En las dos orillas del Atlántico, en este momento, existe un obsesivo e idéntico objetivo; la reducción del déficit público. Pero mientras que desde la ladera española se ha vivido un verano fuertemente agitado, debido a las protestas por la antipopular batería de medidas adoptadas por el nuevo Gobierno, a algo más de cincuenta días para las presidenciales, en EEUU, la población aguarda expectante, mirando de reojo los periplos y puestas de escena de sus candidatos por los distintos estados del vasto continente.
En EEUU la experiencia de la otra orilla, aunque de modo soterrado, ha estado presente en todo momento. En sus discursos, el candidato demócrata para las presidenciales, Barack Obama, ha prometido reducir el elevado déficit público sin sacrificar el gasto en educación y salud. Pero, como ya argumentamos en el anterior artículo, las elecciones del próximo 6 de noviembre no serán solo determinantes para un modelo de Estado más liberal o social en materia económica; numerosos votantes decidirán a su candidato por sus tendencias religiosas y morales.
Un ejemplo de lo significativo que resultan estas inclinaciones para la sociedad norteamericana lo muestra una anécdota de hace unos cuatro meses. Obama anunciaba en ABC News su apoyo incondicional a la legalización del matrimonio homosexual, haciéndose eco del 50 % de los estadounidenses que apoyan el reconocimiento legal de los matrimonios homosexuales.
Los ciudadanos y ciudadanas estadounidenses que participen el próximo 6 de noviembre en los comicios electorales no solo buscarán el acento en dos modelos económicos, sino que también prestarán especial atención a otros valores significativos para la sociedad. Así lo muestra la opinión de algunos líderes mediáticos del mundo del cine, música y televisión, que no solo están a favor de una política internacional y económica distinta a la del partido republicano, sino que muestran su estímulo por la defensa de nuevos derechos sociales existentes ya en otros países europeos. Hasta el momento, en el Partido Demócrata se vislumbran para la siguiente legislatura políticas a favor del aborto, la legalización del matrimonio homosexual y puede que hasta la eutanasia. Barbra Streisand, Salma Hayek, Tobey Maguire, Jack Black y George Clooney son algunos que sostienen la inclusión del matrimonio homosexual en el vasto continente norteamericano y han recogido fondos para que el Partido Demócrata se arme de valor para vencer en las presidenciales.
Un día después del pronunciamiento público sobre su apoyo a los matrimonios homosexuales, el pastor evangélico de Obama, Joel Hunter, mostraba su decepción por la apuesta del presidente. Y un día después la prensa sensacionalista lanzaba titulares como: Romney aventaja a Obama por casi 50 puntos entre los evangélicos. Sin embargo, era cierto que Rommey gozase de una superioridad de casi 50 puntos entre los y las votantes evangélicos (un apoyo del 68% frente al 19% que votarían al actual presidente de EE.UU, Barack Obama), pero un apoyo de evangélicos y evangélicas de raza blanca.
Si analizamos en términos reales las últimas encuestas publicadas por el Instituto Público de Investigación sobre la Religión (PRRI), habría más cristianos y cristianas que votarían a Obama antes que a Rommey. Obama tiene una ventaja entre los protestantes, con un 50 % frente al 37 % que apoyaría a Romney. Entre la población católica, el 46 % aseguró que estaría más dispuesto a votar por Obama que por Romney, a quien dan el 39 % de su voto. De entre estos, los católicos y católicas de raza blanca apoyarían a Romney por un margen significativo del 48 % frente al 37 % que los sondeos le dan a Obama. A pesar de que numerosas autoridades católicas y protestantes hayan criticado duramente la actitud tan aperturista de Obama, las estadísticas indican que este presidente es, en principio, el más deseado por la población cristiana de EEUU.
El perfil religioso de Obama
La fe del actual presidente ha sido objeto de un duro examen desde que se mudó a la Casa Blanca hace más de tres años. Obama ha tenido que esclarecer que no es musulmán y que profesa la religión cristiana, haciendo alusión a su creencia en Jesucristo y en su poder de salvación, en la Biblia y sus enseñanzas. El rumor de su adhesión al islam proviene de grupos o lobbies conservadores interesados en defender los valores tradicionales de la civilización occidental, frente al pluralismo cultural y religioso. Un translúcido ejemplo de este tipo de movimientos, cada vez más emergentes, lo encontramos en figuras como Robert Spencer y Pamella Geller. Esta última ha llevado a tal punto su lucha contra el islam que ha realizado una “Guía práctica para la resistencia”, titulada Stop the islamization of America, cuya obra comienza con el grito de “¡Estamos en guerra!”.
Es cierto que el padre de Obama era musulmán, pero no hay argumentos para decir que sea de dicha religión porque tenga relaciones cordiales con los Hermanos Musulmanes, la Sociedad Americana del Islam, el Consejo Americano de Relaciones Islámicas (CAIR) o con Feisal Abdul Rauf, el imán de la mezquita de la Zona Cero. Además, por parte de la ascendencia de su madre se le podría reprochar a Obama pertenecer a los Unitarios Universalistas, ya que sus abuelos estaban adheridos a dicha confesión protestante. Sin embargo, al presidente de EEUU se le ha visto en varias ocasiones asistir a iglesias protestantes, como Ebenezer Church, en Atlanta, donde solía predicar el reverendo Martin Luther King Jr., durante la lucha por los derechos civiles en los años sesenta.
Asimismo, Obama fue miembro de la Trinity United Church of Christ en Chicago junto a su familia, cuyo pastor es el reverendo Jeremiah Wright, quien levantó una gran polvareda cuando maldijo en un sermón a EEUU por su política exterior. Más tarde dejó de ser miembro de dicha iglesia protestante, que presume de profesar un fuerte activismo social en beneficio de las personas pobres, la justicia y la paz. Y, desde que asumió la presidencia, Obama y su familia asisten a la Iglesia Episcopal (protestante) St. John’s en Washington DC, situada a tres manzanas de la Casa Blanca, a la que tradicionalmente asisten los presidentes de confesión evangélica.
La Primera Enmienda de la Constitución de Estados Unidos precisa que “el Congreso no elaborará ninguna ley respecto al establecimiento de una religión”. Y aunque la expresión separación entre Iglesia y Estado no aparezca en la Constitución de manera explícita, esta diferenciación fue trazada por Thomas Jefferson en 1802 en una carta a la Asociación Danbury Baptists. No obstante, hay que subrayar que un 76% de los y las estadounidenses se identifican como pertenecientes al cristianismo; mientras, tan solo un 4% de la población estaría adherida a religiones no cristianas, incluyendo el judaísmo, islam, budismo e hinduismo. Solo un 15% de la población no se afinca en ninguna orientación religiosa.
A diferencia de lo que se pudiera pensar en una sociedad pionera en los valores democráticos, en la decisión de la ciudadanía del próximo 6 de noviembre habrá un valioso argumento religioso. No estaría mal que, en otro reportaje, analizáramos si esos valores religiosos se suelen materializar en las decisiones políticas de los líderes estadounidenses.