En el enorme y variopinto universo de las ONG’s, de vez en cuando surgen iniciativas muy originales y comprometidas, del mismo modo que surgen otras extravagantes y más mercantilistas y mediáticas que solidarias. Entre estas últimas se encuentra, a mi juicio, la reciente campaña “Pídeselo a Al Gore”, propuesta por Acción contra el Hambre (www.pideseloaalgore.org). Dicha campaña pretende reunir el mayor número de adhesiones y firmas para pedirle a Al Gore (ex-vicepresidente de EE.UU.) que ruede una película —al modo de su oscarizada “Una verdad incómoda” y bajo el título “No Hunger”— para luchar contra el hambre, o más bien —citando palabras textuales de la campaña— para que movilice todo su poder mediático hacia este problema. A primera vista, parece una propuesta loable y digna de consideración. No voy a criticar el fin que persigue esta película (aún por hacer), que es el de sensibilizar ante esta realidad sangrante de nuestro mundo y presionar para que las ayudas al desarrollo sean realmente efectivas. Pero me pregunto ¿para eso hay que pedirle, rogarle con miles de firmas, a Al Gore, que por favor se digne a rodar dicho documental? Me pregunto por qué tiene que ser precisamente él —el “gurú” del cambio climático, el que se ha hecho de oro con el calentamiento global, el que ha llegado a cobrar 200000 euros por alguna de sus “apocalípticas” conferencias— quien dirija ese largometraje. Y me pregunto, sobre todo, si aquí se ha perdido la perspectiva, pues el protagonista en este asunto no es Al Gore sino, tristemente, el hambre de millones de personas.
Me parece que no habría que pedirle nada a este señor. En primer lugar, porque puestos a buscar directores de cine, los hay mucho mejores, con más trayectoria, menos ególatras y más comprometidos que él. Y en segundo lugar, porque la responsabilidad de esta lacra humana del hambre es de todos, y no podemos desentendernos de ella pensando que este político metido a director de cine vaya a descubrirnos el Mediterráneo. Como si no supiéramos de sobra lo que ocurre, como si no lo supieran de sobra los políticos y gobernantes…
En resumen, y con todos mis respetos hacia esta campaña, me parece que nuestra firma y nuestra acción deberían sumarse a otras iniciativas que, en lugar de tranquilizar nuestras conciencias o hinchar el ego (y la cuenta corriente) de personajes como Al Gore, nos hagan más conscientes y responsables ante los problemas que viven nuestros hermanos. La solidaridad de la que tanto hablamos hoy es más mediática que nunca, nos ayuda a “maquillar” nuestro egoísmo, a adornar nuestro currículum, a justificar nuestra comodidad. Pero eso no significa que sea auténtica. El que quiera entender, que entienda…