
El Plan Nacional de Residuos establece que el consumo de bolsas de plástico de usar y tirar debe reducirse en un 50% en el 2010, para desaparecer progresivamente. La indicación viene de la Unión Europea y tiene la fecha del año 2000. Podíamos haber empezado antes a prepararnos, pero ya se sabe, nosotros hasta que no vemos el toro encima… no corremos.
El gobierno no quiere obligar. De esta manera la indicación queda sin sanciones, en una invitación blanda, que depende de la buena voluntad del consumidor.
Y lo peor es que avanzado el 2010 pocos parecen haberse dado cuenta de esta recomendación. Hacemos como si no fuera con nosotros, bien sea por pereza, por costumbre… Y sobre todo porque España es el primer productor europeo de bolsas de usar y tirar y el tercer consumidor. (¡Unas 238 bolsas por cabeza al año!) Esto supone un gran coste, tanto económico como ecológico. Cada bolsa emite unos cuatro gramos de CO2 en su fabricación, y el total de ellas produce el 0,1 % de la emisión nacional. Sin contar con que el tipo de envase tarda más de 100 años en descomponerse, y sólo el 10% es separado para ser reciclado. El 65% de ellas acaban en los vertederos o incineradoras, como bolsas de basura.
Si la usas… la pagas
Para empezar a desincentivar el uso, se ha propuesto pagar por las bolsas en los comercios. La Administración evita a toda costa el enfrentamiento con las grandes cadenas de supermercados y con el consumidor, que no concibe tener que pagar por algo que ha sido siempre gratis. Pero lo cierto es que en Europa hacer pagar por las bolsas se ha demostrado como la manera más eficaz para reducir su uso. China ha prohibido directamente las bolsas en los comercios desde hace dos años.
Las bolsas de plástico de un solo uso son un producto altamente nocivo y a la vez prescindible y fácilmente reemplazable. Su distribución gratuita es un grave error, porque en realidad es un producto muy costoso para el medio ambiente.
Sólo algunas grandes cadenas han empezado a proponer alternativas: bolsas de rafia, de tela, de yuta… La producción de bolsas con bio-plástico (fécula de maíz, de patata, etc.) es cara y lenta por ahora, pero podría ser la reconversión de las empresas que ahora trabajan en la producción de las que están destinadas a desaparecer, con las consecuencias derivadas sobre la ocupación.
Ser precursores
Entre tanto, los cristianos no deberíamos esperar a que llegue la prohibición, o a que pongan multas. Podríamos aprovechar la ocasión para ser precursores de esta iniciativa. Para proponer en nuestras parroquias y comunidades, por ejemplo, el realizar bolsas con retales y regalarlas a cada familia durante una eucaristía, en la Jornada de la Salvaguardia de la Creación u otra que os inventéis vosotros. No es difícil ser promotores, con creatividad de gestos de vida, concretos y cercanos, educativos para las comunidades.