Parece que una pregunta como la del título, formulada en términos generales, tiene una respuesta evidente: un obispo sirve para regir una diócesis. Sin embargo, si se plantea desde una dimensión más personal, -es decir, ¿para qué me ha servido mi obispo?- la respuesta es bien diferente: dejando aparte cuestiones burocráticas, para nada.
Una persona influye en tu vida cuando recibes de ella amistad, apoyo, ejemplo, impulsos, ideas. Salvo quizá en el caso de Tarancón, personalmente, no he recibido de ninguno de mis obispos ninguna de estas cosas.
Por lo general, a un obispo no se le ve nunca. Como mucho, en actos protocolarios o celebrativos, sin ningún intercambio personal. Al menos Tarancón recibía una mañana a la semana a quien deseara hablar con él. Eran, naturalmente, encuentros de sólo diez minutos pero -¡qué tiempos aquellos!- sin necesidad de cita previa. Una iniciativa que no he visto que nunca se haya vuelto a repetir.
Ya he contado alguna vez que soy un escritor de cartas compulsivo. Mis cartas a los obispos muy raramente han recibido una respuesta y ni siquiera un acuse de recibo.
¿Apoyo? En Leganés, entre los vecinos y yo compramos un local que sirvió para iniciar la parroquia y más tarde comenzamos a edificar una iglesia. Cuando estábamos empezando me enteré de que a una parroquia de Zarzaquemada le habían concedido doce millones de pesetas para edificar el templo. Fui a ver a Oliver, obispo auxiliar encargado de la zona, para pedirle uno de esos doce millones. Me contestó, ingenuamente: “Es que tú ya tienes algo”. Compruebo, pues, que se penaliza la iniciativa y se premia la inacción.
¿Ejemplo? ¿Cómo vas a tomar ejemplo de alguien que es excelentísimo y reverendísimo, a quien hacen reverencias, que se viste con largas vestiduras, ocupa los primeros puestos en los banquetes, todo en contra del Evangelio?
¿Ideas? En el arciprestazgo de mi última parroquia tuvimos la visita pastoral de Rouco. He dicho tuvimos, aunque debería haber escrito sufrimos, porque fue una experiencia lamentable. En una reunión con los curas yo pregunté: “En estos momentos están viniendo a misa ecuatorianos. Ninguno está casado aunque vive en pareja. ¿Se les niega el sacramento si se acercan a comulgar?” El cardenal respondió: “Bueno, antes en la misa no se comulgaba”. Como se ve, una respuesta no de un pastor sino de un gallego.
¿Impulsos? Después de un sínodo diocesano absolutamente inútil celebrado en tiempos de Rouco, a los pocos años de su estancia en Madrid Osoro lanza el Plan de Evangelización para la diócesis. Se trabaja en grupos, se acaba en un texto final y no pasa nada. Nada ocurre ni se propone en la vida diocesana ni en las parroquias.
Ciertamente es mejor un obispo inútil que uno controlador –como quizá sea el caso en las diócesis pequeñas- y aún mejor uno insensato como Cañizares o Reig, pero eso es un flaco consuelo.
¿Cómo debería ser un obispo útil? Yo lo imagino viviendo en una especie de residencia de Santa Marta, donde se hospedan gentes diversas y cambiantes. Un señor que a lo sumo se viste con un clergyman, va en metro o en autobús como uno de tantos (Fil 2,7) y dedica su tiempo a visitar comunidades y parroquias y a hablar con sus integrantes. Que cada año presenta un balance de la situación y hace propuestas, de avances o de cambios controlables y evaluables.
Y finalmente, que alguna vez tiene un gesto o una palabra profética. ¿Cómo puede ser que los habitantes de la Cañada Real lleven tres años sin luz y ningún obispo haya ido a vivir con ellos, a compartir la suerte de esas personas desgraciadas? (Entre paréntesis yo hice algo parecido –ciertamente más modesto- en mi primera parroquia en Carabanchel)
Se dirá que se trata de un retrato utópico, inviable en la Iglesia católica tal como es, pero de hecho hemos conocido a un obispo que respondió a esta imagen, Pedro Casaldáliga. Aun estando tan lejos, de él recibimos todos apoyo, ejemplo, ideas, impulsos. ¿Qué hubiera sido si hubiese estado a nuestro lado?
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Tengo la impresión de que Carlos Barberá se manifiesta siempre en términos de «acción» y de «realidad». Es decir intenta juzgar la vida desde el «actuar» previa de una descripción y aproximación objetiva y fiel de la «realidad»
De ello resulta que las realidades no son lo que de ellas nos puede dar una definición teórica, sino que son lo que se manifiesta a través de su acción y los resultados que producen.
De ahí surge la pregunta que se hace «¿Cómo debería ser un obispo útil? «.
Además, en este artículo Carlos no sólo pone de manifiesto una realidad problemática (¿inutil?) sino que también ofrece posibles caminos de acción para enderezar esa realidad y hacerla «útil».
Muchas gracias Carlos.