Riesgo alto de incendio

Afirma Lluís Bassets que “todo lo que ahora sucede ha ocurrido ya antes” y, ahora como antes, “es la expresión de un fracaso múltiple y continuado”. Se diría que un fracaso en las respuestas y un fracaso porque no se buscan las causas de la violencia inusitada que invade el planeta, la violencia en los cuatro continentes. Las llamaradas de violencia se propagan: algunos lugares arden; en otros parece que el incendio se ha extinguido, pero no olvidemos que quedan, diseminados, los rescoldos. Sami Naïr calificaba la situación francesa, previa al 13 de noviembre, de “incendiaria”, pero el incendio no se iniciaba solamente en Francia, sino en nuestras sociedades cada vez más desiguales, más excluyentes, sociedades ensimismadas en un crecimiento económico artificial que va beneficiando, paulatinamente, a menos personas.

Asistimos a fracaso tras fracaso en las respuestas a la violencia, a “la inoperancia de nuestros gobernantes a la hora de encontrar soluciones”, parafraseando a Martín Garzo, cuando deberíamos preguntarnos qué puede llevar a personas jóvenes, hombres y mujeres, a ceñirse un cinturón y reventar su vida y la de otras muchas personas. ¿Cuáles son las causas determinantes de semejantes acciones? ¿Qué torpeza nos lleva a entonar himnos, a manifestar públicamente nuestro rechazo a tantos actos violentos, a tanta barbarie, cuando deberíamos, previamente, buscar sin descanso las causas determinantes de la violencia?

En opinión del citado Sami Naïr, la persistencia del fracaso escolar, el desarrollo de la delincuencia y del tráfico de drogas, el aumento de la pobreza en las familias, la falta de inserción en el mercado laboral, especialmente de la población joven, la formación de bandas criminales y mafiosas, junto con el aumento del islam radical son, entre otras, realidades crueles que no se han estado considerando en Francia como causas determinantes de la situación “incendiaria”, las cuales se contraponen a la aparente “normalidad” que refleja dicho país. Todo ello da lugar a “identidades dislocadas”, que encuentran su apoyo en las redes sociales. Paralelamente, va potenciándose la extrema derecha xenófoba que ha conseguido imponer sus propias ideas relativas a la exclusión, al tiempo que siembran el miedo entre la ciudadanía.

Muchos aspectos del análisis realizado a los sucesos ocurridos en Francia se pueden extrapolar a otras partes del mundo. A diario contemplamos atrocidades en otros escenarios: Siria, Irak, Chad, Nigeria, Kurdistán, Afganistán… En todo el mundo. Y, todavía, quienes toman decisiones políticas no se han convencido de que las acciones militares no son, ni mucho menos, la respuesta porque las muertes suponen más muertos, más barbarie, más afán de revanchismo; en definitiva, más desolación y sufrimiento evitables para tantas víctimas, personas como tú y como yo. Los acontecimientos desbordan las “previsiones” y las repercusiones se están produciendo día a día como si de un goteo se tratara. Es más, no solo se trata de un goteo sino de lluvia persistente de violencia y brutalidad que produce víctimas en todo el mundo.

Hay que romper la lógica perversa de la violencia buscando las causas determinantes de tal violencia. Urge establecer cauces de cooperación y entendimiento entre quienes deciden y entre quienes son destinatarios de sus decisiones. Urge realizar cambios transformadores en todos los países, para que todas las personas se sientan respetadas e integradas en las sociedades en las que les toca vivir. Porque donde quiera que haya una sola persona excluida y rechazada por la sociedad, allí existe riesgo muy alto de incendio.

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