
La inauguración el pasado 23 de junio de la exposición Shame-European Stories (Vergüenza-Historias Europeas) en O_Lumen, espacio de arte y palabra de la provincia española de los dominicos, supuso un gesto simbólico de reparación hacia las víctimas de abusos sexuales a menores dentro de la Iglesia católica.
Al acto asistieron, además de numerosas víctimas, el recién electo arzobispo de Madrid, José Cobo, el presidente de la Conferencia Española de Religiosos (CONFER), el dominico Jesús Díaz Sariego, y el Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo.
Fue una acción de reparación ver los impresionantes retratos en blanco y negro de casi un centenar de víctimas de distintos tipos de abusos a la infancia colgados de las paredes de la antigua iglesia de Santo Domingo el Real, convertida ya hace algunos años en el espacio O_Lumen.
Y una apuesta reparadora, porque no es común ver en público a representantes de la jerarquía eclesiástica, como el arzobispo de Madrid y el presidente de la CONFER, delante de las víctimas de abusos sexuales dentro de la Iglesia católica y escuchar sus historias, su dolor y su rabia. Más allá de cualquier otra consideración, Cobo y Díaz Sariego lo hicieron.
La Asociación Nacional Infancia Robada, el primer colectivo nacional de víctimas de abusos sexuales a menores, ha impulsado la gira de la muestra Shame-European Stories por nuestro país. En los meses de febrero y marzo, la exposición se pudo ver en el Museo de Arte Sacro de Bilbao.
La Asociación Nacional Infancia Robada ha impulsado la gira de Shame-European Stories por nuestro país
Shame se enmarca en la campaña europea Justice Initiative (Iniciativa para la Justicia), que pide a las instituciones de la Unión Europea y a los Estados miembros medidas para proteger a los menores de los abusos sexuales. Entre ellas, controles para prevenir, detectar y denunciar los abusos sexuales a menores en Internet y redes sociales y la retirada de todo el material digital relacionado con actos de abusos sexuales a menores. De manera más general, se pide intensificar la lucha contra los abusos sexuales a menores en toda la Unión y garantizar el apoyo y la justicia necesarios para víctimas y supervivientes de abusos sexuales a menores.
Las consecuencias devastadoras de los abusos se podían ver claramente en los rostros, casi en primer plano, de las personas retratadas, muchas de las cuales sufrieron abusos en la Iglesia católica. Estas fotografías fueron una poderosa interpelación para los asistentes a la inauguración de Shame y lo serán para cualquier persona que las contemple.
Las fotografías interpelan a los visitantes que contemplan la exposición de las fotos hechas por Simone Padovani
Contemplarla -no sólo verla- porque es una exposición para meterse dentro de las miradas de dolor y acercase descalzo, casi de rodillas, como si se pisara terreno sagrado, a las terribles historias que revelan. El arte de Simone Padovani, autor de las fotos, contribuye mucho a esa contemplación.
La presentación de la exposición fue muy emotiva. El primero en hablar fue el anfitrión, el presidente de la CONFER, quien describió el espacio O_Lumen -aunque se refería realmente a la exposición- como “un ámbito para el reconocimiento y la justicia, para la verdad que haya podido ocultarse, para el perdón sentido y comprometido, para sacar a la luz el sufrimiento de tantas víctimas de abusos en tantos ámbitos de la sociedad -también en la Iglesia-.” El religioso habló también de la “vergüenza” de la institución a la que representa “por no haber evitado” los abusos; pidió perdón por no haber logrado “una justicia personalizada” para las víctimas y reconoció que, “aunque se ha logrado mucho, queda mucho por hacer.”
«En todos los delitos donde existe trauma, la capacidad de visualizar las consecuencias y secuelas provocadas es muy difícil»
El fundador de Infancia Robada, Juan Cuatrecasas, hizo de maestro de ceremonias durante el acto. Padre de un hijo que sufrió abusos en el Colegio Gaztelueta, un centro educativo del Opus Dei en la provincia de Vizcaya, Cuatrecasas presentó la exposición como “un acertado cauce para dar visibilidad a la problemática de la devastación que se produce cuando los adultos cometen maltrato sobre la infancia y la adolescencia”. Afirmó que, en el caso de los abusos sexuales a la infancia, “como en todos los delitos donde existe trauma, la capacidad de visualizar las consecuencias y secuelas provocadas es muy difícil”.
Cuatrecasas rindió especial homenaje a dos víctimas de abusos ya fallecidas: a Emiliano Álvarez, cuya historia conocen bien los lectores de Alandar, y al niño Diego, que se suicidó en Madrid.
