El próximo 19 de julio se conmemoran los 30 años del triunfo de la Revolución Sandinista. Los “muchachos” del FSLN entraron en Managua dos días después de la huída de Anastasio Somoza. La dictadura caía tras instalarse la familia Somoza en el poder en 1936, dos años después del asesinato de Sandino, el líder de la resistencia contra la invasión norteamericana.
La juventud nicaragüense destruyó el aparato de poder somocista mediante una insurrección dirigida por el Frente Sandinista de Liberación Nacional, fundado en 1961. La clave del éxito de los sandinistas fue la fusión de los combatientes con la población. Ellos se reconocieron en las necesidades populares y las dotaron de contenidos políticos, las impulsaron y las convirtieron en la acción armada que derrotó al dictador.
La tarea fue heroica y sacrificada. Se calcula que 50.000 personas cayeron víctimas –entre muertos y heridos – en los bombardeos indiscriminados por la guardia somocista a las principales ciudades y en otros escenarios de la guerra contra la dictadura. El triunfo popular de 1979 desencadenó transformaciones y acontecimientos que han marcado la vida de generaciones enteras.
En los diez años que duró la Revolución Sandinista, Nicaragua gozó del mejor gobierno de su historia. La sociedad, la política, la economía y la cultura se democratizaron y se avanzó en igualdad y justicia social. En lo económico, se promovió el sector nacional y estatal y se distribuyó mejor la riqueza.
Los avances
El país fue reconocido por la UNESCO por reducir el analfabetismo del 50,3% al 12,9% en los seis meses de 1980 en que la Cruzada Nacional de Alfabetización movilizó a más de 115.000 jóvenes. Se estableció la educación gratuita en todos los niveles en un despliegue que mantenía estudiando a uno de cada dos nicaragüenses en 1989. En el área de salud, la atención médica se hizo gratuita, y se movilizaron 169.000 brigadistas que administraron 3.330.000 vacunas anuales.
Se transformó la propiedad de la tierra, expropiando a Somoza y a propietarios ociosos. El Estado repartió la mitad de estas tierras entre los campesinos, que captaron el 66% del crédito agrícola. Se organizaron más de 3.000 cooperativas y el latifundio se redujo del 36% al 10%. El 68% de la producción exportable procedía del Área Propiedad del Pueblo y de los pequeños productores.
Seguridad Social, industrialización, viviendas, servicios públicos, carreteras… Todo acompañado del renacimiento cultural, el impulso de las organizaciones populares y el establecimiento de un sistema político pluralista, basado en elecciones y libertad de expresión.
Las injerencias
Todas estas transformaciones se desplegaron en medio de la agresión de EE.UU. El ascenso de Reagan al poder en 1981 inició una agresión permanente que motivó la condena a EE.UU. por el Tribunal Internacional de La Haya en 1986, por “entrenar, armar, equipar, financiar y abastecer” a la ‘contra’ y “alentar, apoyar y ayudar en la ejecución de actividades militares y paramilitares en y contra Nicaragua”, por el minado de los puertos y por el bloqueo económico.
La Guerra de Baja Intensidad financiada por Washington causó 50.000 víctimas, entre muertos, heridos y secuestrados y, finalmente, el agotamiento político de los sandinistas, que, contra todo pronóstico, perdieron las elecciones de 1990, las segundas celebradas en el marco de la guerra.
Obstáculos y retos
Después llegó el desastre: 17 años de neoliberalismo feroz que han reducido las conquistas revolucionarias a un recuerdo dulce y que desbarataron y desunieron a los sandinistas. Los datos del PNUD de 2006 indican que el 10% de los nicaragüenses muere antes de los 40 años por efecto de la pobreza; el 21% no accede al agua potable; el 23.3% de mayores de 15 años son analfabetos, el 45,1% vive con un dólar o menos.
Hoy gobierna de nuevo el Frente Sandinista. El presidente es el que dirigió el gobierno revolucionario. Sin embargo, no se puede decir que haya resucitado la revolución. Los revolucionarios que aún quedan entre los sandinistas tienen por delante en este tiempo de nuevas oportunidades la ocasión para reconstruir la conciencia popular sobre la necesidad de cambios y la aún más difícil tarea de saber cómo realizar esas transformaciones. Quién sabe si ya han nacido los que se harán cargo de ese nuevo momento en el tiempo de la historia.
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