Corazón de mudanza

Dirigí Alandar durante seis años, entre 2000 y 2016, un tiempo que recuerdo con inmenso cariño y nostalgia. Yo ya estaba activamente vinculada a la revista y era por aquel entonces el miembro más joven de un consejo de dirección que, para mí, era casi un Dream Team. Así, cuando acepté el relevo de Charo Mármol se abrió para mí un camino de aprendizaje y de crecimiento: la más pequeña de todos conduciendo el barco de la revista.

En ese sentido no me caben más que palabras de agradecimiento, sobre todo para mis compañeros y compañeras del consejo de redacción, que era una suerte de taller de periodismo y ética. Largos y ricos debates, conversaciones históricas en las que una y otra vez me enseñaban los nombres de las figuras clave de la Iglesia y la teología española en las últimas décadas, los dilemas y las disquisiciones. Aprender, aprender, aprender.

Después, afortunadamente, se fueron incorporando al consejo otros más jóvenes que yo, que trajeron nuevas visiones y, sobre todo, con muchas risas. De su mano y de la de nuestros dibujantes habituales llegaron viñetas y secciones polémicas, que generaron en el consejo conversaciones muy ricas sobre los límites del humor –especialmente cuando se dan en el ámbito eclesial. Aquí no puedo más que agradecer también a quienes me hicieron ir más allá en la reflexión: José Luis Cortés, Eloy Sanz, Nacho González, Rogelio Núñez “Partido” o Agustín de la Torre, cuyo potente trabajo a través del dibujo y la sonrisa no hizo sino aumentar mi fe en Jesús de Nazaret.

Tocó también en mi periodo plantear la renovación de la imagen de la revista, que llevaba teniendo una cabecera y un formato similar desde su creación en los años ochenta. Transformar una gráfica tan consolidada fue todo un reto que no habríamos podido acometer sin la audacia de David Álvarez Rivas y la magia profesional de Diego Areso. Aquello fue un parto, pero creo que valió la pena el esfuerzo y que la “criatura” ha ido poniéndose aún más guapa con el paso del tiempo gracias a Pepe Montalvá, a quien quiero y admiro a partes iguales.

Eclesialmente me tocó la llegada del papa Francisco y la sensación, en la Iglesia y en otros ámbitos como el del medioambiente o el consumo consciente, de que algunos de los temas que tratábamos en Alandar se ponían de actualidad a nivel general. La impresión de que el mundo avanzaba y mejoraba, aunque luego hemos visto que todavía falta mucho para que esos avances se generalicen y consoliden, que el riesgo de los totalitarismos está ahí, a la vuelta de la esquina.

Creo que mi periodo también estuvo marcado por las mudanzas. En unos pocos años Alandar pasó por tres sedes distintas, empaquetando y desempaquetando folletos, archivos y ordenadores. Sedes humildes todas, pero de las que guardo recuerdo nostálgico: Ricardo Ortiz, Marqués de Valdeiglesias y, finalmente, el coworking de Revista 21 donde nos recibieron con enorme cariño en aquel verano de calor insoportable en Madrid.

Porque, sin duda, cuando miro atrás me quedo con los afectos. En lugar de escribir esta columna con frases podría haberla llenado de nombres de personas cuyo paso por la trayectoria de Alandar llenó de amor mi corazón. Podría decir eso de “no menciono a nadie porque seguro que me olvido de alguien”, pero no me resisto a dejar presente el inmenso cariño que siento por Salvador Mendoza, Ana Mª Fernández Sastre, Pilar Bodego y la propia Charo Mármol, así como el recuerdo de Amalia y Kechu, que tanto me cuidaron en la etapa anterior. Y al imprescindible Luis Arancibia, que, con firmeza, ponía orden y concierto en nuestro maravilloso caos.

Empezamos ahora una nueva etapa, con ilusión e incertidumbre, pero con la fuerza de ser herederas de una tradición llena de reflexión, humor, impulso para avanzar y afectos. Un corazón de mudanza, como decía la canción de Tontxu, que hoy emprende un nuevo cambio de sede, hacia el mundo digital.

Autoría

  • Cristina Ruiz Fernández

    Periodista y comunicadora. Al poco tiempo de salir de la Facultad de Ciencias de la Información (UCM), comencé a colaborar con Alandar porque buscaban periodistas del ámbito de las comunidades de base. Por aquel entonces yo era la representante de mi comunidad en Encomún y así empezó esta historia que me llevó a entrar al Consejo de Redacción, y, casi diez años después, a dirigir la revista entre 2010 y 2016. Soy socia fundadora de Acerca Comunicación, agencia que ofrece servicios de prensa y comunicación on line y off line a iniciativas culturales y a entidades sin ánimo de lucro. Miembro de la Red Internacional de Mujeres Periodistas de Madrid, además escribo en otras publicaciones de información religiosa y soy autora de los libros Vidas tocadas por Taizé y Hasta que la muerte (del amor) nos separe.

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