En el acto intervinieron diversas víctimas y supervivientes de abusos en el ámbito familiar, deportivo, y eclesiástico. Fernando García Salmones, víctima de abusos en el Colegio Claret de Madrid, fue rotundo al afirmar: “¡Ojalá no estuviésemos aquí! ¡Ojalá la Iglesia estuviera del lado de los buenos!”.
Teresa Conde fue víctima de abusos sexuales por parte de un sacerdote amigo de la familia. Su agresor nunca recibió castigo alguno a pesar de que, al declarar nulo su matrimonio, el tribunal eclesiástico reconoció los abusos sufridos por Teresa. Rotundamente, aseguró que “Las víctimas de abusos sexuales en la Iglesia no somos buenas víctimas: no contamos las cosas ordenadamente, no podemos hablar inmediatamente después de lo acontecido y el violador se encarga de generarnos una buena dosis de culpa que anula las posibilidades de defensa que pudiéramos tener. Si además eres mujer e hija de una familia profundamente católica de cuya casa el violador entra y sale continuamente…, las posibilidades de sobrevivir a este destrozo son mínimas”.
Filipa, portuguesa que sufrió abusos por parte de un sacerdote, siendo novicia de 17 años, explicó cómo “el silencio impuesto por los abusos levantó un muro entre todos los demás y yo. Mi vida se convirtió en un infierno y me quedé sola con lo peor de mí”. Patricia, una mujer transexual, también explicó valientemente cómo un sacerdote “abusó de mi inocencia y decapitó mi niñez y mi pubertad”.
En un momento especialmente emotivo, Juan Cuatrecasas presentó a su hijo, Juan, víctima de abusos a los 12 años. Hoy, a los 26, asegura: “Mentiría si dijera que esto se supera, no es así. Tan sólo aprendes a vivir con ello”. El camino que ha recorrido el joven Juan hasta recuperar una vida normal no fue nada fácil: “No podía dormir, me autolesionaba, apenas comía e intenté quitarme la vida en varias ocasiones”.
No debió ser fácil para el arzobispo de Madrid cerrar el turno de intervenciones. En un tono humilde, casi susurrando, dio las gracias a los organizadores de la exposición y a las personas que dieron su testimonio durante el acto de inauguración. “Agradecemos el poder darnos esta tarde las manos para, entre todos, dolernos y sacar a la luz tanto sufrimiento en forma de imágenes, miradas y palabras que hemos compartido. Cada víctima tiene un rostro, un nombre y unas cicatrices concretas y hoy, al nombrarlas, se inicia un proceso de esperanza”.
Cobo reivindicó la labor del Proyecto Repara, puesto en marcha hace tres años “con miedo y atrevimiento” por la archidiócesis madrileña, para atender a las víctimas de abusos sexuales en la infancia. “Hemos aprendido mucho. En este aprendizaje, las víctimas se han convertido para nuestra Iglesia en maestras de vida y promotoras de nuevos horizontes”.
El prelado aseguró que “estamos aprendiendo a buscar la verdad en vuestros ojos, lágrimas y heridas”. Y pidió perdón por el daño ocasionado a las víctimas, afirmando que “en medio de un huracán amplio y desbordante, la Iglesia que vive en Madrid no quiere esconder el sufrimiento que miembros de la Iglesia han provocado”. También aseguró que “pedir perdón no basta” y prometió “seguir trabajando y compartiendo cicatrices” con las víctimas.
El Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, estuvo presente pero no habló en público. Ese fue tal vez el último gesto simbólico de reparación: el del representante de una alta institución del Estado mostrando una solidaridad silenciosa con las víctimas de abusos sexuales en la infancia sin buscar protagonismo.
A la esperanza hay que sumarle los hechos para que no se transforme en más rabia y dolor
Las víctimas, junto a miles de ciudadanos y de creyentes, esperan que estos gestos simbólicos de reparación por parte de instituciones eclesiásticas y políticas se transformen, más temprano que tarde, en gestos de completa verdad, justicia y reparación para las víctimas de abusos sexuales -menores y mayores de edad; dentro y fuera de la Iglesia- por parte de todo el Estado y de toda la Iglesia.
A la esperanza hay que sumarle los hechos para que no se transforme en más rabia y dolor.










En las fotos, de arriba a abajo y de izquierda a derecha: Público asistente a la inauguración (en primera fila, el Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo); periodistas siguiendo el desarrollo del acto; Jesús Díaz Sariego, dominico y presidente de la CONFER; Juan Cuatrecasas; Fernando García Salmones; Teresa Conde; Patricia; Fátima; Juan Cuatrecasas hijo y José Cobo, arzobispo electo de Madrid.