Agradecemos a Ivone Gebara, religiosa católica, filósofa y teóloga feminista brasileña que ha acompañado el XXII Encuentro de los Grupos Mujeres y Teología y V Foro de la Red Miriam “Salto Vital: Creyentes y feministas. Nuevas perspectivas” que se ha celebrado en Zaragoza los días 28 al 30 de septiembre, su reflexión y tiempo dedicado a Alandar para esta entrevista
El Encuentro de Zaragoza, Ivone, se produce dieciocho años después del vivido y compartido en Madrid en el año 2000. ¿Qué ha sucedido en este tiempo en los feminismos de las mujeres de las iglesias? ¿Hacia dónde han evolucionado?
Primero gracias por la invitación a esta entrevista. Es una ocasión de complementar algo más de lo que he compartido en el Congreso.
Pienso que tenemos que estar atentas a la diversidad y la complejidad de la historia de cada país en que hubo un ensayo de diálogo entre Feminismo y Cristianismo. Además, tenemos que tener claro si consideramos que el Cristianismo se identifica con la institución jerárquica o si el Cristianismo es una tradición religiosa y ética más amplia y diversificada. Si defendemos la primera posición yo diría que el acceso del feminismo y de la teología feminista en las instituciones religiosas fue reducido. Si tomamos el Cristianismo como fenómeno más amplio que fermenta diferentes lugares pienso que el feminismo ha podido encontrarse con la tradición ética cristiana de respeto a la vida, de la búsqueda igualitaria de derechos fundamentales, de la transcendencia presente en la vida misma.
Así que se puede hablar de una evolución diversificada y plural dependiendo de los grupos y de los diferentes contextos.
Desde la pregunta de quiénes somos, cómo nos situamos frente a la tradición de Jesús y cómo nos ubicamos frente a la autoridad de la iglesia…¿Cómo podemos superar la culpabilización, la satanización del feminismo, que las políticas conservadoras, los medios y las religiones monoteístas vuelcan sobre nosotras, las mujeres?
Pienso que tenemos que abrir un diálogo serio desde el territorio yo/nosotras/mundo/Iglesia. Desde ese diálogo percibimos que no damos a los hechos y relaciones los mismos sentidos. Muchas veces no nos damos cuenta que nosotras también satanizamos a los que nos oprimen. Por eso pienso que no se puede superar la satanización del feminismo porque, de hecho, estamos en lucha contra las tradiciones patriarcales dictatoriales que nos oprimen. Se trata de un movimiento histórico entre tendencias históricas, sociológicas y filosóficas distintas. En medio de esta lucha, nosotras las mujeres superamos en parte la culpabilización personal y social que los conservadores nos imponen. Al tomar consciencia de la complejidad de los procesos históricos nos damos cuenta que hay un tipo de culpabilización impuesta como instrumento de mantenimiento de un orden injusto y desordenado. Juntas nos damos las manos y enfrentamos la culpa impuesta y también el trabajo sobre nosotras mismas. Hay mucho camino por andar a partir de la necesidad de cambios subjetivos que tenemos que hacer en nosotras mismas y en nuestra relación a un mundo diferente que buscamos para el presente y el futuro.
¿Por qué esa casi eterna confrontación entre sexualidad y religión?
Pienso que la religión es también una forma de organizar la sexualidad humana que, si es dejada a sí misma, puede producir violencia personal y social. Lo que pasa hoy es que la religión, y de manera particular el Cristianismo, no acompañó la evolución de la comprehensión de la sexualidad humana, su expresión diversa en este tiempo que es el nuestro. Así que la confrontación es mayor porque las formas de control que antes funcionaban ya no funcionan. Y hay siempre los que creen que las formas del pasado son las mejores y las más verdaderas. Esto no quiere decir que todo tiene que ser permitido pero necesitamos una nueva comprehensión de la sexualidad para nuestro tiempo y una nueva comprehensión del cristianismo en relación a la sexualidad.
Afirmas que la teología feminista crea perturbación en la “armonía patriarcal”, el feminismo teológico no tiene garantías ni un discurso de consuelo y seguridad de que Dios va a resolver los problemas y que debemos crear canciones para cantar lo efímero, no lo eterno… ¿cómo se puede traducir esto en la vida de las comunidades, en las celebraciones?
Creo, por las criticas que nos hacen, que -de hecho- ayudamos a quebrar la pretendida armonía del orden patriarcal. En realidad jamás hubo armonía. Era una ilusión mantenida por un poder masculino que reproducíamos.
Pienso que hoy hay que dejar hablar la vida de la gente. En las poesías de muchos pueblos, en las canciones populares es siempre el acontecimiento efímero, el amor efímero, la justicia efímera… los que son afirmados. Permitir que los ‘misterios’ de la vida, las alegrías de la vida en la tierra sean nuestro canto. En otras palabras la liturgia oficial celebra la vida eterna, la salvación eterna, el Dios eterno. ¿Por qué no celebrar y cantar los encuentros de cada día, la belleza que observamos… ? Estoy segura que esto es más a gusto de la gente de hoy…
Compartiste en el Encuentro una crítica a la teología feminista entendiendo que en muchas ocasiones no está cerca de las periferias. ¿Podrías ampliar esta perspectiva?
Yo decía que la oficialidad de la Iglesia, o sea obispos y clero en general, no nos permiten un acceso a los fieles desde la teología feminista. En otras palabras, la teología feminista no tiene derecho de ciudadanía dentro de los espacios eclesiales. No podemos expresarnos por ejemplo en los lugares de culto porque lo que afirmamos contraría la dogmática tradicional. Además, casi no tenemos espacios en los centros de formación teológica para que nuestra manera de ver el mundo sea también considerada como importante y pueda llegar a centros y periferias.
Intuyes el paso de una espiritualidad de lo eterno a una espiritualidad de lo provisional, una espiritualidad desde la belleza de la precariedad y la debilidad. ¿Cómo entiendes, Ivone, una espiritualidad cristiana ecofeminista?
Es exactamente lo que he insistido o sea una espiritualidad del provisorio y no del definitivo. Lo definitivo no puede ser aprehendido en nuestra vida siempre cambiante. Se puede hasta hablar del definitivo como esta evolución siempre cambiante de la vida. La dimensión del eterno me parece una característica muy masculina en la teología. Por ejemplo hablar del “Padre eterno”, “la salvación o la perdición eternas”. Parece algo que ya no es de nuestro tiempo, que es un momento de tiempo entre otros. Las mujeres parecen ser más del provisorio de cada día: cada día hay que cuidar de nuevo, limpiar, lavar, trabajar, llorar… cada día es una nueva luz y una nueva oscuridad, un nuevo amor en el viejo amor.
Hay una integración entre la cambiante vida humana y la cambiante vida del universo, de los bosques, ríos, mares, animales. No somos superiores… Somos con ellos y ellas. Esto es algo del ecofeminismo que vivimos como un ensayo para acoger la provisoria y cambiante belleza de la vida. Y, en medio de ello, el Evangelio de Jesús puede ser rescatado como fuerza y memoria de una vieja tradición que encuentra su resonancia en otras tradiciones.
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