Entre el 7 y el 11 de enero se celebró el 13º encuentro de Comunidades Eclesiales de Base (CEB) de todo Brasil. Ese evento reunió más de cuatro mil representantes de comunidades católicas de áreas rurales y de periferia urbana. Al encuentro asistieron también más de cien obispos, más de 300 sacerdotes y muchos religiosos y religiosas. También estuvieron presentes algunos pastores y creyentes evangélicos y personas de religiones afrodescendientes e indígenas. Más de 50 participantes fueron en representación de otros países de América Latina, Caribe y otros continentes.
Esta vez el encuentro de las comunidades se dio en un centro de peregrinación y espiritualidad popular en el nordeste brasileño (Juazeiro do Norte). El tema escogido para profundizar en él fue “Justicia y profecía a servicio de la vida”. Es un asunto central en la vida de la Iglesia. Recuerda que Jesús no fundó una religión sino que anunció un proyecto divino para el mundo. Él mismo declaró: “Yo vine para que todas las personas tengan vida y vida en abundancia” (Jn 10, 10). Para eso llamó a sus discípulos y discípulas: para formar una comunidad que fuera testigo de la realización de ese proyecto de justicia y paz al servicio de la vida. Según los Hechos de los Apóstoles, el Espíritu Santo baja sobre toda persona bautizada para hacer de ella una profetisa de ese proyecto divino en el mundo (Cf. Hc 2).
Al asumir este tema de la justicia y profecía para el encuentro, las comunidades de base vuelven a las fuentes de la fe y recuerdan a toda la Iglesia que ella misma tuvo su origen en un movimiento profético. Para la fe cristiana, profeta es quien busca escuchar la palabra divina para aplicarla a la vida concreta en cada situación.
Ese tema fue escogido para el encuentro de Cebs antes de que la Iglesia tuviera a Francisco como papa. Actualmente, es el mismo obispo de Roma y primado de la unidad de las Iglesias quien pide a todo el pueblo de Dios y a los ministros que retomen su vocación profética. Una novedad en ese encuentro fue que, por primera vez en la historia, un papa escribió un mensaje en forma de carta a todos quienes participaron en el encuentro. Y en esa carta, Francisco decía que las comunidades de base son una forma normal de la Iglesia de ser Iglesia. El encuentro decidió que las comunidades vuelvan a luchar para que la Iglesia exista no para sí misma, sino para fuera y para cambiar ese mundo. Eso quiere decir que, para ser efectivamente católica, es decir, universal, tiene de abrirse a la diversidad.
Después de más de 30 años, en los cuales solamente los conservadores parecían tener derecho de sentirse católicos y ser escuchados y valorados por Roma, parece que ahora las comunidades pobres alcanzan su plena ciudadanía en la Iglesia. La diversidad es positiva y debemos respetar la sensibilidad propia de cada grupo o movimiento. Sin embargo, cada vez más, es necesario darse cuenta de que la Iglesia tiene que hacerse capaz de proclamar la buena nueva del Reino de Dios para la humanidad de hoy. Para hacer eso, necesita integrarse más en el mundo de los empobrecidos y empobrecidas y comprometerse con el servicio a un nuevo mundo más justo y igualitario. Ese encuentro de comunidades eclesiales de base fue un momento en el cual hubo un ensayo de ese nuevo modo de la Iglesia de ser más semejante a Jesús, su maestro.