NO CREO en un dios lejano:
lo necesito cerca, para poder apoyarme en Él.
No creo en un dios “de tejas arriba”:
lo necesito de tejas abajo y más abajo.
No creo en un dios que todo lo puede:
sino en el que sólo puede lo que es bueno para sus hijos.
No creo en un dios que todo lo sabe:
pero sí en el que sabe que soy débil y lo necesito.
No creo en un dios que premia y castiga:
Él mismo es el premio para cuantos le aman.
No creo en un dios que exija sacrificios humanos:
¡a Él se llega sólo por el amor que confía y se entrega!
No creo en un dios feliz en su gloria eterna:
mi Dios sólo es feliz viendo felices a sus criaturas.
No creo en un dios de los vencedores:
sí en el que comparte la suerte de los perdedores.
No creo en el dios de la razón y de lo razonable:
¡Él es, ante todo, amigo de los sueños más audaces!
No creo en el dios de justos y perfectos:
¡sería un dios selectivo, y no el Padre de todos!
¡Creo en un Dios que ha creído primero en mí,
y me ha hecho capaz de creer en su ternura invencible!
Creo en el Dios en que creyó Jesús,
y cuya fe le costó el fracaso y el suplicio.
Creo que sólo la fe en un Dios plenamente Humano
conduce a la Humanidad Histórica a ser Divina.