Construir alternativas, urgente necesidad

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Foto. Antonio Marín Segovia

“Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo”. Siempre fue así.

Hay momentos en los que la movilización social generalizada puede acelerar los procesos. Vivimos en crisis, estafa o guerra que quieren ganar los de siempre. En España y otros países europeos somos víctimas de recetas ideadas por quienes no conocen los problemas reales, cotidianos, de las grandes mayorías. Supuestos expertos y expertas que no ven. Para estas personas, quienes quedan en los márgenes no existen.

Foto. Vakalokadepapeo

La historia se repite. Pregunten a la población latinoamericana por las consecuencias de sus años de reformas económicas. La memoria es nuestra mayor garantía. Puestos a recordar, me gustaría que se recordara a la generación de idealistas de Latinoamérica. Con locura, con romanticismo, salieron a pelear. Consideraban fraternalmente a todas las personas que se indignaban ante situaciones de injusticia, a las que estaban dispuestas a rebelarse y luchar por la dignidad. Consiguieron muchas cosas. Otros no. La gente más pura de aquella generación acabó siendo atacada por sus antiguos compañeros.
Una de sus enseñanzas fundamentales es la coherencia. Coherencia para recordar que el fin no puede justiciar los medios; para recordar que ninguna ideología, ningunas siglas, pueden servir para justificar lo injustificable. Algunos de los mejores miembros fueron condenados, marginados, por su espíritu crítico, por su afán de coherencia. Dijo Eduardo Galeano que “no merece la pena vivir para ganar”.

A veces, muchas veces, ganamos haciendo lo que la conciencia nos dice que debemos hacer. Porque, como tantas veces se ha gritado en los últimos meses, “Sí se puede”. Desde el 15-M se ha recordado también que “si luchamos podemos perder, si no luchamos estamos perdidos”.

Estamos perdidos porque los mercados sueñan la destrucción de una sociedad de oportunidades, con un potente Estado del bienestar. Trabajar más y cobrar menos, recomiendan algunas personas. Quizá las mismas que admiran el llamado capitalismo de valores asiáticos.

La historia no ha terminado, para disgusto de algunos. La historia, además, nos demuestra que es posible construir alternativas. Nos demuestra que los cambios son posibles y que la lucha por la dignidad y la justicia da resultados.

Foto. Asociación Cultural Alifa
Foto. Álvaro Herráiz San Martín
Foto. El Francotirador

Podemos comprobarlo, en nuestros días, con los y las activistas que han conseguido paralizar desahucios. Es decir, han conseguido que no se expulse a familias de sus casas, que no se destroce la vida de cientos de personas, que no se imponga la ley del más fuerte.
Necesitamos unirnos, no podemos dejar pasar más tiempo para construir alternativas necesarias ante una realidad insoportable.
Otra historia, otro futuro, otro mundo es posible. Lo hemos comprobado muchas veces, se ha recordado en cada Foro Social Mundial. La meta debe ser un horizonte donde nadie quede excluido, donde la libertad sea para todos los seres humanos.

Donde quienes hablan de libertad no digan que no hay alternativa a un sistema en el que menores dalits deben disputar con las ratas unos gramos de alimento. No podemos vivir en una sociedad que permite que un niño viva en condiciones de extrema pobreza a pocos kilómetros del centro de la capital del país, una sociedad que permite que ese niño tenga que ser ingresado por la mordedura de una rata. Vivimos en un mundo donde algunas personas obtienen grandes sumas de dinero con la venta de armas a países con conflictos en los que participan niños soldado, donde la maximización de beneficios multiplica las víctimas por hambre. En un mundo con millones de esclavos y esclavas prima el infoentretenimiento.

Defiende Zygmunt Bauman “la idea de que la libertad individual solo puede ser producto del trabajo colectivo (solo puede ser conseguida y garantizada colectivamente)”. Una propuesta radicalmente necesaria en una sociedad individualista, en la que se ha intentado privatizar la utopía, ante la pasividad de mucha gente. Sin ir más lejos, Ignacio Ramonet recordaba que, en Europa, “los socialdemócratas, casi siempre apoyados por las izquierdas y los sindicatos, aportaron respuestas originales y progresistas: sufragio universal, enseñanza gratuita para todos, derecho a un empleo, seguridad social, nacionalizaciones, Estado social, Estado de bienestar…”.
La socialdemocracia ayudó a construir sistemas que ofrecieron oportunidades universales, donde la desigualdad aún se consideraba un mal social.

Sin embargo, continuaba Ramonet, “la socialdemocracia europea carece de nueva utopía social. En la mente de muchos de sus electores, hasta en los más modestos, el consumismo triunfa, así como el deseo de enriquecerse, de divertirse, de zambullirse en las abundancias, de ser feliz sin mala conciencia… Frente a ese hedonismo dominante, machacado en permanencia por la publicidad y los medios masivos de manipulación, los dirigentes socialdemócratas ya no se atreven a ir contracorriente.”

En España es fácil constatar las consecuencias políticas de la traición a unos ideales, al ideal de sociedad justa. Se olvidó también defender el espacio público, defender la democracia como gobierno del 100%. “Todo es política”. La política es el arte de la construcción permanente, de hacer posible lo deseable, de buscar soluciones colectivas a los problemas individuales, de hacer posible que cada persona viva una vida plena. Una causa justa. Que quienes no tienen dignidad no la conviertan en indigna. Luchemos. Lo haremos, en palabras de Víctor Alonso Rocafort, con “el valor que confiere saber que participamos en causas justas.”

Reflexionemos. Busquemos la coherencia. Seamos capaces de mirarnos al espejo. Nos va el futuro en ello.

Autoría

  • Alandar

    Algunos artículos son escritos por personas ajenas a Alandar a quienes pedimos colaboración por su experiencia, conocimiento de la materia, etc...

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