Joan Zapatero

Nacido en Tórtoles de Esgueva (Burgos), es licenciado en Geografía e Historia y en Ciencias Religiosas. Su vida ha estado ligada de una manera estrecha al mundo de la juventud, tanto en su faceta de profesor como Catedrático de Geografía e Historia en un Instituto público de Educación Secundaria, como acompañando a grupos diversos. Ha publicado varios libros de crítica y de ensayo. En la actualidad colabora en diversas revistas y foros.

Foto: Nick Scheerbart

¿Y si Dios fuera «ateo»?

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Alguien dijo en su día “Si las vacas pudieran imaginar a Dios, lo imaginarían en forma de vaca”. Y es que parece ser que existe una tendencia innata a que la persona imagine con forma humana todo ser espiritual o materialmente invisible. De hecho, ya en el siglo V antes de Cristo, el filósofo griego Jenófanes de Colofón criticaba la concepción antropomórfica que se tenía de los dioses, representados siempre con formas humanas diversas. En el caso de las religiones monoteístas, con formas masculinas, todas ellas, y con facciones externas que dejan entrever poder, sobre todo; de hecho, en la liturgia cristiana la mayoría de las oraciones comienzan precisamente con estas palabras u otras muy parecidas “Oh, Dios todopoderoso…”.

Hoguera de San Juan en una playa. Foto: Nuspla / Pixabay

Quemar virus e iluminar sombras

Después de quince meses de pandemia, la “oficial”, ha llegado una vez más el solsticio de verano. Y es que, por mucho que se empeñen los unos y los otros, los de aquí y los de allá, los de arriba y los de abajo, el ciclo vital es imparable; a pesar, desgraciadamente, de que a unos cuantos les gustaría dominarlo, controlarlo y doblegarlo a su antojo, sin ningún otro tipo de ley que la fuerza y la sinrazón. Cogido de la mano del solsticio ha llegado también San Juan, el santo con el que la Iglesia pretendió cristianizar desde muy pronto dicha efemérides, por si en ella pudiera haber algún resquicio de mundanidad y de paganismo.

La Pascua: un reto preñado de utopía

Después de más de un año de cuaresma, necesitamos una pascua especial. Una pascua que, al menos por una vez, haga posible de verdad que el Urbi et Orbi no sean solo palabras vacías ni fórmulas trasnochadas, sino un reclamo a todos los hombres y mujeres para implicarse en la construcción de la vida y de todo lo que ayude a hacerla realidad cuanto antes.