Un año más, luces y publicidades chantajistas no aptas para diabéticos nos recuerdan que llega “navidad” (ésta va con minúscula -para minimizarla- y no lleva más comillas porque queda feo).
Siempre resulta chocante celebrar el cumpleaños de un sintecho convocando el impúdico aquelarre del consumismo pero, ahora que tanta gente es expulsada de su casa –“no había sitio para ellos”- y sometida a condiciones de trabajo injustas (aunque legales), aquí mismo, donde los anuncios de glucosa disparada y luminarias derrochonas, la cosa mata de escándalo. Cuando a tantas personas les faltan tantas cosas, nos crean la urgente necesidad de superfluosidades.
Quienes necesitan que compremos mierdas son los que pagan los anuncios. Tal vez fue esta evidencia la que movió a un vecino o una vecina de Carabanchel a escribir esta obviedad, anatema en la sociedad de consumo, pero verdad fundamental en el reino del sentido común de los seres humanos.
Debió quedarse tan a gusto que bien podría haber firmado como un personaje de un programa de crítica de TV3: “Perdón, pero alguien lo tenía que decir”.
¡Feliz Navidad!