Amigas y amigos de alandar: ¡feliz Pascua! Comparto con vosotras y vosotros el hecho de que durante la Pascua la vida recobra un sentido especial, al menos para mí.
En primer lugar, la Pascua supone para mí traer a mi mente el recuerdo de un pueblo que recobró la libertad dejando atrás largos años de dura esclavitud. Me refiero, sencillamente, al pueblo de Israel, que consiguió liberarse del yugo opresor del imperio de Egipto. Una situación que acabó convirtiéndole en objeto de explotación y en pura mercancía.
Después de siglos y siglos la historia de Israel frente a Egipto se ha ido repitiendo en tantos y tantos pueblos, a veces con grados de crueldad inaudita, hasta llegar a nuestro mundo de hoy. Un mundo global, en el que las situaciones de dolor y de opresión que se dan ya no nos pueden dejar indiferentes, por muy lejos que nos parezca que están las víctimas y los victimarios, aunque estos acostumbran a estar bastante cerca muchas veces. La lista de dolor y de opresión podría ser larga. Por ello quiero recordar aquellas que más me hieren y las que considero más escandalosas.
[quote_right]En ciertas zonas del planeta los niños son mercancía barata en cuanto a producción[/quote_right]
En este tiempo de Pascua me pregunto si es racional, ya no digo “justo”, que la tercera parte de los alimentos que compramos quienes aún contamos con recursos en los países ricos vayan a parar a la basura. Mientras esto sucede, como si fuera algo natural, 6.400 niños mueren materialmente de hambre cada día. Algunos la llaman la esclavitud del estómago, que no permite sobrevivir, sino malvivir, para acabar en la muerte más bien pronto que tarde. No quiero que esto te haga sentir mal pero, continuando con los niños, te recuerdo que en ciertas zonas del planeta son mercancía barata en cuanto a producción de prendas de vestir se refiere o a extraer de las minas materiales que luego se convertirán en los teléfonos móviles de la última generación o en joyas altamente cotizadas en las lujosas avenidas de los países que forman el mundo rico. Y, por si esto fuera poco, estos mismos niños u otros de su misma índole y condición servirán como objetos muy baratos y, a la vez, muy apetecibles que satisfagan el deseo sexual, fruto de la depravación, de los “señores” (porque así se hacen llamar) de nuestros países ricos que van a aquellas zonas a consumar precisamente semejante perversidad, aunque pongan la excusa de que van a pasar unos días de descanso o, simplemente, a hacer turismo.

FOTO ENOUGH PROJECT
Las esclavitudes que padecen estos niños nos enternecen quizá más porque son más débiles pero es que, a decir verdad, el mundo de los adultos no está mejor, que digamos. Durante lo que llevamos de este año y todo el anterior hemos sido testigos de éxodos dolorosos de hombres, de mujeres y de familias, que se han visto obligados a marchar de sus lugares de origen, dejando atrás lo poco que tenían, pero que era lo que con toda seguridad más querían, porque veían que en cualquier momento podían ser víctimas de una bala o de una bomba o porque eran perseguidos o estaban a punto de serlo por ser de tal o cual raza, por mantener una ideología, por profesar una religión concreta u otras cosas más que los convertía irracionalmente en culpables o enemigos. Hoy, a diferencia de lo que sucedió hace treinta siglos con el pueblo de Israel, no tienen donde acogerse ni pueden convertir en realidad sus deseos de libertad, porque pueblos y países, muchos de los cuales precisamente nos llamamos cristianos, hemos cerrado a cal y canto nuestras puertas o hemos levantado grandes muros y vallas, para evitar que puedan entrar y “robarnos” el bienestar que durante siglos hemos conseguido, tal y como intentan vendernos muchos de nuestros gobernantes y otras personas, como tú y como yo, que se han puesto una venda en los ojos y han arrancado de sus corazones los más elementales sentimientos de compasión y de misericordia.
[quote_right]Pueblos y países, muchos de los cuales nos llamamos cristianos, hemos cerrado nuestras puertas o hemos levantado grandes muros y vallas[/quote_right]
Pero, también hoy como entonces, el Dios del Jesús resucitado continúa actuando a través de hombres y mujeres que, dejando atrás sus miedos y sus comodidades, se han puesto en camino saliendo a los lugares donde se encuentran tirados muchos de estos exiliados, víctimas del hambre, del frío, de la exclusión y de la inhumanidad, en definitiva. Mientras, otras y otros lo hacen desde aquí mismo, denunciando con su palabra, con su protesta y movilizándose a diferentes niveles.
Yo te invito en este tiempo de Pascua a que unamos nuestro grito desde el silencio para felicitarlos de corazón y decirles que, gracias a sus manos, a sus pies, a sus brazos, a su boca, etc., la libertad, la dignidad, la esperanza y, al menos, algunas dosis de humanidad llegará a muchas de las personas que viven sometidas a la degradación o que se han visto obligadas a emigrar.
Tengo razones para pensar que Jesús no es un mito, sino una experiencia real y viva, lo cual me lleva a desearos una feliz Pascua, llena de aprecio y cariño:
¡Feliz Pascua!
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