TE pedimos, Jesús de Nazaret que nos ayudes:
a no confundir la Iglesia con el Reino de Dios por ti anunciado;
a no hacer de los ministerios eclesiales un ejercicio de poder temporal;
a no romper la fraternidad esencial del Reino con categorías de unos que enseñan y otros que aprenden en la Iglesia;
a no pretender ser poseedores de la Verdad que nos salva, sino sólo sus humildes servidores (y sus hambrientos buscadores);
a no identificar la fe en el Dios Vivo y Verdadero con un conjunto de fórmulas doctrinales;
a devolver la Mesa Eucarística a los pobres, pecadores y marginados de este mundo;
a utilizar el poder de atar y desatar para abrir caminos nuevos de libertad entre los hombres;
a buscar siempre en el Evangelio lo mejor de la Tradición, y en la Tradición lo más vivo del Evangelio;
a vivir la Comunión de los Santos como abierta y comprometida Solidaridad con los Pecadores;
a predicar la Buena Noticia como presencia del Amor de Dios que comparte todas las luchas de la Ascensión Humana;
a creer en la Resurrección de la Carne como triunfo gozoso de cuanto hay de bueno, bello y verdadero en nuestra Condición Humana;
a saber esperar, con paciencia, los Cielos Nuevos y la Tierra Nueva, pese a nuestras propias contradicciones y a la gravedad del pecado del Mundo.
A ti, que eres al mismo tiempo el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre, te pedimos nos ayudes constantemente a buscar a Dios sin renunciar a nada de lo auténticamente Humano.