Diospi Suyana: una obra de Dios

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alandar270_quepunto1a.jpgDicen que la fe mueve montañas. Cuando el doctor alemán Klaus John y su esposa Martina viajaron por Sudamérica en 1991, como dos mochileros más que toman fotos y compran souvenirs, no imaginaron que catorce años después construirían en medio de los Andes, a tres mil metros de altura, un sueño llamado “Diospi Suyana”.

Apurímac queda en la sierra sur del Perú y es una de las tres regiones más pobres del país. Allí las autoridades hablan español pero su población se comunica en quechua. Desde la llegada de los “doctorcitos gringos”, su lenguaje común es el de la fe.

Klaus John habla en perfecto español, pero cuando cuenta la historia que lo llevó a construir un hospital de primer nivel (cuyo nombre significa “Esperanza de Dios”) en medio de las montañas, sus palabras se tropiezan con la cadena de milagros que hicieron ese sueño realidad.

El duro comienzo

Volvieron a su país con la cultura inca y la biodiversidad natural como souvenir pero, sobre todo, con la imagen de la desigualdad social. Ése fue el cuadro que colgaron en su casa y el que mostrarían a sus amigos, con quienes formaron una asociación para recaudar fondos. Los John recorrieron 223,500 kilómetros por toda Alemania visitando iglesias, empresas y universidades que pudieran apoyarlos.

La mayoría respondió con negativas. Las primeras donaciones no pasaban las dos cifras y las actividades solidarias no dieron los frutos que esperaban. Así, sin mucho dinero pero con millonarias ganas de servir, los John viajaron con sus hijos para establecerse definitivamente en Perú y empezar a construir el sueño.

El 2003 compraron un terreno de 7.000 m2 en Curahuasi. La construcción requería una inversión de diez millones de dólares para la infraestructura y los equipos. Al colocar la primera piedra sólo tenían el 10% del presupuesto y las obras debían empezar pese a que el dinero no alcanzaba ni para pagar al ingeniero que las supervisaría.

Los John decidieron buscar a un profesional capacitado, con experiencia y que además no cobrara. El alemán Udo Klemenz reunía todos los requisitos. Luego de una charla por teléfono, en que el ingeniero sintió el llamado de Dios, respondió “amén” y viajó con su esposa para hacerse cargo de esa misión que, como ellos mismos dicen, “dio sentido a sus vidas”.

alandar270_quepunto1b.jpgTropiezo en la primera piedra

El proyecto comenzó pero al poco tiempo llegó una carta solicitando paralizar la obra. La razón: aquel era un territorio arqueológico protegido por el Instituto Nacional de Cultura, que además los obligaba a pagar una multa de setecientos mil dólares. Los John, que no entienden de razones cuando se trata de la fe, pidieron una audiencia con el Presidente de la República.

A pocos días de asumir su cargo, la primera dama atendió al matrimonio alemán y se asombró ante el discurso y las fotografías que Klaus John acostumbra a mostrar a los escépticos y creyentes. La obra continuó, la multa fue anulada y aquella presentación de imágenes siguió conmoviendo a todo tipo de donantes en el mundo.

La inquebrantable fe de Klaus consiguió imposibles. Se presentó ante la directiva de la transnacional Siemens en Alemania pidiendo un equipo, a sabiendas de que no es política de esa compañía hacer donaciones. Unos días después, lo estaban llamando para pedir la dirección adonde enviarían un tomógrafo valorado en ciento cincuenta mil dólares.

alandar270_quepunto1c.jpgCadena de milagros

Y Dios siguió obrando. En plena construcción del hospital publicaron una noticia sobre ellos en el semanario más leído de Lima. A los dos días Klaus y Martina vieron llegar un trailer que transportaba seiscientas bolsas de cemento. Los John averiguaron quién era el generoso donante y con sus agradecimientos pidieron otro milagro: cincuenta y cinco toneladas de acero.

No hace falta decir que la donación llegó, igual que una antena satelital de cincuenta mil dólares. Mientras Klaus John pedía precios para reemplazar un proyector decomisado, le mostró al vendedor la milagrosa presentación de “Diospi Suyana”. Un testigo, que era un alto ejecutivo de una empresa de telecomunicaciones, le pidió verlo en su oficina. No sólo donó la antena, también el servicio y mantenimiento de forma indefinida.

El hospital se inauguró en agosto de 2007. Cuenta con cuatro quirófanos, una sala de emergencias, banco de sangre, consultorios, pabellones para albergar a 60 pacientes, laboratorio, farmacia, cocina, lavandería, dormitorios para los voluntarios, un anfiteatro, una iglesia y hasta un helipuerto; sin mencionar el grupo electrógeno que permite que los equipos donados por ciento veinte empresas alrededor del mundo funcionen pese a las lluvias torrenciales.
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Pero todo sería inútil sin los ochenta trabajadores de planta y los treinta y cinco médicos voluntarios (entre alemanes, estadounidenses, australianos y suizos) que dejan de ganar miles de dólares para poder servir a cientos de personas en extrema pobreza, quienes se lo agradecen un millón de veces.

Todos los días llegan muchas personas de las lejanías que necesitan cobertura para su tratamiento porque su situación económica es crítica y sus enfermedades, complejas, apelando a que sólo podrán ser curados en el “hospital de la fe”. Desde que “Diospi Suyana” abrió sus puertas se ha atendido a más de cincuenta mil personas. La meta es triplicar el servicio que se brinda diariamente y esto se conseguirá sólo con la voluntad de sus donantes y voluntarios.

alandar270_quepunto1f.jpgLa cadena de milagros no debe parar; por el contrario, debe crecer y multiplicarse en los corazones de quienes creen que ésta es una verdadera obra de Dios.

Se parte de esta cadena de milagros, visita: www.diospi-suyana.org

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