Costa de Marfil, educar en paz

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Gracias a los hermanos maristas cientos de niños y niñas en Bouaké han podido estudiar.

Costa de Marfil, uno de los grandes países del occidente africano, vive actualmente en paz, una paz frágil, quebradiza, me dicen algunos que saben de esto y que me confirman que la gente aún guarda en sus casas las armas. De cuando la última rebelión, de cuando el último escalofrío violento que nació en el centro y norte del país, desde donde escribo ahora.

Estoy en Bouaké, la segunda ciudad más importante del país. La urbe, poco a poco y tras los años en que fue capital del bando rebelde, se va asentando y va convirtiéndose en un importante foco comercial y de población.

En la puerta del colegio San Marcelino Champagnat veo entrar a la pequeña multitud de alumnos. Como es lunes, comienzan la semana con una oración y el canto del himno nacional mientras izan la bandera costamarfileña.

Los hermanos maristas, entre ellos varios españoles, llevaban varios años trabajando en Bouaké hasta que, a finales de los noventa, decidieron levantar un colegio, pensando especialmente en los nuevos hermanos africanos.

El 16 septiembre de 2002 comenzó el primer curso del flamante centro. Pero la historia guardaba una triste sorpresa y, dos días más tarde, estalló la rebelión contra el Gobierno y comenzó un sangriento periodo en la historia reciente del país. Los rebeldes ocuparon el colegio por poco tiempo y luego se convirtió en almacén del programa de alimentos de Naciones Unidas. Aquello terminó y los maristas pudieron reiniciar su actividad educativa. Una actividad donde también cabe la reconciliación y el diálogo. El hermano Germaine me lo deja claro: “No solo en nuestras actividades, también en los libros de texto el tema de la reconciliación y de la paz está reflejado. Hay que aceptar al otro como tu hermano, como tu hermana”.

La ONG SED apoya varias escuelas en Costa de Marfil.

Desde España se envía mucha ayuda a las obras de los maristas en Costa de Marfil. La ONGD Solidaridad, Educación, Desarrollo (SED), de los maristas de España, se encarga de ello promoviendo infraestructuras y becas para los alumnos. Ha apoyado, entre otras muchas cosas de este centro, la construcción del edificio pensado para la educación infantil. Esta es una etapa a la que, poco a poco, cada vez se le da más importancia entre los padres de la zona.

Dejo atrás Bouaké, la capital de la etnia baulé. Por estos parajes de Costa de Marfil, los caminos son relativamente buenos y en menos de una hora llego a nuestro destino: la ciudad de Sakassou.

Aquí entro en la escuela parroquial que sufrió, como tantas otras, los desastres de la guerra. Los maristas también le han echado una mano para mejorarla. Jean René Kadkeli, el director, me cuenta cómo después del inicio de la guerra en 2002 tuvieron que dejarlo todo y los edificios quedaron destruidos. Con ayuda y mucho coraje tuvieron que empezar de nuevo.

La falta de recursos para mantener los centros, la escasez de profesores bien preparados y los propios altos niveles de pobreza de la población afectan gravemente a la educación de Costa de Marfil. El párroco, Eugene, me cuenta cómo tienen muchísimos problemas para salir adelante, las familias viven al día, los salarios de los profesores llegan con mucho retraso, las casas donde viven los docentes están en un estado lamentable…

Si es importante la educación de los más jóvenes, no lo es menos la de quienes en su día no pudieron estudiar. Esto sigue siendo, a día de hoy, una triste realidad en un país donde casi el 40% de los niños no está escolarizado en primaria, cifra que sube mucho más en secundaria.

La parroquia de Sakassou puso en marcha este otro servicio educativo para ofrecer una segunda oportunidad a los adultos. Etienne, uno de los profesores, se emociona cuando me cuenta que el año pasado había un alumno que venía de un poblado a 12 kilómetros. Cuando terminaba, aun de noche, cogía su bicicleta y vuelta a casa.

Entre los alumnos me encuentro con Anne, que tiene en su regazo a la pequeña de sus cuatro hijos, aún demasiado bebé como para dejarla en casa. Anne está feliz de disfrutar de esta posibilidad de aprender lo que, en su día, no pudo estudiar. «Yo fui al colegio pero no sabía la importancia de la escuela, lo dejé, me casé, lo abandoné todo. Luego me di cuenta de que si no tienes estudios, poco puedes hacer. Mi marido me animó y ahora, por la gracia de Dios, estoy aquí”, me cuenta Anne, sonriente y con su peque en el regazo.

Muy cerca de donde estudian Anne y sus compañeros, dentro del complejo parroquial, se encuentra una gran nave utilizada como almacén de productos agrícolas. Cuando lleguen las cosechas, aquí guardarán el fruto de su trabajo.

La ONG marista apoyó la creación de cooperativas de la parroquia de Sakassou, de modo que catequistas y agentes de pastoral puedan tener un digno medio de vida. Bajo un sol de justicia, recorro los arrozales cercanos a Sakassou donde me encuentro con un grupo de estos trabajadores.

Desde hace dos décadas, la presencia de los maristas en esta zona es constante. Desde el colegio de Bouaké se irradió una presencia solidaria gracias al empeño del hermano Javier Salazar, que cada año viene con un grupo de voluntarios e impulsa proyectos de desarrollo con el apoyo de SED.

El grupo de los voluntarios maristas inició proyectos de salud, construcción de pozos, apoyo educativo y también de construcción de pequeños edificios multifuncionales que hacen las veces de capilla y de lugar de reunión y encuentro para el poblado.

Me acerco al poblado de Konambukró y allí me enseñan la capilla y, de paso, conozco a gran parte de la gente del lugar porque se ha corrido la voz de que vienen extranjeros y ya se sabe la que se monta en un minuto en estos sitios. Entre el ruido de los tamtanes me alejo de Konambukró, uno de tantos lugares de África donde conocen la fragilidad de la vida pero guardan la sabia costumbre de celebrar los escasos buenos momentos y de alegrarse con aquellos que comparten su esperanza en un futuro mejor.

Autoría

  • Alandar

    Algunos artículos son escritos por personas ajenas a Alandar a quienes pedimos colaboración por su experiencia, conocimiento de la materia, etc...

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