Sabina no sabe aun que cuando estaba en el vientre de su madre su energía de vida, pese a la redondez de su barriga, le dio fuerza y coraje para subir a un avión de Air Europa y, con un montón de documentación en mano, impedir que una persona senegalesa uera deportada. Ella estaba en el turno de oficio y le tocó cubrir esa detención [[Este hecho aparece documentado en Paremos los vuelos, Las deportaciones de inmigrantes y el boicot a Air Europa. Campaña estatal por el cierre de los CIES, Cambalache, Oviedo, 2014.]]. Tampoco tiene conciencia aún de que recién nacida, mientras su madre le daba el pecho, con una mano la sostenía y con la otra agarraba los pliegos y pasaba hojas preparando juicios por despidos improcedentes de aparentes “causas perdidas” que ella y su equipo suelen convertir en “causas ganadas”. La madre de Sabina se llama Arantxa y ella y su compañero, Lluc, son desde hace muchos años de los cientos de abogados y abogadas que honran el turno de oficio, que defienden a ultranza la justicia pública y gratuita y militantes “probados “contra las fronteras, la xenofobia y el racismo. Sabina es una nueva habitante del barrio de Lavapiés. La esperábamos hace nueve meses y por fin está aquí entre nosotros y nosotras. Es hija de amor y la promesa de una sociedad alternativa en la que sus padres están empeñados desde el compromiso con los movimientos sociales y el ejercicio de una justicia al servicio de los y las pobres.
También en este nuevo curso nos acompaña Hugo, chiquito y suave como su madre, pero también firme con su llanto nocturno cuando la reclama. Hugo aún no sabe que antes de nacer, su madre Valle, en estos años se ha recorrido miles de kilómetros de norte a sur del Estado por un sueño que parecía imposible y que hoy está hecho ya realidad con el esfuerzo de muchos y muchas: la existencia de FIARE, una banca ética. Hugo no sabe, porque aun no ha llegado el momento para contárselo, de la pasión y la energía que su madre le ha echado a esta causa y cómo se ha “ desvivido” en ella y por ella, renunciando a veces a proyectos propios, a tiempos para sí misma, a la vez que intentando compaginarla con otras como el acompañamiento a personas inmigrantes sin papeles, o las sesiones de yoga para mujeres en algunas asociaciones de Lavapiés para favorecer espacios de pacificación interior, en personas con vidas al límite por la violencia institucional que padecen. Quienes tratamos a Valle somos alcanzados sin darnos cuenta por su armonía y serenidad y sabemos que su compañero de vida, el papá de Hugo, tiene también mucho que ver con ello. Por eso este bebé viene también portando ese don, que se lo transmite su madre con la leche materna.
Hugo ha nacido un mes después que Tabit, otro nuevo vecino de Lavapiés, aunque éste un poco más moreno. Su nombre significa “la sabiduría del profeta” porque su madre, le dio a luz el día que los musulmanes celebran el nacimiento del Muhammad. Tabit ha sido muy esperado por muchos amigos y amigas del mundo pues su madre, Jorna y su padre, Elahi, son expertos en tejer familia extensa y su casa es un buen símbolo de la hospitalidad que no conoce fronteras. Por eso Tabit tiene muchos parientes, por supuesto en Bangladesh, país de origen de su padres, pero también otros como Pepe, Salvador, Teresa, Isabel, al igual que numerosos tíos y tías, de “sangre” -como Uddin- y otros como Leo, Belén, Ana, Guillermo, Maite, Carre, etc, con vínculos amorosos tan potentes o más que los de consanguinidad. Tabit representa la tercera generación de bangladeshíes en Lavapiés. Sus padres son conscientes de ello y de ahí su apuesta terca y difícil por el aprendizaje intercultural. ¿Cómo ser español sin dejar de ser bangladesí, se pregunta a menudo su padre, que, desde que vino a este país hace diez años, no ha dejado de decirnos a sus amigas y amigos: “Enseñarme a mí. Yo no entender. No conocer las costumbres” y hoy él mismo se ha coinvertido en un iniciador para sus paisanos y paisanas en la sociedad de acogida. Tabit es un bebé “contracorriente”. Duerme por el día y por la noche quiere caricias y juegos. No le gusta estar solo. Tiene la vocación social de su padre y el deseo de disfrutar y reír de su madre, a la que el duelo migratorio y la muerte de un familiar muy querido vivida desde la distancia le secuestró la alegría y a la que el parto de su hijo, como a Sara, la matriarca, la mujer de Ibrahim, le ha devuelto la risa [[Isaac es el nombre del hijo engendrado por Sara y Abraham siendo anciano y significa etimológicamente “ El que ha dado la risa”, Cf. Gn 21:6-16]] .
Omar es otro pequeño que estos nuevos cursos nos acompaña. Es un español-senegalés muy castizo, pues nació el día de San Isidro y celebramos su llegada al mundo en los jardines de las Vistillas. Su madre es dominicana y su padre de Senegal. Su parto no fue fácil porque Mell, su madre es muy joven y su cuerpo tuvo que ensancharse mucho hasta que la cabecita de Omar se asomó al gran mundo. Su padre, Mori, no pudo estar presente. Trabaja como cuidador de enfermos de Alzheimer y aquella noche no pudo encontrar sustitución, pero su aliento y fuerza de vida, la suya propia y la de todo su clan más allá del Estrecho, empujaron el milagro de la vida de Omar. Al día siguiente de su nacimiento la gran familia dominicana de su madre lo celebró con canciones y arrullos caribeños y los amigos de su padres de la Red Interlavapiés y la Asociación sin Papeles celebramos con bissap el milagro del amor que no sabe de leyes ni fronteras.
La pequeña Mame hace también la travesía vital de este nuevo curso con nosotras y nosotros. Pero la hace “allende los mares”, desde Argentina. Nació de un amor suave y furioso a la vez, que encendió la esperanza en el corazón de su madre y le dio miles de razones para volver a sí misma y a sus orígenes. Cuando estaba en la barriga de su mamá muchos y muchas la cuidamos desde aquí y la cargamos de amor, para que cuando se asomara al mundo en su Argentina natal no olvidara nunca ni el coraje de madre, ni el amor de su padre ni la fidelidad de su amigas, pese a la complejidad de la vida y los claroscuros del corazón humano.
Más allá de la crisis, contra todo pronóstico económico, la vida revienta y empuja a la vida. Ninguna de estas niñas ni niños han nacido con un pan debajo del brazo, como decía mi abuela, pero a quien la realidad se encargó de desmentir, pues se le murieron dos de ellos por el mal de la posguerra. La maternidad ha de ser elegida y deseada. Dar a luz un hijo o hija a la vida es un acto de libertad y decisión amorosa. Estos nuevos vecinillos y vecinillas que nos han nacido traen en su piel de distintos colores las marcas del amor y la esperanza. Son hijos e hijas de la promesa de otro mundo posible que “ya sí aunque todavía no…” vamos acariciando con la punta de los dedos.
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