Por Pobreza Cero
Nos gusta adjetivar todo. Hablamos de rabiosa actualidad, marco incomparable, pertinaz sequía, merecido homenaje, trágico suceso, fría nieve y un largo etcétera (nunca mejor dicho). Utilizamos adjetivos que nos acuden a la mente de manera automática, sin pensarlo, cuando hablamos o escribimos. Pareciera que es la única manera de definir determinadas cosas y que se han instalado en nuestro imaginario. Nos sirven para remarcar las cualidades de lo que estamos hablando. Así, cuando oímos hablar de “rabiosa actualidad” lo asociamos a algo que está ocurriendo en ese instante y a lo que tenemos que prestar especial atención.
¿Nos hemos parado a pensar cómo deberíamos adjetivar la desigualdad? Para empezar a pensar en ello, aquí hay algunos datos para darnos algunas pistas:
- Tan sólo ocho hombres concentran tanta riqueza como la mitad más pobre de la humanidad.
- Los 1.810 milmillonarios de la lista Forbes de 2016 poseen en conjunto 6’5 billones de dólares, la misma riqueza que el 70% de la población más pobre de la humanidad.
- El PIB mundial ha crecido entre 1990 y 2010, pero mientras el 10% más rico de la población ha acaparado un 48% del crecimiento, el 10% más pobre solo se ha beneficiado del 0’6%.
Y si hablamos de las mujeres…
? Realizan el 66% del trabajo en el mundo.
? Solo reciben el 10% de los ingresos.
? Reciben de media un salario 30% menor por el mismo trabajo.
? Dedican el doble del tiempo que los hombres a trabajos no remunerados.
? Solo poseen el 1% de la propiedad.
? Representan el 70% de las personas pobres del planeta.
Estos datos ponen de manifiesto que estamos ante una realidad escandalosa y repulsiva desde el punto de vista de la moral, la ética o la justicia. Si acudimos al diccionario con esto en mente, hay una palabra que lo resume de manera clara y concisa: obscenidad. Sí. Se trata de una desigualdad obscena.
No es casualidad que utilicemos este adjetivo. Anteriormente lo han hecho personas como Winnie Byanyima, directora internacional de Oxfam Internacional; el papa Francisco; Nelson Mandela e, incluso, Sebastián Mora, secretario general de Cáritas.
Las personas más ricas del mundo abren telediarios, tienen nombre y son conocidas: Bill Gates, Amancio Ortega, Warren Buffett, Berkshire Hathaway, Carlos Slim Helú… Sin embargo, las personas más pobres siguen siendo desconocidas, condenadas a la sección de sucesos cuando fallecen de forma accidental: “asfixiada una familia por la mala combustión de un hornillo por no poder pagar la calefacción”; “cientos de personas muertas por el incendio en una fábrica textil india» en la que, como parte de las condiciones de semiesclavitud, las puertas de emergencia estaban encadenadas para la que las trabajadoras no se ausentaran de su puesto de trabajo.
Otras veces las vemos encaramadas a una valla fronteriza mientras que, debajo, paisanos nuestros juegan plácidamente al golf… También mirando desde la favela los fastos de inauguración de unos juegos olímpicos que habían esquilmado los recursos públicos de su país.
Situaciones como estas deberían provocarnos una repulsión al menos similar a las que nos provocan otras cosas que también consideramos obscenas.
Atacar las causas para resolver el problema
Desde Pobreza Cero llevamos muchos años denunciando las causas de la pobreza y también de la desigualdad. Nuestro objetivo no es enfrentarnos con quienes tienen dinero. Queremos llamar la atención sobre las consecuencias de que sigan existiendo estructuras y políticas que permiten esa concentración de riqueza y poder en tan pocas manos. Decía Susan George, presidenta del Transnational Institute, que los pobres ya están muy estudiados, sepultados bajo pilas de informes y estadísticas, sugiriendo que es necesario cambiar el foco de nuestro interés para conocer las causas de las pobrezas y las desigualdades.
La riqueza compartida es prosperidad para todas las personas. Cuando la riqueza se acumula únicamente en manos de unos pocos y no existen vías para su redistribución a través de políticas públicas de derechos humanos, se crean más desigualdades, se debilita el Estado de derecho y el bienestar de la gente se degrada.
Queremos vivir en un país más decente, en el que se garantice a quienes en él viven la satisfacción de sus necesidades y el pleno disfrute de los derechos humanos. Porque no es decente un país que desaloja a la gente de sus casas; que permite que las mujeres ganen hasta un 30% menos por el mismo trabajo que los hombres; que no es capaz de garantizar el acceso a la sanidad y a la educación a su ciudadanía; que restringe el derecho a la manifestación de quien piensa diferente; que no presta atención a las personas dependientes o a los mayores; el que cierra sus fronteras a quienes huyen de la guerra; o que reduce la ayuda a los más necesitados del mundo a la vez que presume de una “marca España a través de su presencia internacional.
Tenemos propuestas concretas
Sabemos que muchas de las medidas que proponemos solo van a ser efectivas si son cambios a largo plazo. Aunque también sabemos que existen formas de mitigar los efectos inmediatos de la pobreza y desigualdad. Una forma muy concreta es incidiendo en los presupuestos públicos.
Los presupuestos son la muestra más tangible que tenemos de saber cuáles son las prioridades políticas y económicas de un gobierno. En los últimos años, los presupuestos del Estado y de muchas comunidades autónomas se han reducido sustancialmente, en particular en aquellas líneas que garantizan unos derechos básicos como la sanidad, la educación y la dependencia, todo ello escudado en las restricciones presupuestarias.
El contexto ha cambiado. Desde hace un tiempo nos anuncian la llegada de tiempos mejores y de los primeros visos de recuperación económica. Esta recuperación, sin embargo, no se está manifestando en igual proporción para todas las personas. Por ello, nuestras propuestas están enfocadas en abordar la problemática de la desigualdad desde unos presupuestos que garanticen el bienestar de todas las personas, a través de las políticas sociales de protección e inclusión, la ayuda al desarrollo y medidas para la redistribución de la riqueza.
Disociar lo obsceno de lo económico y social
Creemos que es necesario que siga existiendo una movilización social y presión para denunciar estas injusticias y reclamar los cambios necesarios. Por esto, un año más, invitamos a las personas y a las organizaciones a expresar su desacuerdo con esta situación y reclamar medidas a las administraciones públicas que ayuden a reducir esta desigualdad obscena. Es necesario transitar de la pobreza a los derechos, de la desigualdad a la equidad y que esta asociación de ideas automática de las cifras con lo obsceno pase a la historia.
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