La encíclica del papa y los pobres de la tierra

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sop-ap-spani-span-va_lehn-1.jpgLa encíclica del papa Francisco sobre la ecología, «Laudato si'», ha sido publicada después de una larga preparación y de muchas presiones por parte de quienes tienen intereses contrarios a la defensa de la tierra y de la naturaleza. Incluso dentro de la misma jerarquía eclesiástica, algunos cardenales norteamericanos -ligados más a los grandes de la tierra que a las personas pobres- no querían que el papa hablara de la ecología social. Sin embargo, la encíclica salió libre, poética y profética. Comienza desde su título citando el Cántico de las Criaturas de San Francisco para confirmar: «Nuestra casa común es como una hermana con la cual compartimos la existencia y es como una madre que nos acoge en sus brazos» (n. 1). A partir de eso, invita a todas las personas a renovar el diálogo sobre cómo estamos construyendo el futuro del planeta (n. 14).

La encíclica se organiza de acuerdo al método latinoamericano de «ver, juzgar y actuar». Aunque cada paso está interconectado con el otro, la encíclica ha querido partir de una visión de la realidad, después confrontarla con la Palabra de Dios y, finalmente, buscar un discernimiento sobre cómo actuar y qué proponer para el futuro. Así, en el capítulo 1 describe: «Lo que está sucediendo a nuestro hogar común». Insiste en el reto de los cambios climáticos, tema de la importante Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que se celebrará en París en diciembre de este año (COP21). Describe la crisis del agua, la deforestación, la pérdida de biodiversidad e insiste: todo esto está vinculado a la desigualdad social y al sistema de injusticia que domina el mundo (n 43- 48.).

El capítulo 2 está dedicado al «Evangelio de la Creación». La encíclica insiste en que ver la naturaleza como creación es contemplar en ella “el proyecto del amor de Dios» (n. 76). Desmitifica la naturaleza (como no divina), pero sin caer en el antropocentrismo: ninguna criatura es superflua (84).

Lo más importante es que el papa trata de la ecología desde la realidad social del mundo y las injusticias del sistema económico dominante y de la cultura de la indiferencia que azota a la humanidad. Parte de un documento de los obispos de Nueva Zelanda que dice: «El 20% de la población mundial consume recursos a tal punto que roban a las naciones pobres y las generaciones futuras lo que necesitan para sobrevivir» (n 95). Así, el papa denuncia proféticamente «las raíces humanas de la crisis ecológica» (cap. III) y describe “algunos principios y directrices de una «Ecología Integral» (cap. IV). Ahí se desarrolla una ética de defensa de los vulnerables, tanto los pobres, como la tierra, el agua y la biodiversidad. A partir de ahí, el papa propone «algunas directrices y medidas concretas” (Cap. V). Pide un «diálogo político y económico para la plenitud humana (n. 188), insiste en la urgencia de una educación y espiritualidad ecológica para profundizar el diálogo y la cooperación entre las diferentes religiones (n. 202 y siguientes) y plantea una «conversión ecológica «(n. 216).

Leonardo Boff ha afirmado que ni la ONU haría un documento tan abierto. La encíclica lanza las bases y fundamentos de una ecología integral que une los problemas ambientales de la atención a la naturaleza a la urgencia de una justicia internacional para las personas pobres y excluidas. Al iniciar y concluir su reflexión sobre el cuidado con nuestra casa común con un himno de alabanza a Dios y en forma de oración, la encíclica nos llama a construir otra forma de organizar el mundo y gestionar nuestra vida personal desde el cuidado amoroso de la naturaleza y unos por los otros como camino de intimidad con el Espíritu Divino que «abarca todo el universo, conoce cada palabra y está presente en toda criatura» (Sb 1,7).

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