Daesh a la conquista de África

El califa Abu Bakr al-Bagdadi, máximo dirigente de Daesh, ha declarado su intención de subdividir el  norte y oeste de África en tres grandes regiones una vez que el grupo empiece a expandirse más allá de las orillas del Mediterráneo, donde se concentra en la actualidad.

La primera (Alkinana) englobaría a Sudán, Chad y Egipto. La segunda (Habasha) a Eritrea, Etiopía, Somalia y Kenia. Finalmente, la  tercera (Maghred) estaría compuesta por los cuatro estados del norte de África restantes: Marruecos, Argelia, Túnez y Libia, más Mauritania, Níger y Nigeria. Esto también nos da una idea de cuáles serían los planes de expansión de esta organización.

Daesh lleva tiempo planeando su desembarco en el África subsahariana. Sabemos que el grupo nigeriano Boko Haram juró fidelidad al Estado Islámico a principios de 2015 y que, a partir de ese momento, en algunos de sus comunicados estos yihadistas, que se extienden por el norte de Nigeria, Chad, Camerún y Níger, se autodenominan Estado Islámico de África Occidental. Igualmente, algunas fracciones del grupo somalí Al-Shabbaab también manifestaron su sumisión al califato de Daesh en octubre de 2015. Pero estas no son las únicas lealtades con las que el Estado Islámico cuenta en el continente.

A finales de octubre la agencia de noticias del Califato anunciaba el juramento de fidelidad de parte del Estado Islámico del Gran Sáhara (ISGS, por sus siglas en inglés). Este grupo, que opera en la zona del Sahel, está liderado por Adnan Walid al-Saharawi, que hasta hace poco era uno de los principales comandantes de Al-Mourabitoun, una organización yihadista nacida en 2013, cuando se fusionaron elementos de dos de los grupos más radicales que habían participado en el conflicto del norte de Malí: el Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental (MUJAO) -del que al-Saharawi era portavoz- y de Katiba al-Muthalimin, liderado por uno de los terroristas más buscados, el argelino Mokhtar Belmokhtar.

El Yihadismo intenta entrar en África
Una pintada con el rostro de Abu Bakr al-Bagdadi. FOTO/thierry ehrmann

Con anterioridad, al-Saharawi, que nació en El Aaiún, capital del Sáhara Occidental, en 1979, se había enrolado en el Ejército de Liberación Popular Saharaui, el brazo armado del Frente Polisario. Finalmente, juró fidelidad al califa al-Baghdadi el 14 de mayo de 2015.

Por su parte, el grupo de Belmokhtar, al-Mourabitum, era en origen una rama de Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQIM). Todo daba a entender que al-Mourabitum (que niega que su grupo hubiese jurado fidelidad al Estado Islámico) y AQIM se han reunificado a finales de 2015 y juntos, desde sus campamentos del norte de Malí, habrían lanzado los ataques terroristas de finales de 2015 y 2016 en Malí, Burkina Faso y Costa de Marfil.

Esto pone de manifiesto una gran división entre los grupos que operan en la zona. Los militantes que han quedado leales a Belmokhtar y que, por tanto no se han integrado en ISGS, han estado amenazando a los que sí lo han hecho.

Que ISGS esté liderado por un saharaui ha hecho pensar que pudiera producirse un alto número de adhesiones por parte de jóvenes saharauis cansados de vivir en los campamentos de Argelia y que anhelan la liberación de su patria. Cada vez son más los jóvenes que piden acciones militares contra Marruecos. El Polisario se encuentra muy dividido. Ya en 2012 las autoridades saharauis reconocían que muchos jóvenes se habían unido a los grupos yihadistas que operaban en las regiones vecinas, al mismo tiempo que declaraban la guerra a este movimiento.

Sin embargo, la amenaza de que más jóvenes saharauis puedan unirse a ISGS en próximas fechas está muy latente y puede resultar en un nuevo elemento de desestabilización en la región.

Igualmente, si fuera cierta la hipótesis de que tras la caída de la ciudad iraquí de Mosul y la siria Raqqa, el Daesh intentaría reagrupar a muchos de sus militantes en África, este nuevo juramento de fidelidad realizado por ISGS cobra especial importancia, al ofrecer a los terroristas un segundo grupo de referencia en el África Occidental después de Boko Haram.

Habrá que estar pendientes de cómo evoluciona la situación y vigilantes, porque una mayor presencia de los yihadistas en África puede suponer un aumento de atentados. Pero seguramente no se quedarán solo en esto, sino que querrán conquistar nuevos territorios para reconstruir su califato y buscarán fuentes alternativas de financiación que bien pueden encontrar, una vez más, en la explotación de los recursos naturales de la región, lo que traerá graves consecuencias para los países del continente.

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