El tango de la inmigración

La historia de las migraciones siempre es una historia de ida y vuelta.

Entre fines del siglo XIX y mediados del SXX, ocurrió un fenómeno sin precedentes en la historia de la Argentina ya que cientos de miles de españoles migraron a ese espacio en el mundo para escapar de las guerras, la desocupación y la hambruna, que en ese período histórico azotó sin compasión a España.

Aquellos inmigrantes tenían sus maletas colmadas de un confuso y contradictorio entramado conformado por hilos de esperanza, por encontrar una tierra de paz y bienestar;  tristeza, por abandonar a su comunidad y seres queridos;  y resentimiento, tal vez con la vida y el destino que los empujó a buscar otra morada. Y sin saberlo con estos dos últimos sentimientos, según Ernesto Sábato, establecieron los pilares sobre los cuales se modeló la subjetividad argentina y se construyó la melodía del tango.

Pero la existencia humana es, sin duda alguna, una moneda que gira en forma inesperada y sorprende hasta al ser humano más precavido y cauto. En efecto, a contramano de lo que ocurrió hace más de un siglo, en los últimos tiempos miles de argentinos optaron por migrar a España y, en muchos casos, retornar a la tierra que habían dejado sus abuelos o bisabuelos.

A imagen y semejanza de sus antecesores, los migrantes contemporáneos argentinos abandonan la desoladora realidad de su país en la que existe una inflación que supera el 50%;  el 40% de su población vive en la pobreza e indigencia; y el 50% de los niños, niñas y adolescentes, tiene carencias educativas, de protección social, vivienda adecuada, saneamiento básico, acceso al agua segura y hábitat seguro.

Estos migrantes también llevan consigo una inconfundible melancolía, que abraza todo su ser y muchas veces únicamente encuentra sosiego en la mirada cómplice y silenciosa de otro compatriota;  una particular tristeza en su andar, que lo conduce a añorar el espacio en el que vivió y los seres con los que creció;  y un inconfundible resentimiento con tantos políticos que sumergieron a un país rico en una desoladora realidad.

Ahora bien con la misma sorprendente capacidad que tiene la rosa de nacer entre espinas e iluminar la vida con colores y fragancias exultantes, estos migrantes argentinos también llevan consigo la irrenunciable esperanza de encontrar en España un futuro signado por la estabilidad, la previsibilidad y la seguridad.

Claro está que los contextos históricos de estos procesos migratorios son absolutamente diferentes y hoy en día, a diferencia de lo que ocurrió décadas atrás en Argentina, España no recibe masivamente a extranjeros por diferentes decisiones políticas y problemáticas sociales por las que atraviesa el país.

Sin embargo el migrante argentino, con ilusión e inevitable incertidumbre, elige igualmente bailar la melodía de la tristeza y la esperanza del tango de su vida en el escenario español intentando encontrar allí un espacio donde anidar sueños y una comarca donde su existencia pueda encontrar la calma extraviada y el sosiego anhelado.

Daniel Benadava

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