Por Enrique Martínez Reguera
Llevo cuarenta años viajando a Brasil, por lo menos un mes cada año. Recorrí todos sus grandes ríos desde el nacimiento hasta la desembocadura: río Negro, Solimoes, Madeira, Xingú, Araguaia, San Francisco. Conviví mucho tiempo con los indios tukano, xavantes y con los meninos de rúa, niños que viven en las calles de Recife, que ya me llaman su abuelo. Llegué cuando Tancredo Neves restauró la democracia. Conocí los gobiernos de Lula, Dilma, del lamentable Temer y estoy alerta a lo que quiere venir. En cierto modo soy muy brasileño y tengo ya mucha familia en Brasil. Por eso me siento en la necesidad de contarle al mundo lo que yo veo que nos está ocurriendo.

Ato Pró Jair Messias Bolsonaro ©2018 Alessandro Dias
Me siento perplejo y asustado por el triunfo de Bolsonaro en la primera ronda de las elecciones (la segunda el día 28). No le conozco, sólo sé de él lo que le oigo y veo decir en la tele y la prensa.
Dice que es partidario de volver a la dictadura militar, que va a clausurar el congreso y lo dice de forma soez. Pide que le elijan para acabar con las elecciones, con los derechos civiles, los derechos humanos y con la libertad de expresión. Dice que le arrebatará a los indios hasta el último palmo de tierra, supongo que para asfaltar la Amazonia para hacerla más rentable; aunque eso amenace a los que necesitamos respirar en el mundo entero. Dice que va a acabar con los homosexuales y acabar con la pobreza: barriendo de la faz de la tierra a los sin techo, a los hambrientos, a los inmigrantes, a los negros, excepto si son futbolistas célebres partidarios suyos. Dice que no hay que torturar sino matar y que ya habría que haber matado a mucha gente; excitando en otros el deseo de ejercer de matarifes, de “escuadrones de la muerte”. Se propone y anuncia armar a la población para matar a los adversarios, los diferentes, los chabolistas, los que piensan de otra forma o son de otro color. Justamente por eso lo idolatran: “es para acabar con la corrupción” “mirad lo que pasa en Venezuela, dicen. Reclama asesinos para acabar con la delincuencia.
Como lo ven tan persuasivo, algunos de sus partidarios ya empezaron a matar: a Marielle Franco da Silva, socióloga, defensora de los derechos humanos, a Moa do Katendê, compositor y maestro de capoeira, 63 años, doce puñaladas por discutir de política. Ya salen a la calle dando gritos y tiros y grabando esvásticas nazis en la piel de una chiquilla por ser partidaria de los humildes.
Tengo un amigo medio hermano que durante treinta años ha protegido contra los “escuadrones de la muerte” a niños que viven en la calle, ya han intentado matarlo dos veces, si sube Bolsonaro, ocurrirá.
Tengo otro amigo que pasó treinta años haciendo de enfermero, de cartero, de cura, de lo que hubiera que hacer, ayudando a los indios del río Negro. Y otro que trabaja en Brasilia en labores altruistas y otro en Acupe y otro en Curitiba…
Qué será de todos ellos, porque ya están pateando la cara de quienes aman la cultura, la educación, la ciudadanía, la libertad de expresión, la solidaridad, la democracia, porque lo único que importa es que suba la bolsa.
No es verdad que se enfrenten dos extremismos, Lula y Dilma respetaron la democracia, pero les dieron un Golpe de Estado, al que el Presidente del Tribunal Supremo Federal llama “Movimiento” (Nacional, ¿no les suena?). Desequilibrio ético que prefiere una autocracia perfecta a una democracia defectuosa. Qué enorme contrasentido, elegir a un millonario que autoriza la barbarie de una minoría fuerte contra una mayoría vulnerable.
Pero hasta el día 28, hay tiempo de evitarlo.
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Las Democracias aunque no sean perfectas, son la mejor respuesta a los problemas del Estado. Cualquier otro camino, separado del pueblo, solo representará una senda de peores circunstancias, de menos derechos y más abusos. Una pena que para olvidar los problemas del pasado, lleguen «Mesías» a prometer menos corrupción a costa de un detrimento en los Derechos primigenios.