Elaborar el luto de la infertilidad

informe1.jpgMi difícil experiencia como madre adoptiva me ha llevado a reflexionar sobre el tema de la infertilidad y sobre todo lo que ello conlleva. He conocido cuánta ansiedad se esconde tras la espera de un hijo que no llega (en mi caso, el segundo), cuánto miedo, cuánta angustia, cuántas cosas… He reconocido que si el Tribunal de Menores me hubiera rechazado la idoneidad (cosa que ahora creo que tal vez hubieran debido hacer) yo habría movido Roma con Santiago, habría luchado como una leona, afirmando que el tribunal no tenía ni idea, que eran unos incompetentes, que yo ya tenía una hija biológica y sabía perfectamente hacer de madre… Y en esas actitudes mías reconozco el proceso y la obsesión de tantas parejas (son cada vez más en occidente) a quienes poca gente e instituciones ayudan a elaborar el posible luto de no poder procrear, sino proponiendo soluciones cada vez más sofisticadas y agotadoras para dar respuesta a ese deseo/necesidad, lo cual no afronta el problema, si no que lo evita. Estoy absolutamente de acuerdo con el criterio que (en el caso de la adopción) pone como objetivo prioritario el dar una familia a un niño, y no lo contrario: dar un hijo a una pareja. Pero en este momento quisiera compartir con vosotros la reflexión sobre la pareja herida en su fecundidad.

Dios: ¿Por qué no puedo tener un hijo?

El Señor me ha impedido parir: acuéstate con mi esclava, tal vez de ella podamos tener hijos.” (Génesis 16,1-3)

Una de las crisis más dramáticas de la historia de la limitación humana es la de no tener un espejo en el que reflejarse: un hijo. No tener hijos es una forma de transgresión de la ley divina “creced y multiplicaos”. En Oriente la mujer que no generaba un hijo era considerada un ramo seco porque no podía dar al marido la continuidad del nombre, no le aseguraba la inmortalidad confiada a la secuencia de los hijos que continuaban la memoria del padre. Sara y Abraham, conscientes y tristes por su esterilidad como pareja, se disponen a poner en práctica el primer “intento de fecundación asistida” de la historia, sin tener en cuenta el proyecto de Dios. Ellos son ejemplo del dolor y de la oscuridad que vive la pareja infecunda.

La infertilidad es una experiencia difícil y frustrante que en ocasiones lleva a dudar de la bondad de Dios, que es padre bueno hacia sus hijos. Si a Dios no le es nada imposible, muchos se preguntan ¿cómo es que deja en el sufrimiento y en la oscuridad a tantas parejas que durante años esperan poder ser fecundos, sin que nada ocurra? Si los hijos son la bendición de Dios, como dicen las distintas religiones, ¿qué culpa tiene la pareja que no consigue generarlos? Y cuando la fe no es suficiente para afrontar esta herida aumentan las frustraciones y el sentido de impotencia contra un destino que se considera injusto. Entonces se intenta desafiar el límite recurriendo a la ciencia y a la medicina. Pero el camino no es fácil, en ningún sentido, y en la Iglesia no se encuentra gran consuelo ni apoyo para afrontarlo. “¿Por qué la doctrina de la Iglesia consigue aun hoy hacer sentir en grave culpa a una mujer que ha elegido conscientemente, sobre su piel, afrontar la opción más difícil? Y ¿por qué nos tacha a las aspirantes a madre in vitro de amorales? ¿Es que quienes se ven abocadas por la vida a buscar otros caminos son menos dignas y menos amadas por Dios que quienes tienen hijos de modo natural?” (Patricia)

La respuesta médica y la adopción

La medicina, como perspectiva técnico científica exalta el conocimiento racional de los síntomas y de las causas, olvidándose a menudo de los aspectos subjetivos y sociales del problema. En el caso de la infertilidad, como en muchas otras situaciones, se necesita un enfoque global, que comprenda los aspectos psicológicos y emotivos del paciente: dudas, miedo, frustración por los repetidos fracasos, aceptación de un fin… Muchos médicos y centros de procreación médica asistida reconocen que el 15% de las causas de infertilidad son psicológicas. Cuando un hombre o una mujer reciben un diagnostico de infertilidad o, peor, de esterilidad, empieza para ellos un proceso de reconocimiento del límite biológico que les excluye de un proyecto “humano” y les hace sentirse distintos. Se acude a la medicina para resolver un problema, pero durante el proceso diagnóstico y terapéutico la pareja se da cuenta de la invasión de la ciencia en la esfera más íntima de la propia relación, la de la procreación.

