Siete años después de aquel fatídico 6 de febrero la justicia parece estar más lejos que nunca y las familias de las víctimas siguen sin haber podido visitar y recuperar los cadáveres de sus hijos. Sin embargo la calle, no se calla.
Fue en el inicio del año 2014, siendo Jorge Fernández Díaz ministro del Interior, cuando 14 personas morían y una desaparecía bajo las balas de goma y los gases lagrimógenos de la Guardia Civil mientras intentaban llegar a nado hasta las costas de Ceuta. Sus nombres, Yves, Samba, Daouda, Armand, Luc, Roger Chimie, Larios, Youssouf, Ousmane, Keita, Jeannot, Oumarou, Blaise y otro compañero cuyo nombre desconocemos, han quedado ya grabados para siempre en el imaginario colectivo de la playa del Tarajal. El espigón que sirve de punto fronterizo en la que es la frontera más desigual del planeta, la que separa África de Europa, sumaba así nuevas víctimas en el contador de lo que organizaciones como Caminando Fronteras llaman la “guerra contra los migrantes”.
Actualmente el caso se encuentra archivado por la magistrada del juzgado de instrucción número 6 de Ceuta, la cual decidió el sobreseimiento de la causa el 30 de octubre de 2019 en aplicación de la doctrina Botín. Como señala CEAR en su informe sobre el caso, “la magistrada ceutí defiende el archivo destacando la falta de acusación particular, pese a que las familias de seis víctimas del Tarajal, procedentes de Camerún, han solicitado en dos ocasiones su personación como acusación particular en el caso que investiga la muerte de sus hijos, pero el juzgado de Ceuta ha rechazado ambas peticiones”. Esto resulta especialmente paradójico cuando, en los siete años que han pasado desde las muertes del Tarajal, las familias no han conseguido los permisos ni si quiera para venir a velar los cadáveres de sus hijos.
Tras este tercer archivo, el último movimiento de las organizaciones de Derechos Humanos presentes en la acusación ha sido, el pasado agosto, unificarse y presentar un recurso de casación ante el Tribunal Supremo para intentar poner fin, de una vez por todas, a todos estos años de impunidad.

La memoria de la sociedad civil
Desde aquella madrugada fatídica hasta hoy, la sociedad civil no ha parado de reivindicar reparación, justicia y memoria para las víctimas del Tarajal. Año tras año, cada 6 de febrero diversas organizaciones, colectivos y activistas se reúnen en torno a la Marcha de la Dignidad, una marcha a pie que recorre la ciudad de Ceuta hasta la misma playa en la que morían los catorce jóvenes. Simultáneamente, diversas ciudades se suman replicando marchas, conferencias y concentraciones en su territorio en el que ya se reivindica como el Día Europeo de las Víctimas de las Fronteras.
Este año en concreto, la pandemia del COVID-19 y las medidas de seguridad que conlleva, han impedido realizar los desplazamientos de anteriores ediciones pero no ha conseguido paralizar las concentraciones y actos en distintos puntos del planeta. En concreto, y a falta de la gran manifestación en Ceuta, han sido 31 las ciudades que se han sumado al llamado de la organización de la Marcha por la Dignidad. Desde puntos tan diversos como Dakar, Frankfurt o Las Palmas de Gran Canaria, tan afectada actualmente por una ineficaz e irresponsable gestión de los desplazamientos migratorios en la isla, el pasado fin de semana se grito con una sola voz justicia para el Tarajal.
Mesa redonda
Los actos se inauguraron el viernes 5 con una mesa redonda online en la que se desarrollo la situación actual del caso, se habló de la actual gestión migratoria y se analizó el racismo estructural que existe en España desde experiencias y testimonios personales. Participaron en esta mesa, que abrió el cantautor Pedro Sosa y cerró la cantante Mia Fuentes, Sani Ladan, Mamadou Dia, Txema Santana, Mª José Aguilar y la abogada del caso y Premio Alandar 2018 Patuca Fernández Vicens.
Señalaba Patuca que “nos hemos instalado en una cultura de la otrocidad, donde el otro por ser distinto, es descartable. Y nunca insistiré los suficiente, es una sutil pendiente la que nos desliza de la otrocidad a la atrocidad”. Un mensaje que se complementaba y se entendía plenamente desde las palabras de Mamadou Dia, el cual afirmaba que “los jóvenes africanos no soñamos con Europa, soñamos con vivir” .
Al tiempo, Txema Santana devolvía a la audiencia a la realidad más inmediata cuando recordaba que “hay un temporal en Canarias y mas de 70 personas en pateras en el mar. No sabrán que cuando lleguen seguirán habitando campamentos anegados de agua, con temperaturas bajísimas sin mantas y comida suficiente”. Una realidad que choca frontalmente con la reivindicación de Mª José Aguilar, la cual exponía que “la obligación de un Estado es proteger la vida de cualquier persona que esté bajo su jurisdicción”.
2.170
Al día siguiente, en las distintas concentraciones y convocatoria, junto a las pancartas que rezaban #JusticiaTarajal en todas sus variantes, destacaban otras que llevaban escrita una cifra: 2.170. Así, en crudo, sin más adorno. Es el número de personas que, según la organización Caminando Fronteras, de la que forma parte la también Premio Alandar Helena Maleno, murieron el pasado año 2020 en las distintas rutas migratorias hacia España. 2.170 vidas que se perdieron en el mar o en los desiertos a causa de unas políticas fronterizas cada vez más endurecidas y cada vez más ampliadas.
Así, a la causa de las víctimas del Tarajal, se le unía la de todas las víctimas de las fronteras, convirtiéndose en el rostro visible de una realidad profundamente injusta y que supondrá uno de los grandes retos de este siglo XXI. Catorce nombres para catorce mártires de una lucha en la que, siete años después, sigue siendo necesario implicarse. Parece evidente, a la luz más que probada de los hechos, que el del Tarajal es uno de los grandes casos por los Derechos Humanos de la actualidad en España y que ejemplifica en toda su crudeza un sistema migratorio diseñado para expulsar y no para acoger.
Cabe destacar también de las concentraciones como, a lo largo de estos siete años, se ha logrado un diálogo y una organización de los espacios entre colectivos racializados y no racializados unificando estrategias y repartiendo tiempos, protagonismos y acceso a los discursos. Las concentraciones son hoy más plurales, con más voces, con más matices y puntos de vista, lo cual lleva mucho trabajo de fondo (a veces costoso) pero sirve de humus para interesantes procesos en marcha.

Ausencias notables
Cabe destacar, en este séptimo aniversario, la llamativa ausencia de partidos y políticos que años atrás han hecho suya la causa del Tarajal. Ocupados en la campaña electoral a destiempo de Cataluña, no tuvieron tiempo de asistir a las concentraciones ni de dejar algún mensaje desde sus redes sociales personales o las de los partidos. Esto, que no pasaría de ser una anécdota más del teatro político, es algo más preocupante cuando alguno de los partidos tiene incidencia y capacidad real en las decisiones que se toman en el Gobierno, alguna de ellas tan sencilla como facilitar que las familias de las víctimas puedan, siete años después, viajar a España –cruzar la frontera, vaya- para llorar a sus muertos en paz.
Seguir
Con todo, las organizaciones y colectivos no van a parar en una causa que ya es la causa de la humanidad consciente para que los próximos aniversarios, cuando lleguen, sean de memoria de las víctimas y acerca de cómo la lucha colectiva logró la reparación y la justicia. Catorce nombres de catorce mártires que representan a miles de mártires anuales no merecen menos.
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