Soy Jesús Salas Martínez, actual director asistencial de área de Salud de Badajoz del Servicio Extremeño de Salud, en nuestro organigrama la figura que aúna y controla la asistencia primaria y especializada. Anteriormente cirujano de aparato digestivo y profesor titular vinculado interino de cirugía de la Universidad de Extremadura. Soy miembro del Movimiento de Profesionales Cristianos.

vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Jn 13,14-15
En estos momentos de zozobra para la población y el sistema, en los cuales la gente ha entrado en pánico, donde afloran las debilidades humanas poniendo las necesidades individuales (la mascarilla, el gel…) sobre la colectivas, me sale más mi sentido profesional y cristiano, de ayuda a los demás, de procurar la mejor salud para la mayor población posible, tanto de salud corporal, como también de tranquilidad de espíritu.
Desde mi actual trabajo de gestor sanitario me interpelan muchas situaciones y trato de darle una visión creyente, que a veces es difícil de encontrar. Me preocupa mucho la responsabilidad de tener a punto los equipos de atención primaria y hospitalaria, preparados, atentos y vigilantes de la situación (me interpela la parábola de las diez vírgenes, Mt 25, 1-13). La salud mental y física de mis profesionales (recuerdo que la mies es mucha y los obreros pocos, Lc 10,2a), me preocupa mucho la equidad del sistema (como decía Pablo: “ya no hay judío ni griego, ni esclavo ni libre”, Gal 3,28-), pero sobre todo me preocupa las decisiones clínicas que a veces tienen que tomar los profesionales que están en primera línea y ahí solo puedo pensar en “nada te turbe, nada te espante…” y confiarme a que el Espíritu Santo los iluminará en sus decisiones y el Padre los reconfortará (Jn 14,16).
Pero también me anima y esperanza la actitud de los profesionales que se ofrecen desinteresadamente a “lo que haya que hacer”, de organismos públicos como la universidad, que apoyan incondicionalmente con personal y equipos técnicos y de empresas que donan lo que tienen para el bien común. Todo ello me recuerda a lo propio de la comunidad: “Todos los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma, y nadie llamaba propia cosa alguna de cuantas poseían, sino que tenían en común todas las cosas” (Act 4,32).