En el Colegio Público Luis Cernuda, del madrileño distrito de Hortaleza, los niños y niñas están encantados de comer verduras. Les gusta porque son sus verduras: las que plantan y abonan en el pequeño huerto del centro, bautizado como Rincón Utopía. Además, todos los días, los peques se organizan para recoger las sobras del comedor. Separan los restos orgánicos, los meten en un cubo y se los llevan al huerto. «Se coge todo lo que estaba vivo y ahora está muerto», aclara el pequeño Gorka, de seis años. Cáscaras, mondas o chuscos de pan que, tres meses después, harán crecer las lechugas que luego se comen. Un proceso que en su barrio ha echado raíces. Hortaleza tendrá en octubre la primera compostadora comunitaria de la capital, un proyecto piloto que ha logrado financiación del Ayuntamiento y se instalará en la vía pública. Desde principios de año, del colegio han salido cinco toneladas de abono. En apenas tres meses, cuando participaron en el proyecto piloto Madrid Agrocomposta, reciclaron 2.200 kilos de restos gracias a la aportación del vecindario.
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