Sergio Suárez (Madrid 1972) se incorpora al catálogo de Pre-Textos con sus apuntes de diario titulados ‘Todavía’, aunque su presencia en el mundo editorial data de mucho tiempo atrás, en calidad de lector, coleccionista e inseparable aliado del editor Manolo Borrás.
por Arturo Warleta
No es pues sorpresa, sino más bien culminación, que diera el paso de ceder sus diarios a la amistosa lectura de José Muñoz Millanes, quien seleccionó los extractos de entre las confesiones, recuerdos y rincones de la vida de Sergio entre los años 2011 y 2015. Algunos lo esperábamos desde hace mucho, pero la publicación de un libro, como casi todo en la vida, llega únicamente cuando es su momento. Quizá su publicación es una mera excusa de la existencia de unos apuntes que, quienes conocen la prodigiosa memoria de Sergio, podrían ser innecesarios para que él recorra su pasado.
Un sensible, pausado, culto y amiguero de vocación Sergio insiste en su invitación, al leer sus diarios, de sentirnos “más partícipes de un nosotros que testigos de un yo”. Al fin y al cabo, leer estos diarios resultan en un compartir rabiosamente generoso: lugares, citas o amigos se nos brindan de la mano de un tenaz anfitrión, que, más que permitirnos, nos incita a escudriñar esos momentos diarios que nos deja la vida, para repartirnos la labor (y el placer) de atraparlos y conservarlos.
Esta celebración de la vida y la amistad no pretende deslumbrarnos con épica, sino guiarnos en el paseo de un jardín que, como decía Antonio Muñoz Rojas y menciona el propio Sergio en sus agradecimientos, está hecho de años. Años que construyen amistades, que establecen las rutinas y costumbres, y que incesantemente traen y se llevan a gente cercana. Sergio es un experto del oficio de la amistad, un auténtico profesional del cuidado, el cariño y el consejo. Como afortunado miembro de este club desde hace más de veinte años, cuando coincidimos en las comunidades marianistas, ratifico el realismo con que Sergio describe sus momentos. Yo, como muchos otros, cambié mi opinión sobre casi todo a raíz de conocerlo, pero, sobre todo, he crecido a su lado agradeciendo a diario esta amistad. No en vano Manolo Borrás repite frecuentemente que aprender a agradecer es lo que da sentido a nuestra vida.
De entre los muchos amigos de Sergio presentes en sus diarios, pues lo era a todos los efectos, destaca sin duda la figura de su padre, hilo conductor del lustro narrado y último de su vida. Sergio padre ejercía de compañero de piso y confidente, tanto en el piso de la calle Cavanilles como en la casa familiar de Cercedilla. La admiración por su hijo no era óbice para tomarse con humor sus vicios. Cuando Sergio hijo regresaba de sus viajes, su padre disfrutaba contando la siempre exagerada cantidad de libros que traía en la maleta, ironizando sobre sus escasas docenas. La muerte ha estado siempre presente en la biografía y las inquietudes de Sergio, y nos hemos malacostumbrado a acudir a él siempre que esta incómoda y fatal realidad asoma en nuestras vidas. Sergio sabe qué hacer y decir en los momentos más delicados, preparándole a él mismo y a los que lo rodeamos para lo inevitable.
Además de la muerte, aunque con ella en el horizonte, surgen los demás temas estrella del repertorio de Sergio: la mencionada amistad, la poesía y los viajes. En ninguno de los casos se ciñe al producto nacional, aunque tampoco lo desdeña. Tampoco hay espacio para cameos; los amigos, escritores de cabecera y destinos frecuentes de Sergio tienden a repetirse, nunca en su misma esencia pero siempre afianzándose sobre lo vivido. Así, dentro de las rutinas de Sergio está la tarde en la Librería Alberti con su queridísima Lola, el fin de semana (largo, o alargado) en Valencia con los Pre-Textos, la cena en O Senhor Vinho de Lisboa escuchando fados (uno de los gustos de Sergio que rozan la obsesión, a tal punto que mi pareja lo tiene registrado en el teléfono como Sergio Fados) o el pausado recorrido de las tres plantas en la galería de grabados Abbott and Holder de Londres.
En los últimos años Sergio ha incrementado sus saltos de charco, tanto Nueva York como México, donde abundan sus referentes literarios, o Chile, donde el amor le ha hecho que pasee por Santiago con sospechosa frecuencia. El motivo de cualquier viaje de Sergio, como se desprende rápidamente de sus apuntes, es el reencuentro. Sergio viaja como vive, fundamentalmente para compartir. Acepten la invitación.
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