

Kenia García es una paraguaya que reside desde hace años en España y que ejerce la prostitución por decisión propia tras haber pasado por innumerables trabajos precarios. Esta trabajadora del sexo, como se autodenomina, defiende el fin de las leyes y normas que penalizan a las mujeres como ella.
Tú perteneces al Colectivo de prostitutas de Sevilla, una plataforma colaborativa de trabajo en el que participan mujeres de varios sitios de España ¿Cuáles son vuestras principales reivindicaciones?
Tenemos un Documento que desarrolla nuestras demandas y reivindicaciones. Y lo que pedimos es el respeto a nuestra decisión de trabajo como personas adultas que somos; la despenalización de la prostitución, lo que implica eliminar leyes y normas que nos criminalizan de forma directa o indirecta; pedimos alternativas de progreso económico para las que quieren abandonarla y garantías laborales para las que desean seguir ejerciendo. Acceso efectivo al empadronamiento, cierre de los CIES, el cese de las deportaciones y la derogación de la Ley de extranjería; diferenciar trata de prostitución, y protección real y efectiva de las víctimas de trata, que es algo en lo que coincidimos con otras ONGS que trabajan en el sector. Y, finalmente, pedimos campañas públicas para luchar contra el estigma de las personas que ejercen la prostitución.
Pedimos campañas públicas para luchar contra el estigma de las personas que ejercen la prostitución.
Pero realmente la prostitución no es ilegal en España…
Hay un vacío legal, está penado el proxenetismo, pero la prostitución no es ilegal. Pero hay muchas normativas que nos criminalizan; como la Ley mordaza que multa a las personas que ejercen en espacios públicos, por desobediencia o por exhibicionismo. También multa al demandante de servicios sexuales, lo que es una criminalización indirecta porque la policía, para llegar al cliente persigue a la mujer.
Hay muchas ordenanzas cívicas, que son para “proteger la convivencia ciudadana”, pero que actúan como el sucedáneo de la Ley de vagos y maleantes de Franco y que criminalizan la pobreza. En Málaga, por ejemplo, la Cadena Ser ha denunciadoque por esas ordenanzas se multa 20 veces más a las mujeres que a los hombres.
Sé que os sienta mal que os llamen “mujeres prostituidas”, por ejemplo…
En determinados medios, se dice “mujeres prostituidas o en contexto de prostitución”. Y eso es una degradación porque habla de un sujeto pasivo que necesita tutela o protección mientras que nosotras como “prostitutas” nos reconocemos como “mujeres que ejercemos un oficio”. El sujeto pasivo no tiene protagonismo, es solo víctima, y si es así necesitan una tutela, por parte del estado o de las ONGs. Pero las prostitutas somos sujetos activos con capacidad de decisión sobre el oficio que ejercemos. Esa manera de nombrarnos va en interés del estado y de las ONGs, que son “la industria del rescate” y que tienen intereses económicos en convertirnos en victimas. Yo me autodenomino “trabajadora sexual”.
Denominarnos «mujeres prostituidas» va en interés del estado y de las ONGS, que son «la industria del rescate».
¿Cuéntanos algo de tu historia, de tu llegada a España y de tu experiencia?
Soy de Asunción, Paraguay, llegué en el 2008 a un pueblecito de Orense, con mi pareja, un gallego, y mi proyecto migratorio era el de formar una pareja. No funcionó y me marché para la capital y estuve 3 años en situación irregular; a los 3 años pude regularizar mi situación administrativa y trabajé hasta el 2013 en muchos oficios: en hostelería, como conserje, como cuidadora en una residencia de mayores, y también de servicio doméstico. En el 2013, el dinero se me iba acabando, 7 euros la hora limpiando casas no me llegaba para poder vivir sola como quería. Intenté progresar económicamente, hice cursos, etc. pero no hubo manera; mi condición de inmigrante me llevaba a trabajos feminizados y precarizados. Estaba harta de vivir para trabajar y me planteé ejercer la prostitución, sin valorar el precio que iba a pagar, el estigma social que significa. Y entonces veo que tengo más tiempo y más dinero y fui dejando el servicio doméstico. Me moví por la cornisa cantábrica, alquilaba pisos que compartía. Y se me rompieron los estereotipos sobre la prostitución, tanto sobre los clientes como sobre las mujeres. Yo me sentía avergonzada, hasta que descubrí que había un movimiento global de mujeres que se consideraban trabajadoras y que eso contrastaba mucho con el discurso imperante. Fui acumulando indignación y rabia porque las mujeres que yo iba conociendo eran mujeres con historias duras, pero no víctimas, mujeres fuertes que trataban de sacar adelante a sus familias, y que eran tratadas con absoluta falta de respeto. Y ahí empiezo a dar la cara públicamente, porque antes yo me ocultaba ya que el estigma social acabamos interiorizándolo.
