Ésta es la forma que entiendo de estar en el mundo, una presencia activa, transformadora, con el corazón en el momento presente, los ojos y oídos abiertos, la mano tendida, empeñada en aportar mi granito día a día para hacer visible el Reino.
Carta a uno mismo, una misma
Deja tu huella en este mundo,
que no sea indiferente para él,
que no lo sea para nadie.
Sea tu huella el sudor de tu empeño,
las lágrimas de tus desesperadas manos,
las agujetas de tus ojos,
cansados de tanto mirar a otros
sin apenas pestañear,
sea tu huella el espejo de un corazón envalentonado,
un corazón obstinado en amar, en soñar y pelear.
Deja tu huella en este mundo,
pero no busques protagonismos.
No desees el reconocimiento fariseo,
no seas tú el fariseo.
Antes de nada estúdiate bien,
descubre tus sentimientos,
y si el necio orgullo o la soberbia
preside al resto, entonces olvídalo.
preocúpate antes por ti,
que después ya nos serás útil.
Deja tu huella en este mundo,
¿estás dispuesta? ¿lo estás?
No temas, es muy sencillo,
basta con saber abrazar,
abrazar y sentir ese cosquilleo
cuando el abrazo es correspondido.
Abraza este mundo, pégale un buen achuchón,
ofrécele lo que eres, sin más.
Como a un amigo, date por entera
y tu huella jamás se borrará.