Además del terrorismo y las armas de destrucción masiva, uno de los problemas que más preocupan a las grandes potencias es el cambio climático, el cual podría provocar nuevas guerras en un futuro no muy lejano. Así lo afirma la revista Foreign Policy.
La escasez de agua, la falta de alimentos y otros fenómenos que pueden ser consecuencia directa del cambio climático son seguidos muy de cerca por los servicios de inteligencia de diversos países.
Estas mismas agencias piensan que, en un futuro no muy lejano, muchos gobiernos tendrán que buscar nuevas estrategias para satisfacer, incluso, las necesidades básicas de su ciudadanía.
Debido a factores como el cambio climático, el crecimiento de la población mundial, sobre todo en África y Asia, la fuerte urbanización a la que está sometido el planeta, la contaminación del medio ambiente, etc. poco a poco va aumentando el riesgo de que cada vez haya menos agua dulce en el mundo. Esto se traducirá en menos agua para la agricultura, lo que pondrá en peligro la producción de alimentos, la seguridad alimentaria… y a la población.
La falta de agua estará detrás de muchos de los conflictos que surgirán a lo largo del presente siglo, como ya está sucediendo en algunos lugares, entre ellos Somalia, donde, durante las últimas décadas, hemos asistido a enfrentamientos entre clanes por el control de pozos, debido a la fuerte sequía que afecta al país.
Por su parte, el Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas (PMA) estima que unos 650 millones de personas viven en zonas donde las inundaciones y las sequías pueden provocar un fuerte aumento de los precios de los alimentos.
África subsahariana se lleva, como ya es habitual, la peor parte en este tema. En la región vive el mayor número de personas con carencia o difícil acceso al agua potable: 330 millones. Además, el fuerte crecimiento demográfico del continente supone una continua amenaza para sus recursos hídricos. No existen políticas de aprovechamiento de estos recursos y existe un alto grado de contaminación en muchos de los ríos y acuíferos africanos. Es normal que la población se lave, haga la colada y recoja el agua para uso doméstico y para beber de un mismo lugar, por ejemplo.
Algunos países intentan acaparar la mayor cantidad posible de las aguas de su región, como es el caso de Egipto, que controla la mayor parte del caudal del Nilo en beneficio propio, impidiendo a sus vecinos la construcción de embalses, represas o canales.
En África occidental se aprecia cómo los ríos van perdiendo caudal debido, principalmente, a la deforestación y el aumento de las temperaturas. Así, en Nigeria, el país más fuerte de la región, con una población de 127 millones de habitantes y con una fuerte tasa de crecimiento y una gran urbanización, la mitad de su población no tiene acceso al agua potable.
Esta situación se repite en muchas otras partes del mundo, como en el cauce del río Jordán en Oriente próximo y en la frontera entre México y los Estados Unidos, entre otros.
Así, muchos analistas piensan que, al igual que durante el siglo XX el petróleo jugó un papel central en la mayoría de los conflictos, en el XXI será reemplazado por el agua.
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