Tienen el convencimiento de que la transformación debe llevarse a cabo por parte las personas afectadas. Quizá lo más difícil sea conseguir esa recuperación sin farmacología. «Las personas que entramos a formar parte de Garaldea ya hemos superado una primera etapa de deshabituación a las sustancias adictivas, en la que, quizá, sí hemos necesitado el apoyo de algunos medicamentos«. Pero Garaldea es la siguiente fase «en la que tenemos la oportunidad de engancharnos a una vida sana, de entretejer relaciones humanas desde el respeto. Y ese día a día es el que nos exige una transformación más profunda para no volver a lo que nos mata«.
El día a día está centrado en cuidar y mantener una finca de más de 30 hectáreas al ser éste, prácticamente, su único medio de financiación. Las tareas abarcan desde la limpieza, la comida, el mantenimiento de las instalaciones o el cuidado del huerto y de los animales hasta la atención a las necesidades de las personas, para lo que se habilitan espacios emocionales, de apoyo, de facilitación grupal, etc. Al mismo tiempo, atienden las necesidades propias del proyecto, tales como el contacto con diferentes asociaciones afines, difusión y comunicación del proyecto, gestiones económicas o diversos trabajos encaminados a sostener el proyecto a largo plazo.
«En los últimos meses y a nivel espacial estamos ampliando la autogestión del proyecto hacia la autosuficiencia energética, de tal forma que, poco a poco, vayamos reduciendo los niveles de dependencia externa. Esto implica unos recursos económicos que no tenemos y para los que estamos buscando vías de financiación«.
Por ello, Garaldea ofrece sus espacios para realizar talleres, seminarios o cursos, que ayudan no solo económicamente, sino que también contribuyen a crear vínculos afectivos. «Estamos en constante intercambio de ideas, bienes y servicios con otros colectivos y personas, enriqueciéndonos mutuamente«. En los últimos años están intentando ser parte de una red de proyectos que funcionan desde la autogestión y economía común. El ejemplo más claro es que forman parte del Mercado Social de Madrid, una red de producción, distribución y consumo de bienes y servicios constituido por empresas o entidades de la economía social y solidaria que funciona íntegramente con criterios éticos, democráticos, ecológicos y solidarios.
Todo ello es posible gracias a una estructura muy organizada de unas 18 personas que conviven con diferentes niveles de compromiso y con una red de colaboradores que ayudan en las distintas dimensiones del proyecto y que siempre están dispuestos a echar una mano donde haga falta. La asociación celebra varias asambleas semanales, en las cuales se presentan los nuevos proyectos pero en las que también generan espacios de escucha, de convivencia o de resolución de conflictos con la idea de cuidarse unos a otros y fortalecer vínculos. «En ellas se trabaja en base al consenso, pero también, en algunos casos, se toman decisiones por mayorías reforzadas (85% de acuerdo)«. Además, trabajan por comisiones especializadas en diferentes aéreas: comisión emocional, de respeto, prevención de recaídas y toma de decisiones; y por grupos de trabajo: huerto, económica, proyectos productivos, invernadero, educación, etc.
Su mayor logro y, por supuesto, alegría es seguir existiendo a pesar de todas las trabas que se han encontrado por el camino. Pero sin duda, seguirán caminando y aprendiendo de su propia experiencia con la misma ilusión y ganas que hasta ahora.
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