¿No crees, como muchas ONGs, que trata y prostitución van de la mano? Y que para combatir lo uno hay que combatir lo otro…
Eso es, primero, borrar al resto de víctimas de trata con otros fines, que también las hay, como trata para la mendicidad, para delinquir, el matrimonio forzado, el trabajo esclavo. La trata está ligada al trabajo, y con esa lógica que se nos aplica, ¿que hacemos, eliminar el trabajo del hogar o el trabajo agrícola para evitar la trata con fines de explotación laboral en este sector? La trata de seres humanos está ligada al trabajo y a las fronteras. Cuando las mujeres no tienen vías seguras para migrar, acaban en la trata. De modo que está ligada al trabajo y a esa ley de extranjería tan carca que tenemos desde hace 36 años. Instrumentalizar la trata para luchar contra la prostitución lo único que hace es diluir la responsabilidad del estado en la lucha. ¿Por qué las fronteras son porosas para las mafias? Porque hay corrupción. Se usa la trata contra la prostitución y eso no hace bien ni a las víctimas de trata, que acaban muchas veces en los CIES’s, ni a nosotras.

Pedimos reconocimiento y derechos laborales y eso no interfiere ni entra en conflicto en la lucha contra la trata, podríamos ser colaboradoras eficaces en la lucha contra ese delito. La policía sólo las protege si colaboras en denunciar al proxeneta y muchas mujeres tienen miedo por ellas y sus familias. ¿Se podrá acabar con la trata? Si se derogara la Ley de Extranjería, la trata disminuiría drásticamente, además el Proyecto Esperanza ha denunciado que con esta ley se condiciona la protección de las víctimas.
Muchas personas consideran degradante para la mujer el comercio sexual…
Considerar el comercio sexual como algo humillante forma parte del contexto cultural y moral de cada persona. Pero ¿qué es digno para cada uno? Yo, cuando trabajé en empleos de cuidados en fin de semana sufrí muchas humillaciones y “racistadas” y tuve que aguantarlas, y eso era humillante. Para mí, ejercer la prostitución no es humillante; esa idea está ligada a una construcción social que sacraliza la sexualidad y considera nuestro cuerpo como un templo que solamente puede abrirse por amor. Hay mujeres que ejercen y sienten vergüenza, están escuchando que lo que hacen es vergonzoso y lo interiorizan así. Hay mucho clasismo en esta concepción que liga tu valor como persona a lo que haces para sobrevivir.
También se dice que la industria del sexo está montada para satisfacer a los hombres y permitirles el acceso siempre fácil al cuerpo de las mujeres…
También hay mujeres consumiendo servicios sexuales. Mujeres blancas, occidentales y ricas que van a consumir a otros lugares como Centroamérica y África. Esta idea, que se utiliza mucho, carga sobre nuestros hombros todo el sistema, un sistema machista y patriarcal que, efectivamente, está construido así. La institución de la prostitución es patriarcal al igual que el matrimonio, y es la otra cara de la moneda: mujer buena, mujer mala; mujer privada y mujer pública. En una institución, el matrimonio, los hombres tienen sexo reproductivo y en la otra, sexo recreativo. Y ahora, están las plataformas de ligues, los clubes… hay todo un sistema en torno a la sexualidad de las mujeres y no solamente la prostitución. Hay que ampliar la reflexión porque si no, cargamos toda la responsabilidad de luchar contra el patriarcado sobre las prostitutas; las mujeres que ejercen no piensan en si contribuyen o no al patriarcado sino simplemente en llevar algo de comer a casa.
Erradicar la prostitución es difícil. Disimularla si se puede, pero hay que luchar primero contra la feminización de la pobreza.
El enfoque abolicionista sobre la prostitución te parece erróneo, ¿por qué?
La prostitución no se va a erradicar mientras exista un sistema capitalista de intercambio de bienes, porque no solo está ligada a la precariedad. También hay quienes complementan otros trabajos con la prostitución y gestionan así su sexualidad para lograr una mejora económica. De modo que erradicarla es difícil. Disminuirla sí se puede, pero hay que luchar primero contra la feminización de la pobreza, la precarización y la Ley de extranjería: las mujeres necesitan trabajo y poder moverse libremente.
El abolicionismo nos considera a todas víctimas y nos quieren salvar aun en contra de nuestra voluntad, nos deslegitima, nos criminaliza: o estoy alienada, o no me doy cuenta de que me están violando o soy del lobby proxeneta, eso cuando no aceptamos el papel de víctimas. Nos niega como sujetos políticos y su propuesta legislativa es para criminalizar nuestros ingresos. Nosotras no defendemos al hombre si no nuestro pan, porque si criminalizan mis ingresos no puedo subsistir.
¿Cómo ha afectado la pandemia al ejercicio de la prostitución?
