“Trabajamos para que las mujeres reconozcan su derecho a decidir qué vida quieren”

Raquel Vásquez en un encuentro celebrado recientemente en Madrid. Como indígena, vivió la violencia del exilio en México a causa del durísimo conflicto armado vivido en su país, Guatemala, durante treinta años. Después, con apenas 18 años, vivió la violencia de un esposo indigno, de esos cuyo cociente intelectual no va más allá del “o eres para mí o no eres para nadie”. Estas dos experiencias marcaron profundamente la vida de Raquel Vásquez, coordinadora de la Alianza de Mujeres Rurales, que pasó de la “resignación” a la lucha activa por los derechos de las mujeres. Son ya 18 años de esfuerzo. En un reciente encuentro celebrado en Madrid, organizado por Intermón Oxfam, ha compartido sus experiencias y las de las mujeres guatemaltecas por conseguir sus derechos.

¿Qué es la Alianza de Mujeres Rurales?

Es un espacio de convergencia, que nos permite ir juntas a proponer cambios no sólo hacia afuera, sino también hacia adentro, hacia nosotras mismas. Para esto tenemos una estrategia: la formación política integral, que va desde la sanación y el crecimiento personal hasta la investigación que nos permite descubrir nuestra realidad actual.

¿Cómo se llega a ser una lideresa?

Primero tomando conciencia de las situaciones, después capacitándose y conociendo los derechos que tenemos como personas y como mujeres. Cuando comencé a conocer mis derechos me di cuenta de que podía haber sido libre, sin manipulación y sin miedo. Esa toma de conciencia me llevó a luchar con otras mujeres para que llegaran a esta misma conclusión. Así participé durante un año en una de las primeras escuelas de formación de líderes comunitarios. Toda esta experiencia me fue dando confianza en mí misma, reconociendo que podía ser otra persona.

¿La mujer guatemalteca conoce sus derechos?

Hemos avanzado, pero no todas son conscientes de que tienen sus propios derechos y que no tienen que soportar una vida de violencia. Aquí empieza el papel de quienes hemos superado esa situación, haciéndolas ver que no tienen que soportar una vida marcada por la violencia en el propio hogar, ya sea por los padres, el esposo, los hermanos o los suegros. Trabajamos para que vayan reconociendo su derecho a decidir qué vida quieren llevar.

¿Cuál diría que es el derecho más violado en su país?

El punto más grave es el derecho a decidir por sí misma, porque a la postre engloba a todos los demás derechos. El hecho de no poder decidir pasa por no participar en la educación, por no acceder a la salud, por no asentar a la tierra, que en Guatemala es el medio de vida más fuerte. Por todo ello, la mujer no es reconocida en todo lo que hace.

-	La coordinadora de Alianza de Mujeres Rurales participó en un encuentro organizado por Intermón Oxfam.

Un sistema que divide

¿Cuál es la situación de la mujer guatemalteca?

Hay que resaltar que la mujer indígena y campesina es la que menos oportunidades ha tenido en todas las facetas de la vida. Pero esto no quita para que nos demos cuenta de que todas las mujeres, la rural y la urbana, tengamos las mismas problemáticas. En términos de violencia todas sufrimos la misma, estamos marcadas por ella. El sistema mismo nos ha dividido por etnia, por formación, por clase social, con lo que no hemos logrado poner en común la problemática que vivimos por el hecho de ser mujeres.

¿Qué obstáculos les ponen?

En Guatemala uno de los mayores obstáculos es la represión política. Las leyes no garantizan el derecho a participar y decidir. Ahora que las mujeres hemos avanzado un poco en los espacios de toma de decisiones a nivel local y regional, viene la represión. El trabajo que realizan las mujeres en defensa de la vida, el territorio, la tierra, la participación, no es reconocido. Los obstáculos son tan fuertes que los pocos espacios que se ganaron con los Acuerdos de Paz el Gobierno los “bota”.

¿Esto indica una baja calidad democrática?

Hacia afuera Guatemala es una democracia “pintada”, pero hacia dentro no sé si podemos llamarla democracia. Hay que mejorar muchísimo en derechos humanos, justicia, reparto de la tierra…

¿Las mujeres influyen políticamente pese a todas estas cortapisas?

Creo que sí. Hemos avanzado pese a los grandes obstáculos. Las mujeres estamos luchando. Posiblemente no tengamos grandes resultados, pero organizativamente están muy marcados los esfuerzos. Estamos recuperando los conocimientos ancestrales en soberanía alimentaria y estamos llegando a los espacios de poder a nivel local. Va despacio, pero seguro, porque tenemos muy claro que lo que queremos son cambios para nosotras y para la familia.

¿Cuál es el gran reto?

Reconocer que tenemos que llegar a otros espacios, pero por nosotras mismas. Por ejemplo, queremos hacer cambios en salud, pero que sea para nosotras; en educación, pero para nosotras; en la posesión de la tierra, pero para nosotras, que siempre hemos sido las que menos oportunidades hemos tenido.

Una agricultura sostenible

Antes ha mencionado la soberanía alimentaria, ¿cómo está el tema?

Creo que tenemos que trabajar mucho, porque la mera verdad es que en Guatemala hay una gran reconcentración de la tierra para la siembra de monocultivos, la extracción minera, las hidroeléctricas. Estamos nadando contra corriente de esas grandes políticas extractivas del Gobierno y las empresas. El Gobierno plantea la agricultura familiar, cuando nosotras proponemos la agricultura sostenible, además de la agroecología y la soberanía alimentaria. Otro problema es que en la agricultura familiar la mujer queda excluida. ¿Dónde queda todo el trabajo que la mujer hace en selección de semillas, preparación de tierra, de siembra, de cosecha…?

¿En la lucha diaria de quién reciben apoyo?

 Recibimos apoyo de la cooperación que se identifica con nuestras luchas, como Oxfam. No nos gusta recibir financiación del Banco Mundial o del Gobierno que, acosta de la vida de las personas, nos quieren devolver algo. Cuidamos mucho que los fondos sean muy transparentes.

¿Hay relevo en el liderazgo?

Sí lo hay. En estos momentos promovemos la participación de mujeres jóvenes y que se involucren en el proceso hombres. Tenemos la política de que las jóvenes vayan asumiendo cargos desde lo local hasta lo nacional y así seguir el trabajo por los derechos de las mujeres.

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