Centroamérica es una de las zonas del mundo más vulnerables a los riesgos climáticos debido a sus características geográficas y sus condiciones socioeconómicas y ambientales. Estos riesgos afectan a la producción agrícola y a los campesinos más vulnerables. El llamado corredor seco centroamericano define a un grupo de ecosistemas que se combinan en el bosque tropical seco de Centroamérica.
En Nicaragua, durante los últimos tres años, ha llovido un 20% menos, lo que se traduce en pérdidas superiores al 60% en la primera cosecha anual.
Para alejarme de los informes y de los fríos datos sobre cómo los cambios están afectando a la vida de la gente, visito Jinotega, la capital del departamento del mismo nombre, en el noroeste de Nicaragua. Me entrevisto con Marta María Pérez, de Cáritas Diocesana de Jinotega, que ha puesto en marcha varios proyectos pensados para las familias campesinas más pobres que están sufriendo las consecuencias del corredor seco.
En las tierras de Pedro Antonio Chevarría, a poco más de media hora de Jinotega, saben de la angustia de la falta de agua. En su finca, Cáritas le ayudó para construir un reservorio de agua para facilitar el riego en los momentos más críticos, como los actuales. En casa de su hermano Buenaventura -nueve hijos y catorce nietos- también se instalaron unos silos en su vivienda, que le han servido de gran ayuda a la hora de conservar el escaso grano recogido. Buenaventura me cuenta que su vida siempre ha sido una constante lucha para poder sacar de la tierra lo mínimo para comer y poco más.
En la comunidad de Santa Bárbara vive Magdalena Centeno. Aquí tiene su casa y su poquito de tierra, que también está sedienta por el agua que no llega. Magdalena es una de las más de 800 personas directamente beneficiadas por estos sencillos proyectos de desarrollo. En casa de Magdalena también han instalado unos pequeños silos que, entre otras cosas, han facilitado un poco la dura vida de esta familia.
En el medio rural nicaragüense, los índices de pobreza se disparan: ronda el 70% de la población afectada. Las familias sufren una gran escasez de los productos básicos de su alimentación, como maíz y frijol, debido a la degradación de los suelos, a su sobreutilización, abuso de agroquímicos, proliferación de plagas, etc. A esto se unen los fenómenos naturales adversos. Por debajo de cifras y causas, hay vidas marcadas para siempre. Como la de los hijos de Magdalena, cuya educación se va a resentir y el círculo de la pobreza seguirá sin romperse. Ella me cuenta cómo ya una de sus hijas tuvo que dejar de estudiar y la pequeña va por el mismo camino. Hay que reducir gastos y hay que ayudar a sacar adelante a la familia. En fin.
En la comunidad de El Cacao, muy cerca de Magdalena, viven Bayardo, Damaris y sus dos hijos. Esta joven pareja también se ha beneficiado de este amplio proyecto que busca aportar soluciones a la situación de la población campesina más vulnerable. Para enriquecer la calidad de la alimentación de las familias, el proyecto, financiado por Manos Unidas, contempla por, ejemplo, el cultivo de árboles frutales que se han repartido para que puedan tenerlos en sus parcelas.
Damaris, la mujer de Bayardo, pertenece a esa mitad de la población mundial que depende de los combustibles sólidos para satisfacer sus necesidades de energía más básicas: cocinar, calentar agua y calefacción. Según la Organización Mundial de la Salud, un millón y medio de personas mueren por la quema ineficiente de leña y otros combustibles en el interior de la vivienda. Esto crea un cóctel peligroso de cientos de contaminantes. Día tras día -y durante varias horas seguidas- las mujeres y sus hijos están expuestos a ellos. Esta práctica es un importante factor de riesgo de neumonía en los niños y de enfermedades respiratorias crónicas en los adultos.
Hubencia, que vive a pocos metros de Damaris, ya ha podido instalar la nueva cocina –también dentro del proyecto- que le permite trabajar con mucha más comodidad, sin aspirar humos y gastando bastante menos menos leña.
También muy cerca, entro en casa de una de las familias beneficiadas con un filtro. Gracias a esto, pueden beber agua en buenas condiciones. Casi la mitad de la población rural nicaragüense no tiene acceso a agua de calidad. Y no hay que olvidar que el 85% de las enfermedades que padece la población más pobre del mundo están relacionadas de una forma u otra con la calidad del agua
Las familias que viven en la comunidad de El Limón, muy cerca de la ciudad de Jinotega, están acostumbradas no sólo a la escasez de agua sino también a lo contrario. Son frecuentes las riadas producidas por grandes trombas de agua que en pocos minutos llegan a poner en peligro la seguridad de los habitantes del lugar.
Ernesto y su familia viven desde hace años en El Limón y son de los más afectados cada vez que viene una riada. Ernesto participó en la formación en gestión de riesgos que se ofreció a los habitantes de la zona.
En Chagüite Grande vive Rubén Emilio, otro agricultor que también ha recibido ayuda para llevar adelante su explotación. No sólo se ha formado a los campesinos en nuevas técnicas sino que, además, estos proyectos contribuyen a disminuir el deterioro medioambiental y a la conservación y protección de los recursos naturales locales. Por ejemplo, con productos muy sencillos, Rubén ha conseguido mejorar la alimentación de las gallinas. También ha sido un descubrimiento el poder elaborar de forma natural productos fungicidas que contribuyen a mejorar sus cosechas.
- La justicia social pasa por una justicia fiscal - 29 de mayo de 2023
- Gasto militar y belicismo en España - 23 de mayo de 2023
- Mujeres adultas vulneradas en la iglesia - 18 de mayo de 2023