El pasado 13 de octubre falleció en Ecuador el padre Agustín Bravo, que fue compañero y amigo de monseñor Proaño. Un hombre que, teniendo una biblioteca de más de 3.500 volúmenes, nunca apartó su vida, su militancia, su ministerio y su cabeza de los pobres, del Reino, de Jesús de Nazaret y de la Iglesia viva. Vayan estas palabras de agradecimiento a su larga vida, a su fecundo ministerio, a su olvido por parte del poder y los poderosos y los que aspiran a serlo y los que siguen machacando la esperanza de los pobres. Gracias por tu vida, por tu ministerio sacerdotal, por tus sueños y por habernos hecho partícipes de ellos.
P. Antonio Martínez, desde Riobamba
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