Bye bye Fair Phone
Como probablemente recordareis si lleváis siguiendo esta columna desde hace tiempo, a principios del 2013 hice una ¿arriesgada? apuesta de consumo. El teléfono móvil que venía usando por aquel entonces, de marca multinacional muy conocida y con todos los inconvenientes de los aparatos tecnológicos convencionales – a saber: obsolescencia programada, materias primas que no se sabe de dónde vienen o que casi mejor no saberlo, ignorancia de las condiciones de fabricación, proliferación de envases poco o nada respetuosos con el medio ambiente, etc.- estaba dando sus últimas boqueadas y decidí apuntarme a un crowdfunding (o sea, eso de que con las aportaciones de muchos se hace posible un algo grande) de una fundación holandesa que necesitaba 15.000 personas que aportaran algo más de 300€ y que esperaran unos cuantos meses para recibir un teléfono móvil de comercio Justo (el Fair Phone).