Más real que el surrealismo

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Mariano Fresnillo durante su visita al Museo Reina Sofía. Acercar la pintura a las personas ciegas se trata de un proyecto muy ambicioso. Si, además, la exposición a mostrar es sobre el surrealismo surgido a principios del siglo XX con Miró y Dalí como principales estandartes, se complica mucho más. Sin embargo, desde el Museo Reina Sofía se atreven con todo y allí estaba yo justamente para eso, para que me enseñaran a visualizar sin ver la pintura surrealista.
Parece imposible pero no lo es tanto. Los profesionales de este museo dedicados a la educación y la accesibilidad llevan ya varios años realizando este esfuerzo que las personas ciegas agradecemos tanto. Aparte de esto que inician ahora, llevan tiempo adaptando de maravilla, por ejemplo, una fantástica descripción de uno de los cuadros más emblemáticos, como es el Guernica de Picasso.

Y… ¡cómo lo hacen? Muy sencillo, primero una explicación teórica nos sitúa en el momento histórico, el contexto y demás datos para entender la exposición con las obras seleccionadas.

Seguidamente el grupo, con sus bastones, perros guía y demás integrantes sin discapacidad, como un conjunto más de visitantes, nos situamos delante de la obra para que la guía detalladamente y sin prisa nos la describa. Lo primero, las medidas para hacernos una idea del tamaño y luego una vez destacado algo peculiar de la misma o su autor, pasa a la descripción por cada zona del cuadro. Así, va recorriendo parte por parte lo que se visualiza con el objetivo de que, mentalmente, como piezas de un puzle, las vayamos ensamblando para construir en nuestra cabeza perfectamente la maravilla que tenemos delante.

Y no queda todo ahí… Claro está que cada persona tiene un poder de imaginación y construcción cerebral diferente y, para acercar más todavía esa descripción visual a una persona ciega, el museo nos ofrece unas láminas con los principales elementos descritos en relieve para, así, poder tocarlos y unir de este modo lo que teníamos en la cabeza a algo tangible como es lo que visualizamos con la yema de los dedos y, así, la aproximación a la obra elegida suele ser muy certera.

Cuestiones a destacar que este museo programa muy bien son, por ejemplo, el ceñir la visita a un número reducido de personas ciegas para que, así, la guía pueda emplearse al cien por cien, pues solemos ser muy preguntones y un grupo numeroso generaría un gran desgaste.

En el Museo Reina Sofía han creado un programa para la exploración táctil del arte. Otra de las claves es la elección de seis, siete u ocho obras como mucho para ese día pues, si se describieran más, llega un instante que ya no sabes qué elemento era de una obra o cual de otra y llegas a mezclarlos y a una saturación absoluta.
Yo ese día fui con un acompañante sin discapacidad visual y me comentaba al acabar que también había disfrutado muchísimo pues la precisión en las descripciones de la guía, le hacía fijarse en detalles de la obra que seguramente si él hubiera ido solo ni se habría parado en ellas. Me comentaba jocoso que el día anterior, con unos amigos, comentó que iba al Museo Reina Sofía a ver una exposición de surrealismo con un amigo ciego y claro…los amigos suyos decían que lo surrealista era ir con alguien que no ve a ver una exposición de pintura y, encima, surrealista.

Esta experiencia demuestra, una vez más, cómo todo se puede adaptar si se quiere y que las barreras existen más en nuestra cabeza que en la realidad, pues os puedo confirmar con seguridad lo mucho que disfruté yendo ese día a la exposición y más todavía: si quisierais que os describiera alguno de los cuadros que vi a través de la guía, os los podría detallar con toda concreción e, incluso, llegar a dibujarlos, pues se me queda grabada la obra tan profundamente en mi cabeza que la puedo recordar por largo tiempo. Gracias a todas las personas que trabajan para que este milagro de ver sin ver se haga posible.

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