Ante las dificultades objetivas de los tratamientos contra la infertilidad (económicas, estrés, salud…), muchas parejas optan por la adopción, que es una respuesta que además les hace sentir mejores personas. La adopción, en Occidente y en este momento de la historia, goza de una imagen idílica como acto altruista por parte de la familia que acoge. Por suerte las condiciones para poder adoptar son cada vez más serias y permiten a los futuros posibles padres hacerse una idea real de lo que es la adopción, con todas sus dificultades. No es fácil ayudar a la pareja a descifrar las verdaderas motivaciones por las que se quiere adoptar: tanto la oblación total como el egoísmo son razones peligrosas para una correcta acogida, que beneficie tanto al hijo como a los padres.

¿La pareja engendra un hijo o el hijo engendra la pareja?

Creo que un hijo hace que una pareja sea más estable, le da solidez… un hijo nos falta… no me siento totalmente mujer.” (Marta)

En los casos de infertilidad la frustración del deseo parece apoderarse de la entera vida de los cónyuges, provocando actitudes diferentes en hombres y mujeres. En general, los hombres tienden a volcarse en objetivos laborales para revaluar su autoestima herida. En cambio, las mujeres frecuentemente abandonan los intereses externos a la familia, incapaces de sustituir el frustrado deseo de maternidad. El hijo se convierte cada vez más en componente fundamental de la afirmación y realización personal. A él se le pide ser fruto y elemento fundador de la pareja. Es como si el hijo “engendrara” la pareja, desde el momento que sin el elemento pro creativo ésta no parece encontrar un sentido.

Existen aspectos inconscientes por los que la mujer o la pareja no consiguen aceptar y vivir una maternidad/ paternidad. Desear un hijo significa una representación de sí emotiva, psicológica y afectiva en cuanto engendrador disponible a aceptar “otro” de sí, extranjero y al mismo tiempo familiar. No todos lo consiguen. Ser madre/padre significa pasar al otro lado del “espejo”, ser la persona que lleva el niño concebido antes en la cabeza y ahora dentro del cuerpo. La pareja, en ausencia del hijo, puede percibir su propia vida como dramática e insatisfactoria. La culpabilizaciòn del cónyuge estéril es uno de los motivos de conflicto que a veces la pareja debe afrontar. El hijo es llamado a cimentar la relación, indispensable para sentirse unidos en una misión procreadora. Si él es garantía de la cohesión de la pareja, sin él la relación podría deshacerse. De este modo el niño, ya antes de nacer, tiene una misión en el mundo, un papel: fundar la pareja y contribuir a la realización personal de los padres. La espera puede ser una ocasión de reflexión y conocimiento, para ocuparse de sí mismos y de la pareja. La espera puede ser el momento de pedir ayuda externa para hacerse preguntas sobre las propias capacidades, deseos y proyectos… y para aceptar lo que se es y los propios limites personales y de la pareja…

La dificultad de aceptar el límite

Para mí la esterilidad es la incapacidad de hacer algo que tantísimas personas hacen normalmente. Se siente inútiles, fracasados… Si falta un hijo es como si te faltara algo dentro. Es como un ataque a mi identidad, a mi ser como persona.” (Ester)

No es fácil aceptar la propia esterilidad personal o de pareja: se empieza a pensar no ser digno, o no merecer la maternidad/ paternidad. La espera del hijo que no llega, experiencia que puede durar meses, años, puede ser una historia angustiosa y sorprendente, revelando al mismo tiempo aspectos insospechados de sí mismo, a veces fecundos. Hay mujeres que se sorprenden de los sentimientos de envidia, celos y odio incluso hacia el niño que no llega, hacia hermanas, amigas, cuñadas… que fácilmente anuncian embarazos ¡curiosamente no buscados!
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El temor a la esterilidad puede poner en crisis la percepción del sentido y del valor del ser femenino y de la familia. Puede esconder sufrimientos y dolores psicológicos porque no se consigue ver un horizonte sin un hijo. Nada consigue llenar ese deseo-necesidad, y nada debe interponerse a ese designio. A veces esto desencadena una obsesión y una búsqueda ansiosa de distintas estrategias cada vez más arriesgadas e invasivas (sobre todo para la mujer).

