La legalización del aborto implica que las mujeres no sean criminalizadas por practicarlo, que tengan la posibilidad de realizarlo en centros de salud legales y seguros, y que socialmente se debata si el embrión puede ser considerado (o no) un ser humano.
Sobre este último punto el biólogo molecular Alberto Kornblihtt afirma que “la definición de la vida está referida solo a las células y están vivas tanto las células del embrión, como las del feto, o del bebé o del adulto… también están vivos los espermatozoides que se eyaculan fuera de la vagina… Para la biología un embrión no es un ser humano”
A una conclusión similar arriba la Comisión Interamericana de Derechos Humanos quien plantea que “las tendencias de regulación en el derecho internacional no llevan a la conclusión que el embrión tenga un derecho a la vida”. En todo caso, cuando se reflexiona sobre esta temática se puede concluir que existe un “principio de protección gradual e incremental -y no absoluta- de la vida prenatal y que el embrión no puede ser entendido como persona”.
En la vereda opuesta el Papa Francisco sostiene que el aborto “es un problema humano… se asesina a una persona para salvar a otra”. Pero esta mirada no es uniforme dentro de la Iglesia ya que existen laicos, monjas, curas y teólogos, que la critican o relativizan.
Así, por ejemplo, para las Católicas por el Derecho a Decidir la vida tiene un valor gradual y, por tal motivo, adhieren a la despenalización y legalización de un embarazo en un momento de temprana gestación.
Por su parte la monja Ivone Gebara, desde una teología feminista con perspectiva de clase, asevera que “la ley que la Iglesia defiende perjudica a las mujeres pobres” ya que éstas no tienen los recursos económicos para abortar en condiciones humanas. Y, sin medias tintas, sentencia que “el aborto no es pecado. El evangelio no trata esto… La dogmática en relación al aborto ha sido elaborada a lo largo de los siglos por hombres célibes encerrados en su mundo”
En relación al valor de la vida, el teólogo Leonardo Boff considera “farisaica la actitud de aquellos que de forma intransigente defienden la vida embrionaria y no adoptan la misma actitud ante los miles de niños lanzados a la miseria, sin comida y sin cariño, deambulando por las calles de nuestras ciudades”
Por lo expuesto hasta aquí cabe concluirse que, si la vida humana se va construyendo de manera gradual y no es posible adjudicarle al embrión la categoría humana, los Estados tienen la obligación de implementar los mecanismos necesarios para que la mujer tenga la posibilidad de interrumpir su embarazo durante las primeras semanas de gestación de manera legal y segura.
En última instancia cabe plantearse que siempre ante una mujer que, en libertad de conciencia, toma la decisión de abortar debemos tomar una actitud marcada “por un espíritu de amparo, de consuelo, de misericordia, pues no debe haber muchas personas que aborten por placer, por diversión, por festejo” -Pedro Casaldáliga-.
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Hipóctitas, dejen de decirse católicos. Kornblihtt usó imprecisiones biológicas para dar un argumento no biológico. En el campo de la ciencia, en embriología específicamente, no hay dudas de que se trata de un ser humano.
Dan asco!