No es la primera vez que oigo decir que nos encontramos ante una profunda crisis de desesperanza, que abarca la cultura actual y se la suele atribuir a que «a Dios, revelado en Jesucristo, se le niega o se vive como si no existiese»
Esta percepción es “terrible” porque hace que la vida resulte inaguantable sin cimientos, al tiempo que produce crisis de verdad y de moralidad. Ante ello, el ponente de una conferencia a la que he asistido propone «cuatro miradas, que son como cuatro pilares: hacia fuera, es decir hacia el mundo; hacia arriba, es decir mirada hacia la trascendencia; hacia dentro, es decir, hacia la interioridad; y hacia delante, es decir se mira el futuro«.
«Son como cuatro movimientos esenciales, continuaba, que debe practicar el ser humano si quiere permanecer como humano» y que implican «abrirse al mundo (la naturaleza, los hombres), abrirse al misterio de Dios, abrirse a la íntima realidad humana y abrirse al sentido de la historia total«. Y es que cuando no ejercemos estos movimientos al mismo tiempo, es fácil perder la esperanza. Desgraciadamente aprecio que a mi alrededor hay quien ha perdido la esperanza por este motivo, aunque vive, vive sin esperanza, sin referencia al más allá.
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