Quedamos excluidas de las políticas públicas de protección ya que el nuestro no es un trabajo reconocido, de modo que ni paro ni ERTES. En 2020, el Ministerio de Igualdad publicó su plan de protección para víctimas de trata y de violencia prometiéndonos el acceso al Ingreso Mínimo Vital del que finalmente quedamos excluidas; generaron una expectativa y nos dejaron colgadas. Acudimos a cajas de resistencia, redes de solidaridad, el pueblo salvó al pueblo. Casos de mujeres que crían solas a sus hijos tenían miedo de acudir a los servicios sociales por si les quitan a los niños, ya que sobre la prostituta cae automáticamente la sospecha de la mala madre; tuvimos compañeras pasando hambre, en la calle, se cerraron los clubes sin alternativas de ninguna clase, ni económicas ni habitacionales. En el macro burdel de la Junquera, el propietario pudo acogerse a un ERTE para todos los empleados, pero las 90 mujeres que vivían allí no pudieron acudir a nada, no existían. Así es que las mujeres tuvieron que seguir trabajando a costa de su seguridad: o morir de hambre o de COVID.
Vosotras estáis en contra de la Ley de Libertad Sexual que actualmente se tramita en el Congreso, la Ley de “sí es sí”…
Nosotras no estamos en contra de la Ley, es importante para todas las mujeres. Pero meses después de presentarse la Ley, en octubre de 2020, se incluyó un articulado relativo a la prostitución, el 187.2 relativo al proxenetismo lucrativo y 187bis recuperando la “tercería locativa”, y eso cuando ya había sido cerrada la fase de consulta; nosotras somos un grupo social afectado por este articulado y hemos quedado excluidas de la obligación pública de consulta que establece la ley.
La Ley de Libertad Sexual dice que pone el consentimiento en el centro, es paradójico que anule totalmente el de las trabajadoras sexuales

¿Qué es eso de la tercería locativa y cómo os perjudica?
Es un retroceso histórico, recupera una figura del Código penal franquista del año 73. El artículo dice que el que “con ánimo de lucro y de forma habitual destine un establecimiento a favorecer la explotación sexual de otra persona, aun con su consentimiento, será castigado con pena de prisión”, será considerado un proxeneta. Desde el Ministerio de Igualdad se vende como una lucha contra la industria del proxenetismo y dicen que no va a afectar a las que ejercen de manera libre, tan solo a los clubes. No es así. Los clubes tienen licencias de hotel, de bar, de discoteca, etc… tienen amparo judicial, tienen poder. A los clubes no les va a afectar, esto nos va a afectar a las mujeres que compartimos pisos y alquilamos habitaciones. Porque los alquileres son de palabra, ya que no tenemos nómina, y muchas mujeres están en situación administrativa irregular. Y su manera de trabajar es recibir en su habitación a su cliente. Con esa propuesta, un arrendador puede ser acusado de proxeneta y las mujeres en situación de irregularidad por ejemplo pueden acabar con un expediente de expulsión. Podemos sufrir chantaje y extorsión por parte de arrendadores, como ya ha pasado en Argentina y Noruega. Si alguien me subarrienda una habitación, ella es proxeneta, para la Ley; esto nos va a perjudicar a las mujeres, es machista y clasista, las más precarizadas son las que van a sufrir más. Pedimos que esos artículos se eliminen, pero la ley adelante, bienvenida sea. La ley dice que pone el consentimiento en el centro, pero es paradójico que anule totalmente el de las trabajadoras sexuales.
¿Qué opinas de la reinserción como alternativa a la prostitución?
No somos inadaptadas, no necesitamos reinsertarnos, ya formamos parte de esta sociedad. Una prostituta puede ser una camarera o una profesora que ejerce en los fines de semana. Lo que reivindicamos son alternativas laborales para las mujeres que desean abandonar, que son muchas, aunque también somos muchas las que preferimos ejercer. Lo que se nos ofrece son trabajos feminizados y precarizados que ya han sido la causa para que la mujer huya a ejercer la prostitución. Hablo de un circulo de pobreza: se le ofrece un contrato de 3 meses en una ONG, pero cuando acaba, la mujer vuelve a la prostitución y la ONG ya cumplió. Además, no solo se trata de coser, cocinar, limpiar; a lo mejor se pueden desempeñar otras labores, y las hay que quieren estudiar una FP o ir a la Universidad, y no existen ayudas o becas. Mientras no solucionemos los problemas que tienen las mujeres en estos trabajos precarizados, tampoco solucionaremos nada en el mundo de la prostitución.
¿Qué necesitan las mujeres que ejercen la prostitución?
Parar la violencia social que soportamos (a mí me han acusado de todo). Acabar con ese estigma social y con la exclusión, respetar nuestras decisiones como personas adultas que somos, comprender que nosotras también necesitamos del feminismo. La prostitución no es feminista, ningún trabajo lo es y nosotras también necesitamos del feminismo como herramienta de empoderamiento. Y necesitamos voluntad política para una escucha activa, porque si no, solo harán leyes que nos perjudiquen.
Lo que pienso es que, sea cual sea el porcentaje de víctimas de trata, el delito debe de ser perseguido con todo el peso de la ley. Y que, sea cual sea el porcentaje de mujeres que ejercemos la prostitución, los derechos humanos nos afectan a todos, nosotras nos merecemos también tener derechos.
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