Hace pocos días era la fiesta de San Juan de la Cruz. Alguien le ha llamado
“el más santo de los poetas y el más poeta de los santos”. En cualquier caso, él supo llevar la cruz en su nombre y en su vida. Por eso, ante el tema de los crucifijos, me permito decir:
Jurar en los tribunales, delante de la cruz, puede ayudar al testigo a decir la verdad.
La cruz sirve a un adolescente o ayuda a cualquier persona a ser honrada y valiente aunque cueste sacrificio.
No me gusta ver una cruz de brillantes y joyas en el escote escandaloso de una mujer provocativa o mal hablada.
Puede ser desconcertante poner el crucifijo en una escuela si en ese lugar los alumnos y profesores caen rutinariamente en impertinencias anticristianas.
¿Me gusta ver la señal de la cruz cuando los jugadores inician el partido y, a lo largo de él, profieren blasfemias contra el crucificado o su Padre?. No me gusta, de ninguna manera. ¿Recuerdan Vds. a algún intelectual o artista que se queje de las blasfemias que se oyen en la TV?
¿Quién se atrevería a quitar la cruz o la estrella de David de una tumba?
¿Quién se enfada ante la cruz que llevan los misioneros?
Evidentemente, en nuestra cultura, todo el mundo sabe que la cruz es señal de amor, perdón, reconciliación, esfuerzo, etc. Para el cristiano, la cruz es camino de la luz y Jesús dijo que el que no toma su cruz cada día, no puede ser su discípulo.
Estemos donde estemos, respetemos los símbolos que traen tan altos valores.
- Teología de la Sagrada Agua, desde Guatemala - 21 de marzo de 2023
- Pasar de las tinieblas a la luz – Carta Abierta a la Conferencia Episcopal Española - 1 de febrero de 2022
- ¿Dónde estaban las mujeres de Greenpeace? - 13 de enero de 2022