La vida de Victor Ochen, un joven abogado ugandés, ha estado marcada por la violencia de la guerra, el dolor y la miseria de los campos de desplazados. De sus 34 años, 21 los pasó en estas
“ciudades” en las que no hay casas, ni salud, ni alimentos, ni educación, ni higiene… ni esperanza para la mayoría de sus habitantes. Recientemente visitó España para recibir el Premio Mundo Negro a la Fraternidad, que cada año conceden los Misioneros Combonianos.
Natural de Lira, en el corazón del norte de Uganda, Victor creció en la realidad de un conflicto violento entre las fuerzas del dictador Museveni –en el poder desde 1986- y el Ejército de Resistencia del Señor (LRA, en sus siglas en inglés), mandado por el visionario Joseph Kony. Eran momentos terribles en los que los niños y niñas eran secuestrados (más de 10.000) en sus aldeas para convertirlos en soldados o en esclavas sexuales. Un hermano suyo está entre los secuestrados y nunca se ha vuelto a saber nada de él. A uno se le ponen los pelos de punta cuando relata que estos críos eran obligados a violar a sus hermanas, a matar a sus padres y luego a comérselos.
En medio de esta brutalidad inhumana, Victor fue capaz de imaginar que era posible sacar el bien, conseguir algo positivo en medio del dolor. Por eso trató de estudiar, desarrollando los más variados trabajos, entre ellos la venta de carbón vegetal. Hoy todavía “pido perdón a la madre tierra por haber deforestado parte de mi región. Fue un ataque al medio ambiente, aunque gracias a ello pude acudir a la escuela y, después, a la universidad”. Cuando algunos eligieron las armas, él optó por la paz. Y de esa opción surge, en el año 2008, African Youth Initiative Network (AYINET), una organización de jóvenes para proteger y rehabilitar a quienes habían sido agentes de guerra y que no sabían qué era la paz. Muchos le tildaron de loco, pero él tenía claro lo que quería. De hecho, recuerda que el día más triste de su vida fue cuando conoció a una de las personas que había intervenido en el secuestro de su hermano. Él mismo asegura que “sentí odio hacia esa persona que había destruido mi familia, pero sentí que la venganza no podía ser una solución, que sólo nos lleva a una espiral de violencia”. Sin duda, el recuerdo de sus padres influyó en esta decisión, ya que siempre le inculcaron valores morales y la esperanza en un mundo mejor.
No tener miedo a nada
Cuando a Victor se le pregunta directamente qué es para él la paz responde sin titubear: “Para mí la paz no es la ausencia de guerra, no es la fuerza impuesta de un ejército, no es el sentimiento de miedo entre los ciudadanos. Precisamente la paz es no tener miedo a nada, es estar libre de la intimidación y ser libre para poder luchar, sabiendo quiénes somos y cuál es nuestro papel en el espacio en que vivimos”.
AYINET atendió primero a jóvenes víctimas de la guerra, heridos, desnutridos, necesitados de distintas cirugías, chicas violadas y mutiladas… Luego ha ido formando líderes comunitarios para que vayan expandiendo un mensaje de paz entre los ugandeses y africanos en general –ya hay movimientos en Burundi y Sudán del Sur-, de manera que en los países desarrollados vayamos cambiando la imagen de que en África sólo hay miseria, guerra y sufrimiento. Hay mucho de todo eso, pero hay que saber que África no es un espacio único, que el continente lo componen 54 naciones, si bien muchas de ellas “destrozadas” por un colonialismo que no tuvo en cuenta a los pueblos y sí a sus propios intereses, aunque ya no actuaran como metrópolis.
En la conversación sale con cierta frecuencia la figura de Nelson Mandela, que para Victor Ochen es un ejemplo a seguir con el legado que ha dejado de reconciliación. En estos ocho años de plena actividad, ha conseguido que AYINET sea conocido internacionalmente. De hecho, el año pasado Ochen fue candidato al Premio Nobel de la Paz y, en estos momentos, es también consejero global de Naciones Unidas para refugiados, desplazados y violencia de género, así como embajador universal del objetivo 16 de la ONU relacionado con la justicia y la paz en el mundo.
Al preguntarle cómo se siente después de estos años de experiencia, sabiendo que es unos de los rostros de la paz y la reconciliación en su país y en África, Victor responde que “sinceramente me siento emocionado por mantener los legados que hemos recibido de nuestros antepasados. Emocionado y encantado de recibir esta responsabilidad. Es cierto que África en estos momentos puede darse una pérdida de esperanza, puesto que los actuales líderes no han dado la talla de un Mandela -por ejemplo- y otras figuras que han conseguido liberar a nuestros países”. Sobre el futuro asegura que no tiene miedo y que “estoy encantado de poder inspirar a otros jóvenes en este camino de la paz y la reconciliación”. Y añade que la reconciliación, efectivamente, implica mirar al futuro, “por eso no nos podemos desanimar por el pasado y dejar que éste modele el futuro, sino que tenemos que mirar con esperanza hacia adelante. Por lo tanto yo no estoy desilusionado, sino todo lo contrario y todos deberíamos hacer lo mismo. Es una oportunidad para nosotros cambiar esta imagen externa que se tiene del continente africano y construirla sobre la transparencia, la responsabilidad, la justicia y la reconciliación”.
Victor Ochen está convencido de que “las baterías de las dictaduras en África se están agotando y hay miles de jóvenes en muchos países que no están dispuestos a recargarlas”.
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