Los austriacos Martha y Gert Heizer pertenecen al grupo fundador del Movimiento Somos Iglesia. En 1995 escribieron un manifiesto de cinco puntos en el que expresaban que la Iglesia, siguiendo la línea abierta en el Concilio Vaticano II, debe ser participativa, democrática, valorar positivamente la sexualidad, no discriminar por cuestiones de género o de orientación sexual, etc. Las acusaciones de abusos sexuales cometidos por el entonces cardenal de Viena fueron el detonante que llevó a este grupo de personas a expresar por escrito sus planteamientos. Las firmas de apoyo se contaron por millones, sobre todo en Europa. Ello llevó a que en muchos países se creasen grupos de Somos Iglesia para seguir trabajando a favor de los postulados del manifiesto. Todo ello se vertebró en el Movimiento Internacional Somos Iglesia, IMWAC, que hoy agrupa a personas de todos los continentes.
Martha es profesora jubilada de la Facultad de Teología de Innsbruck y siempre ha estado en primera línea de la lucha por la renovación democrática de la Iglesia. Actualmente es presidenta de Somos Iglesia Austria y coordinadora de IMWAC.
Hace unos años, en una reunión de IMWAC, nos comunicó que Gert y ella se reunían periódicamente en su casa con otros católicos y que terminaban la reunión con una celebración eucarística aun cuando no había entre ellos ningún presbítero. Para dar un paso más en su lucha por el cambio en la Iglesia a favor de lo que se suele llamar “una Iglesia de iguales”, habían decidido hacer pública esta realidad siendo conscientes de las consecuencias que ello podía traer y dejando claro que era una decisión personal y que no nos estaban pidiendo que apoyásemos como IMWAC tal iniciativa. Tras el revuelo inicial en Austria y petición de explicaciones en el obispado de Innsbruck, pasó el tiempo sin mayores consecuencias. En mayo de 2014, en un ambiente de Iglesia más abierto y conciliador tras la llegada de Francisco al Vaticano y, por tanto, para sorpresa de muchos, Martha y Gert reciben la comunicación de que están excomulgados a menos que se retracten de lo que han estado haciendo (“simular la celebración de la eucaristía”, uno de los llamados graviora delicta). Ellos rechazan la excomunión y afirman que están dispuestos a dar sus razones y que se consideran católicos. A juzgar por las declaraciones del portavoz del Vaticano y otras noticias no publicadas, no está claro hasta qué punto el papa estaba al tanto o, incluso, de acuerdo con la medida, pero lo cierto es que ha ocurrido y ello ha tenido consecuencias que merece la pena constatar, pues puede hacerse también una lectura de castigo a IMWAC en la persona de Martha, que siempre ha estado en el punto de mira del Vaticano y de las distintas conferencias episcopales.
En primer lugar, está el hecho de la excomunión en sí misma, algo teóricamente vigente pero que se aplica en casos muy excepcionales y con evidente disparidad de criterios: ante delitos de enorme gravedad, como los actos de pederastia cometidos por clérigos que también aparecen en la lista de posibles causas de excomunión, no hay constancia de excomunión alguna en estos años de tanto escándalo por lo que se va descubriendo. Recientemente, en un contexto radicalmente distinto, el papa ha excomulgado a los que pertenecen y sostienen a las mafias que aún existen en Italia. Hablando de manera simple: ¿se merecen Martha y Gert estar en el mismo grupo que los otros citados? ¿No debería revisarse qué sentido tiene hoy en día la excomunión y cuándo debe aplicarse? Antes de llegar a la excomunión, ¿no debería haber un proceso de diálogo sincero por ambas partes? Y, sobre todo, ¿por qué llegar a medidas tan extremas cuando lo que se está manifestando es una discrepancia con la doctrina oficial, sí, pero no un comportamiento delictivo en el sentido de los otros casos mencionados? ¿Por qué no cabe la posibilidad de que “la parte oficial”, atendiendo al sensum fidelium, reconozca que hay que revisar la doctrina vigente? ¿Se mira más al cumplimiento del derecho canónico que al mensaje del Evangelio?
En segundo lugar, se ha vuelto a poner sobre la mesa algo que ocurre cada vez con más frecuencia en los lugares de todo el mundo donde hay católicos, por dos motivos principales: uno por la falta de presbíteros -alarmante en algunas zonas- y ello lleva a la cuestión de si tiene sentido que una comunidad no pueda celebrar la eucaristía porque no haya un presbítero disponible; y dos, por el hecho de que hay muchos laicos que quieren celebrar la eucaristía de manera comunitaria y participativa, quieren vivir la realidad de la Iglesia de los ministerios laicales que ocurrió en los primeros tiempos del cristianismo y en la que el presbítero es uno más, que participa según su ministerio pero que no tiene más categoría que el resto y, por ello, la celebración es esencialmente comunitaria. Esto último ha llevado en las últimas décadas a multitud de celebraciones en todo el mundo, con o sin presbítero, que suelen celebrarse en casas más que en parroquias y que tienen ese carácter fuertemente participativo. Hace unos años causó mucho revuelo el documento de los dominicos holandeses que proponía la posibilidad de eucaristías sin presbíteros y que tuvo muchos problemas, como puede suponerse.
Finalmente, quiero mencionar cómo se ha vivido en IMWAC la excomunión de Martha. Mientras que ha habido grupos progresistas dentro de la Iglesia que han mostrado inmediatamente su apoyo y su protesta por la excomunión (en Redes Cristianas hemos apoyado explícitamente el documento de la Iniciativa de los Sacerdotes Austriacos), en los grupos de Somos Iglesia ha habido cierto debate que nos debe hacer pensar, desde el apoyo incondicional a Martha que hemos dado muchos hasta la postura de otros pidiendo que sería mejor que no siguiera como coordinadora de IMWAC al estar excomulgada, pasando por posicionamientos intermedios. No comento esto como crítica hacia la realidad interna de Somos Iglesia, por otra parte muy variada en países muy distintos, sino para motivar la reflexión sobre nuestras opciones progresistas hacia el cambio en la Iglesia. ¿Hasta dónde estamos dispuestos a llegar personalmente o apoyando las iniciativas de otros? ¿Cómo nos situamos respecto a la Iglesia institución? Interesante es también lo que proponen algunos expertos próximos a Somos Iglesia: rebatir la excomunión con argumentos dentro del Derecho Canónico partiendo de las enseñanzas del Vaticano II que no se han desarrollado plenamente pero que potenciaban las celebraciones participativas.
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