El dolor por la falta de un hijo es, a veces, incluso un dolor del cuerpo que se ha vuelto discapacitado, in-válido, in-hábil… y lo muestra con disfunciones físicas. Cefaleas, taquicardias, gastritis, fibromas, quistes en el ovario, vaginismo, incluso el “embarazo histérico”… pueden tener origen psicosomático.

Además, hay fases en la vida de una mujer en las que el sufrimiento por la ausencia de la maternidad es más aguda: la frustración en el trabajo, en las relaciones, en la pareja… contribuyen a amplificar las energías emotivas invertidas en la generación de un hijo. El hijo evoca un luto anunciado por la falta de fecundidad social y de la vida interna.

Aprovechar la ocasión para crecer

Tal vez la experiencia de la ausencia de un hijo me ha hecho pasar de la adolescencia a la madurez a mis 34 años. Sí, porque a pesar de tener un trabajo satisfactorio, un estupendo marido, una bonita casa,… he vivido los primeros años de matrimonio un poco en las nubes, cierta de nuestro futuro radioso como lo había soñado siempre. Estaba segura de que la felicidad total estaba a un paso, faltaba sólo un hijo, como coronamiento de tantas opciones sensatas y responsables, y motivo último que creía tuviera mi vida. Este sueño, esta gran expectativa rota, me ha convertido en uno de esos adultos frustrados que de joven me daban tanta rabia, porque les veía injustamente insatisfechos ante tanto don recibido o conquistado, desde el punto de vista social, profesional y afectivo. No contaba yo con las bromas del destino, con no poder controlar todos los proyectos de mi vida… “(María)

Los conflictos pueden ser una ocasión de crecimiento personal y colectivo. Pero sólo si aceptamos ponernos en juego, si conseguimos superar el miedo. Es posible aprovechar la ocasión como individuo o como pareja, para salir reforzados. Tal vez para decidir no seguir caminando juntos, en cualquier caso para elaborar sin escondernos, lo que nos duele, lo que tememos y nos angustia.

Aprender a pedir ayuda, aceptar hacerse ayudar

En general tenemos más facilidad para ofrecer ayuda que para aceptarla. Peor aún nos resulta pedirla. En la infertilidad, cuando la búsqueda se vuelve obsesiva, se acaba probando de todo: hormonas, procreación asistida, adopción, psicoterapia, acupuntura, shiatsu, yoga, reiki…. De todo, menos pedir ayuda para elaborar el luto y buscar otros modos para ser fértiles. Conseguir tomar conciencia del problema para poderlo reorientar hacia una fecundidad más amplia (como todo lo que la mujer o la pareja son capaces de crear, de dar a la sociedad), ayuda a muchos a reconciliarse con una parte de ellos que creían haber perdido. En los cursos prematrimoniales de mi parroquia insistimos mucho en este aspecto, en cómo la fecundidad puede expresarse a través de la acogida, del compartir, de la apertura, de la compasión, del voluntariado…. El acogimiento temporal de niños, por ejemplo, es a menudo una solución no valorada por las parejas, porque lo que en verdad se quiere es un hijo “de propiedad”. Pedir ayuda para dar ese salto cuesta mucho, pero conseguirlo ayuda a desbloquear y dar felicidad a más de una familia al mismo tiempo.

Ayer hice una petición en la Eucaristía de mi parroquia en el Día de la Vida y de la Familia: acordémonos de las parejas aspirantes a padres, a los que esperan a la cigüeña de la probeta, a los que la esperan la del tribunal de menores, y a los que renuncian.” (Isabel)

Algunas citas son de Cristiana D’Orsi “Sara, Elisabetta e le altre… La femminilità ferita tra desiderio e limite della maternità” Edizioni Psiconline

1 comentario en «Elaborar el luto de la infertilidad»

  1. Elaborar el luto de la infertilidad
    he quedado sin palabras por fin un articulo con el cual me identifico, he sentido todo esto ansiedad,renegar de dios y sobre todo envidia hace 4 años recurri al invitro y dio fallido fui junto a una amiga de mayor edad y ella quedo ese dia decidi no hablar mas del tema pero siento estar llena de rencor

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