La solidaridad es una actitud en la vida

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Foto. J. Ignacio IgartuaDespués de un encuentro de lo más tradicional en Madrid, bajo el reloj de la Puerta del Sol, la entrevista con Asunción González Sotos se convierte en un ameno diálogo, entre sorbo y sorbo de café, consensuado en unas cuantas palabras que definen su quehacer de cada día, marcado por “un teléfono y un corazón llenos de números”, para atender allá donde la reclama la necesidad de tanta gente en el madrileño barrio de Vallecas.

Asunción, hija de dos maestros formados en la Institución Libre de Enseñanza y enganchados a La Barraca de Federico García Lorca, estudió biología y, durante 17 años, trabajó en una importante empresa de ingeniería, en la división de medio ambiente. Antes había estado una temporada en los Estados Unidos con su marido, ingeniero industrial, para hacer un curso de postgrado. Un mobbing laboral, con un jefe que no entendía nada, le llevó a pedir la baja voluntaria, porque “tampoco he tenido una vocación tremenda por la biología y por el trabajo fuera de casa, pese a que lo he hecho toda la vida. Además, podíamos resistir con el sueldo de mi marido, ya que siempre hemos vivido con cierta austeridad”.

Corría el año 2011 y, desde entonces, Asunción se dedica a hacer cosas por los demás. “La verdad es que estoy muy liada y creo que soy la perfecta trabajadora sin remuneración”, manifiesta con una amplia sonrisa, antes de iniciar este diálogo de palabras. Le vamos lanzando conceptos y ella va respondiendo lo que cada uno le evoca.

Solidaridad: Es una actitud en la vida. La solidaridad es independiente de que los tiempos sean buenos o malos. En los peores períodos habrá que activarla más. Hay que marcar prioridades. Es verdad que no podemos olvidar a los de aquí y tenemos que ingeniárnoslas para llegar a más personas. Lo que está claro es que no podemos dar la espalda a nadie.

Recortes: Alguna vez ya he dicho que el político que recorta no ve las caras de quienes se ven afectados. Cuando se vive rodeado de un gabinete no se está en contacto con la realidad. Según van pasando los meses me pregunto si los recortes son necesarios y, desde luego, de lo que estoy convencida es de que la dirección de los mismos es completamente arbitraria.

Siempre hay que apoyar

Lucha: Soy una persona poco luchadora. Me encanta que otros tengan las ideas, pero siempre hay que apoyar. Especialmente en estos momentos que están surgiendo numerosas propuestas de ingenio y generosidad.

Justicia (social): Es como la respiración. Es tan básica que, sin ella, no se puede hacer nada. Lo malo es que en estos momentos no la tenemos.

Política: Es un mal necesario. Alguien se tiene que encargar de la gestión del país. La política es un servicio y se ha confundido con otras muchas cosas. Quienes se dedican a la política deberían tener una clara vocación de servicio. Y, aunque pueda sorprender, yo la veo en los Estados Unidos, aunque a veces sea de palabra. En estos momentos los políticos se han convertido en una clase extractiva.

Corrupción: No sé si va ligada a nuestros genes, porque da la sensación de que no se corrompe el que no puede. Incluso es fácil escuchar en conversaciones de personas sencillas cómo se puede trampear, por ejemplo, con Hacienda. A veces tengo la sensación de que la sociedad acaba comprendiendo al que se corrompe y esto puede ser algo desolador.

0’7%: Fue un ejemplo de esas cosas que hay que apoyar. Fue una idea genial de un buen amigo, Pablo Osés, que se puso con una pancarta en la Puerta del Sol y que, con una huelga de hambre de por medio, terminó siendo una gran movilización social. Nunca alcanzamos el 0’7%, pero se trató de ir por esa línea, aunque ahora estamos mucho más lejos de conseguirlo y apenas llegamos al 0’2%. Se me cae la cara de vergüenza.

Un momento de ilusión

Acampada: La acampada en la Castellana fue, sobre todo, un momento de gran ilusión. Mi marido estuvo allí con tres de nuestros hijos, mientras yo me quedaba en casa con la más pequeña y me acercaba cuando podía. Fue maravilloso.

Familia: Tengo dos hermanos sacerdotes del Opus Dei. También tengo cuatro hijos fantásticos, dos chicas y dos chicos. Creo que se sienten orgullosos de lo que hago, pero son despegados respecto a la religión. Una es bioquímica; otro, músico; el siguiente es economista y abogado, con una gran sensibilidad social y la pequeña estudia filosofía, que compagina con teatro y baile. Junto a mi marido, me siento orgullosa.

Desahucio: Detrás de ello hay una gran trampa. Se ha engañado a las personas de manera injusta. Apoyamos en el barrio a la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, a Cáritas, que se está moviendo mucho.

Inmigración: Los inmigrantes me parecen personas trabajadoras, que han venido a ganarse la vida. Tenemos que luchar contra la idea de que están quitando puestos de trabajo. La realidad es que han hecho lo que no quería nadie. Ahora nos estorban, nos molestan y los vemos como contrincantes. Hay que luchar por ellos y con ellos.

Racismo: No lo siento en mi corazón. Sí que lo hay “camuflado” en frases, pequeños gestos…

Mujer: Es el sexo chapó. Si volviera a nacer elegiría ser mujer. Por todo lo que ha tenido que sufrir y luchar ha adquirido una capacidad extraordinaria en todos los frentes, desde el trabajo en casa hasta los puestos de máxima responsabilidad. De todas maneras, creo que estamos retrocediendo, aunque no soy pesimista.

Renuncia: Si alguien me mira desde fuera puede pensar que he renunciado a muchas cosas, pero siempre han sido decisiones en común con mi marido –casi 40 años de matrimonio- y siempre me he alegrado de la elección que hemos tomado. Esto, unido a que tengo facilidad para adaptarme, me hace sentir que no he renunciado a nada y me siento feliz.

Presente: En general estamos en un momento malo, pero estoy segura de que va a surgir la “chispa”, porque son muchos los intentos que se están haciendo para cambiar este sistema. Hay que tener esperanza.

Iglesia: Soy creyente y practicante. Estoy bastante “retirada” de lo que es la jerarquía, pero no me afecta. Estoy en una comunidad católica que nutre mi fe y con ello me basta. Me gustaría que la Iglesia fuera de otra manera, pero entiendo que es como una familia, en la que puede haber miembros que no te gustan pero son de la familia. En muchas ocasiones me siento avergonzada, porque en estos momentos de crisis debería estar “gritando” por muchas causas.

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