Precariedad obliga. La ordenación “presbiteral” de hombres casados –los llamados “viri probati”- está cada vez más cerca en la Iglesia católica. Y en manos de los obispos. Lo ha afirmado recientemente el cardenal alemán Walter Kasper. Y ya lo había dejado caer Francisco, hace unos meses, en una entrevista al semanario también alemán Die Zeit. El papa habló de la necesidad de reflexionar sobre la cuestión y se refirió a “situaciones extremas” que se dan hoy en la Iglesia.
También insinuó que no hay ningún impedimento dogmático para tales ordenaciones, como lo prueban la práctica de la Iglesia en siglos pasados y, todavía hoy, la de las Iglesias de Oriente unidas a Roma. En otras palabras, es un asunto de oportunidad pastoral y como tal debe ser planteado. Siendo así, entra en las “necesidades de las iglesias locales que pueden resolver las conferencias episcopales”, tal como señaló Francisco en un discurso en octubre de 2015.
Esto es lo que ha venido a afirmar, por si hubiera dudas, el cardenal Kasper, presidente emérito del Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Kasper tiene prisa. No es casualidad que el cardenal y la revista que preguntó al papa sobre la cuestión sean del mismo país. La situación alemana es dramática: hoy cuentan con tan solo 40 seminaristas para 23’7 millones de católicos. Calculen ustedes mismos la ratio. “La discusión es urgentísima”, concluye Kasper. No se puede sostener una eclesiología que hace de la Eucaristía “el lugar donde la Iglesia se hace cuerpo” si no se posibilita que se pueda celebrar.
Esta situación –debida, claro, al envejecimiento y la falta de vocaciones- es cada vez más común en los territorios de la “vieja cristiandad”. Y se une a la carencia crónica de curas de países donde cientos de miles de fieles de zonas rurales apartadas o inaccesibles no pueden recibir los sacramentos. Por eso, tampoco es casualidad que el papa haya evocado en mayo su deseo de convocar una asamblea especial del sínodo de obispos dedicada a los pueblos amazónicos de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Brasil.
A juicio de Kasper, la decisión depende de las conferencias episcopales y Francisco está esperando que den el paso, reflexionen sobre su situación particular y le presenten propuestas sobre el perfil, la formación y las funciones de los posibles ordenandos. ¿Por qué? Porque el papa es el único que puede “emitir” dispensas para ordenar a hombres casados. Aunque también es posible, según algunos teólogos, que el papa acabe delegando la responsabilidad en los obispos de cada país.
Pero, ¿qué son exactamente los viri probati (esto es, “hombres probados”) de los que habló el papa en la citada entrevista? Hombres casados o viudos, que han dado pruebas de fe, compromiso pastoral y capacidad de liderazgo. Los “ancianos” (que no otra cosa significa presbuteroi en lengua griega) que el propio San Pablo recomendaba establecer en cada comunidad para mantener y sostener las comunidades cristianas. Esta ancianidad no era, claro está, una cuestión de edad, sino más bien de madurez en la fe y la vida en la Iglesia.
Ni superdiáconos ni vicecuras
Automáticamente, la mirada se va directa a los diáconos. Pero no se trata de acabar con el diaconado o de ampliar sus “poderes”. Como tampoco de suplantar a los sacerdotes célibes. O sea, ni un superdiácono ni un vicecura. Se trata de crear una nueva figura que aún no tiene definidas –ni siquiera está claro cómo se denominarían-, en palabras de Francisco, “las tareas que podrían serle confiadas”.
Una cosa parece clara. Debería ser un ministerio a tiempo completo, que pueda encargarse, por supuesto, de la celebración de los sacramentos. Y aquí surge la gran pregunta: ¿todos?, ¿incluidas la absolución de los pecados y la consagración de las especies eucarísticas? Esto, en principio -y siguiendo el modelo que desvela Kasper- dependerá de las necesidades que plantee cada conferencia episcopal. Sin duda, no se pueden crear innúmeras categorías de órdenes o ministerios, cada uno con unas determinadas funciones y capacidades según el lugar donde residan. Si se quiere que esta figura tenga sentido, la respuesta lógica a la pregunta debería ser afirmativa.
Pero con la conciencia de que el ministerio debe ir mucho más allá de ordenar presbíteros “para decir misa”. La función del ordenado, aunque incluya formalmente la celebración eucarística, tiene que tener en cuenta la perspectiva del día a día: la “carga” pastoral cotidiana de las comunidades, las acciones sociales de proximidad, el impulso misionero y, sobre todo, la dimensión profética.
Y esto da pie a la siguiente cuestión, no menos lógica que la anterior: formación y –se supone- “dones” sacerdotales aparte, ¿qué les diferenciará de los actuales presbíteros, si van a asumir casi todas las actuales responsabilidades de éstos?
Los curas también están abocados a la reconversión. No dejarán de ser sacerdotes, pero, volviendo igualmente a las fuentes, asumirán progresivamente un papel de “apóstoles itinerantes”, emisarios de los obispos con la disponibilidad y la movilidad necesarias para crear nuevas comunidades y apoyar a las ya existentes y a sus diferentes ministerios.
Conviene recordar, en cualquier caso, que esta es solo una de las alternativas que se plantean a la carencia ya estructural de vocaciones sacerdotales en la Iglesia. En este caso, desde Alemania y otros países europeos. Pero hay otras propuestas, alejadas de la idea estricta de los viri probati y la exclusión de la mujer que suponen. Como el modelo de diáconos que prestan el servicio junto a sus esposas, que se viene aplicando desde hace años en San Cristóbal de las Casas, en el estado mexicano de Chiapas. O la del obispo emérito sudafricano Fritz Lobinger, apoyado por el también obispo emérito brasileño Erwin Kräutler, que habla de “presbíteros comunitarios” o “equipos de ministros”, que se ordenarían en equipo solo para su comunidad, serían voluntarios no remunerados y no dependerían directamente del obispo, sino de las comunidades, que tendrían un papel más relevante en la Iglesia. Francisco se ha mostrado abierto a todas ellas. Solo falta que los obispos, tal como ha dicho Kräutler en una reciente entrevista en la revisa Vida Nueva, sean “corajosos” y se pongan manos a la obra. Va en ello el futuro.
@fathermarch